Escribe
JOSÉ PABLO FEINMANN (*)
Fuente “Página 12” Buenos Aires
8 de septiembre 2013
(*) JOSÉ
PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) Es un filósofo,
docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino.
Es licenciado en Filosofía y fue profesor universitario en la Universidad de
Buenos Aires. Su programa recibió 5 estrellas de 5. En él despliega las
propuestas de los grandes pensadores de todos los tiempos. Con Horacio González
es autor del libro “Historia y pasión”, que reúne un fructífero diálogo entre
ambos
Ni que
se haya convertido en la fecha de la caída de las Torres Gemelas evitará que
–para nosotros, para los hombres y mujeres de América latina– el 11 de
septiembre sea la fecha del golpe de Estado más detestable de los tantos que
padecimos. Se trataba de un presidente que era un hombre noble, con ideas e
ideales, un hombre honesto y un hombre valiente. Había tenido un gran apoyo de
las masas obreras.Finalmente, todos los sectores de la sociedad –menos los
obreros– se unificaron para voltearlo: el ejército, los medios de comunicación,
los gremios, las clases altas, las clases medias y –con un empeño criminal,
furibundo–
los Estados Unidos deRichard Nixon y Henry Kissinger. Las clases
medias inauguraron la modalidad de salir a la calle con cacerolas y atronar el
país pidiendo la renuncia de Allende. Allende fue el más original, el más
creativo de los líderes socialistas del siglo XX. Descreyó de la célebre
dictadura del proletariado y eligió el camino democrático, pacífico al
socialismo. Si ese camino fracasó, no menos fracasaron los otros. Con una
enorme diferencia. Allende no dejó decenas o decenas de miles o millones de
cadáveres tras de sí. Ni presos políticos tuvo..
Salvo que digan que nacionalizar
el cobre equivale a fusilar enemigos políticos, o peor aún.En su último
mensaje, don Salvador Allende dijo a su pueblo y a todos los pueblos de América.
¡Trabajadores de mi Patria!: Tengo fe en Chile y en su destino. Superarán otros
hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan
ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo las
grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad
mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! La historia es
nuestra y la hacen los pueblos. Estas son mis últimas palabras y tengo la
certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo
menos será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la
traición. ¡Ah, don Salvador Allende, ojalá hubiera yo tenido alguna vez en mi
patria un líder como usted! Simple, duro, pero sensible, amigo y compañero de
la gente de su pueblo, sin sinuosidades, con una sola palabra, la misma de
siempre, la que marcó la coherencia de sus días y, por si fuera poco, con ese
coraje, don Salvador, que le hizo decir: De aquí no me voy, que sigan otros, no
van a faltar, y van a llevarme en sus corazones como a un hombre puro, como a
un guerrero y como a un demócrata que les va a henchir el pecho de orgullo y de
exigencias perentorias.
( La nota de Jose Pablo Feinmann )
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