martes, 30 de julio de 2013

HAITÍ EL MÁS POBRE DEL CONTINENTE VÍCTIMA DE LA CARIDAD DE ESOS QUE LO DESPOJARON HISTÓRICAMENTE DE CASI TODO.


HAITÍ RE-VISITADO

Escribe 
AMELIA DUARTE DE LA ROSA (*) Periodista cubana
 Enviada especial en Haití 
 26 de julio 2013

(*) AMELIA DUARTE DE LA ROSA, Periodista cubana. Licenciada en Periodismo de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. columista en “Granma Internacional” y “La Jiribilla” amelia@granma.cip.cu .


SI alguien emprendiera un viaje sin saber nada acerca de su destino excepto la cantidad de víctimas que cobraron un terremoto y una epidemia; si cargara en su maleta con unos cuantos libros de José Martí, Alejo Carpentier, Aimeé Cesaire y Enrique Vila Matas, ropa vieja, una cámara fotográfica y una estampa de la virgencita de la Caridad del Cobre, (resguardo de la Fe y las calamidades); y si para colmo eligiera el optimismo y la curiosidad de encontrar belleza en las pequeñas cosas como premisas, es

probable que a ese alguien le sucediera exactamente lo mismo que a mí cuando llegué a Haití. Fue en el abrasado calor del diciembre caribeño cuando aterricé por primera vez en Puerto Príncipe. Desde hacía dos años la situación del país era titular de cabecera de casi todas las agencias de prensa, ora por el terremoto, ora por la epidemia de cólera, ora el número de personas que a diario morían por una causa u otra. No importaba qué fuera pero las noticias de Haití siempre eran desastrosas. Todo indicaba que un descontrol dantesco de fatalidad se había apoderado del país para zanjar cualquier rastro de esperanza. También en Cuba ha persistido, por lo general, una idea distorsionada de la realidad haitiana. En la temprana fecha de 1941 Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, advertía —en un artículo titulado Haití: la isla
encadenada, que publicó en Magazine de Hoy— este distanciamiento e ignorancia hacia una tierra tan cercana. "Para la generalidad de los cubanos, Haití es una tierra tenebrosa, sin cultura y sin espíritu. Aislada por su lengua y por el prejuicio racial aún más que por su condición geográfica, se mantiene alejada de nuestro conocimiento como si no se hallara a unas breves horas de avión, a unos cuantos días por mar de Cuba". Entonces intenté ser práctica y objetiva. No quise llevarme por los precedentes y me di a la tarea de hablar de un Haití diferente, de un país que no estuviera todo el tiempo mancillado por la maldición y la miseria. Con ese deseo se abrieron ante mí un sin número de cosas maravillosas y reales. Aparecieron de a poco, con el tiempo y la observación. Ahora
sé, que siempre han estado ahí: en su historia, su cultura, su gente, su idiosincrasia, sus leyendas, su religión, sus modos de vida. Tampoco fui ajena a la realidad. Haití es el país más pobre del continente y como tal padece. Pero sufre no solo la indigencia, es víctima también de la caridad y el abismal oportunismo de los poderosos, esos mismos que lo han despojado históricamente de casi todo.


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