Fuente “Diagonal”
Publica
“Rebelion” http://www.diagonalperiodico.net/ Miercoles 15 de mayo 2013
Contraincendioonline.com
, página argentina para uso de bomberos
y rescatistas, podría ser una página literaria o política pues tiene versos
involuntarios: “La puerta cerrada de un cuarto, nuestro último escudo” o
“Incendio estructural: combate en compartimentos interiores”, y tiene un curso
de incendios estructurales como los de este tiempo.
Llegué
a ella buscando información sobre fuegos subterráneos, sobre la acción de arder
sin llama. Porque a veces parece que los procesos sólo existen cuando
despiertan o cuando se reparten por el terreno con sus resplandores y su libre
combustión. Y a veces hay preguntas que traen angustia, desánimo o reproche
cuando dicen: ¿de aquellas llamas, qué se hizo? ¿dónde están los resplandores?
Hay
tres etapas progresivas en la combustión de un incendio: incipiente o inicial,
de combustión libre y de arder sin llama. Hoy, junto a llamaradas que seguirán
vivas –escraches con botes de luciérnagas que se convierten en pegatinas de
luz, marchas, acciones, huelgas–, ha empezado la etapa, quizá ni siquiera
buscada, de arder sin llama y si nos preguntáis en dónde estamos, deberemos
decir: sucede. Cuando las llamas dejan de existir en mayor o menor medida
dependiendo de la hermeticidad del recinto, “todo el ambiente tiene la
suficiente presión como para dejar escapar esa presión por las pequeñas
aberturas que queden”. ¿Acaso no sentís cómo escapa la presión, acaso no la
veis?
El
fuego seguirá en estado latente y aumentará la temperatura por arriba del punto
de ignición. Quienes miren desde lejos pensarán que no ocurre
casi nada, que
todo está más o menos controlado, que el aguante es elástico, y la ventaja de
la clase dominante, demasiado grande para que pueda acortarse en meses, ni
siquiera en años. Si miran desde lejos. Pero si bajan al terreno, si lo pisan,
notarán cómo quema.
Todo
incendio estructural genera una descarga disruptiva o escalada cataclísmica del
fuego a los distintos materiales combustibles. Hace ya mucho que Rilke
escribiera: “Querían florecer y florecer es ser bellos; pero nosotros queremos
madurar, y madurar significa ser oscuros, y esforzarse”. Hace menos tiempo, en
Panfleto para seguir viviendo, Fernando Díaz decía: “Oxidarse violentamente es
arder”. Tal vez la mayoría de nosotros y de nosotras prefiriéramos madurar y
no oxidarnos violentamente, pero a veces no basta con preferir no hacerlo.
Nota
completa Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/culturas/teoria-del-fuego.html
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