Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Fuente “La Jornada” México
23 de agosto
2013
(*)
RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador y escritor Analista internacional en Red Voltaire. Logró
en 2003 Premio José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios
del continente y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las
luchas sociales en nuestra América.
Escribe la sección internacional de “Brecha” (Uruguay).
Profesor en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
Habrá un antes y un después de la escuelita zapatista. De la
reciente y de las que vendrán. Será un impacto lento, difuso, que se hará
sentir en algunos años pero marcará la vida de los de abajo durante décadas. Lo
que vivimos fue una educación no institucional, donde la comunidad es el sujeto
educativo. Autoeducación cara a cara, aprendiendo con el alma y con el cuerpo,
como diría el poeta. Se trata de una no pedagogía inspirada en la cultura campesina:
seleccionar las mejores semillas, esparcirlas en suelos fértiles y regar la
tierra para que se produzca el milagro de la germinación, que nunca es segura
ni se puede planificar.La escuelita zapatista, por la que
pasamos más de mil
alumnos en comunidades autónomas, fue un modo diferente de aprendizaje y de
enseñanza, sin aulas ni pizarras, sin maestros ni profesores, sin currícula ni
calificaciones. La verdadera enseñanza comienza con la creación de un clima de
hermanamiento entre una pluralidad de sujetos antes que con la división entre
un educador, con poder y saber, y alumnos ignorantes a los que se deben
inculcar conocimientos. Entre los muchos aprendizajes, imposibles de resumir en
pocas líneas, quiero destacar cinco aspectos, quizá influenciado por la
coyuntura que atravesamos en el sur del continente. La primera es que los
zapatistas derrotaron las políticas sociales contrainsurgentes, que son el modo
encontrado por los de arriba para dividir, cooptar y someter a los pueblos que
se rebelan. Al
lado de cada comunidad zapatista hay comunidades afines al mal
gobierno con sus casitas de bloques, que reciben bonos y casi no trabajan la
tierra. Miles de familias sucumbieron, algo común en todas partes, y aceptaron
regalos de arriba. Pero lo notable, lo excepcional, es que otras miles siguen
adelante sin aceptar nada. No conozco otro proceso, en toda América Latina, que
haya conseguido neutralizar las políticas sociales. Este es un mérito mayor del
zapatismo, conseguido con firmeza militante, claridad política y una inagotable
capacidad de sacrificio. Esta es la primera enseñanza: es posible derrotar las
políticas sociales.
La autonomía es la segunda enseñanza. Hace años escuchamos
discursos sobre la autonomía en los más diversos movimientos, algo valioso por
cierto. En los municipios autónomos y en las comunidades que integran el
caracol Morelia, puedo dar fe de que construyeron autonomía económica, de
salud, de educación y de poder. Un par de palabras sobre la economía, o la vida
material. Las familias de las comunidades no "tocan" la economía
capitalista. Apenas bordean el mercado. Producen todos sus alimentos,
incluyendo una buena dosis de proteínas. Compran lo que no producen (sal,
aceite, jabón, azúcar) en tiendas zapatistas. Los excedentes familiares y
comunitarios los ahorran en ganado, con base en la venta de café. Cuando hay
necesidad, por salud o para la lucha, venden alguna cabeza.
(Nota de Raul
Zibechi)
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