Escribe
ANDREW LEVINE (*)
Fuente “CounterPunch”
Publica “Rebelión”
Tradujo German Leyens
Domingo 15 de septiembre 2013
(*) ANDREW LEVINE es Senior Scholar en el Institute for
Policy Studies. Autor de The American Ideology (Routledge) y Political Key
Words (Blackwell), así como de muchos otros libros de filosofía política. Su libro más reciente es In Bad
Faith: What’s Wrong With the Opium of the People . Fue profesor de
filosofía en la University of Wisconsin-Madison y profesor investigador de
filosofía en la Universidad de Maryland-College Park. Colaboró en Hopeless: Barack Obama and the
Politics of Illusion (AK Press).
En los dramas de la antigüedad griega y romana, los
dramaturgos que descubrían que habían llevado a sus personajes a situaciones
sin salida a veces utilizaban un golpe de efecto llamado Deus ex Machina. Como
de la nada, un dios bajaba al
escenario en una máquina parecida a una grúa; y
el dios solucionaba el problema. Ni Vladimir Putin ni Sergey Lavrov, el
Ministro de Exteriores de Rusia, se parecen mucho a dioses griegos (a pesar de
la vanidad de Putin), pero Barack Obama, habiéndose metido en aprietos tan
desesperados como cualquiera de los personajes trágicos de Eurípides, haría
bien, en este momento, en ofrecer a ambos un sacrificio o dos, no por gratitud
(ya que lo hicieron quedar como un tonto), sino porque, como podría hacer
cualquier dios, lo sacaron de una situación por otra parte desesperada,
salvando al mundo de algo peor. La solución Putin-Lavrov todavía podría
fracasar, por cierto; nunca debemos “malsubestimar” como diría George Bush, la
ineptitud de la diplomacia estadounidense en la era Clinton-Kerry. Pero tal
vez, solo tal vez, ahora Obama no lance una llama a la caldera combustible en
la que se ha convertido la guerra civil siria. Tal vez ese violador en serie
del derecho
internacional no decida ahora por cuenta propia castigar al
gobierno sirio –el “régimen Asad” como lo llaman nuestros políticos y sus
agentes en los medios– por utilizar (probablemente) armas químicas contra
sirios rebeldes (e islamistas de otros países). El uso de agentes neurotóxicos
en combate está prohibido por el derecho internacional, y está bien que así
sea. Las numerosas armas horribles que han aparecido desde la Primera Guerra
Mundial –entre otras, bombarderos, misiles crucero, productos químicos que
queman la piel humana, proyectiles de uranio empobrecido y, por supuesto,
drones armados–, también deberían prohibirse. Y además hay armas nucleares,
genuinas “armas de
destrucción masiva” – más horripilantes de lejos que todas
las otras juntas. Convertir en un fetiche una prohibición impuesta hace casi un
siglo, y además detener el progreso moral en ese punto, es, por decir poco,
extraño. Pero no importa; a diferencia de una indignación moral simulada, la
consecuencia lógica y moral no es el lado fuerte de nuestro Presidente. Existe,
parece, buena pero poco concluyente evidencia de que el Gobierno sirio
ciertamente violó la prohibición de guerra química. También existe evidencia de
que algunos de los grupos rebeldes que combaten contra el gobierno, hicieron lo
mismo. Cabe observar que tienen mucho que ganar si el mundo, o por lo menos
estadounidenses y europeos, piensan que sus manos están limpias, y que Asad es
culpable. En todo caso, el plan de Obama era lanzar una guerra no provocada y
no aprobada contra Siria, un Estado soberano.
(La
nota de Andrew Levine)
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