Y LA
POSIBLE "TENTACIÓN"
DE FRANCISCO DE ROMA
Escribe
LEONARDO BOFF (*) lboff@leonardoboff.com 9 de junio 2013
(*) LEONARDO
BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno de los fundadores de la Teología
de la Liberación. n 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida
por el Ratzinger (ex Papa) le silenció por un año por su libro “La Iglesia,
Carisma y Poder” . Profesor de, ética y filosofía en Brasil. Conferencista en
muchas universidades, como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund,
Lovaina, París, Oslo, Turín. Escribió más de 100 libros, traducidos a muchas
lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
No
imaginemos que los santos y santas están libres de las vicisitudes del común de
la humanidad, que conoce momentos de alegría y frustración, tentaciones
peligrosas y superaciones valerosas. No
fue diferente en San Francisco, presentado como «el hermano siempre alegre»,
Pero, al mismo tiempo, era una persona de grandes pasiones e ira profunda
cuando veía sus ideales traicionados por sus hermanos. Hay, sin embargo, un
hecho que la historiografía piadosa del franciscanismo oculta, pero está bien
documentado por la crítica histórica, y es conocido con el nombre de «la gran
tentación». Los últimos 5 años de la vida de Francisco (muerto en
1226)
estuvieron marcados por angustias profundas, casi desesperación, y enfermedades
graves que lo afligían, como la malaria y la ceguera. El problema era objetivo: su ideal de vida era vivir en extrema
pobreza extrema, sencillez radical y despojado de todo poder, apoyado sólo en
el Evangelio leído sin interpretaciones que suelen desfibrar su sentido
revolucionario. Sucedió que en unos pocos años su estilo de vida cautivó
a miles de seguidores, más de cinco mil. ¿Cómo albergarlos? ¿Cómo darles de
comer? Muchos eran sacerdotes y
teólogos como San Antonio. Su movimiento no tenía una estructura ni legalidad.
Era un puro sueño tomado en serio. El mismo Francisco se entiende como un
«novellus pazzus», como un «nuevo loco» que Dios quería en la Iglesia
riquísima, gobernada por el Papa Inocencio III, el más poderoso de todos los
papas de la historia.
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