NO... ¡NO, GRACIAS!
FLORENT MARCELLESI (*)
Fuente “Revista El Ecologista”, nº 78 –
Publica “Revista
Pueblos”
5 de octubre 2013
(*) FLORENT
MARCELLESI,- Político francés. Activista y ecologista radicado en
España. Fue miembro de la Comisión Promotora, primero, y de la Comisión Gestora
de EQUO, después, desde junio de 2011.. Último libro "Adiós al
crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible” uno de los teóricos
más influyentes del movimiento ecologista en el norte de España. Opina que
“Frente a la aguda crisis ecológica, ¿hasta qué punto estamos presenciando, con
la ecología política, el nacimiento de una nueva ideología?”
El
crecimiento es más que un dato económico: es un dogma. Sin que pueda ser
cuestionado, estructura la sociedad, la producción, el consumo, el trabajo, el
Estado
de bienestar y nuestros imaginarios colectivos. Sin embargo, es urgente
salir de esta ‘sociedad del crecimiento’ que hoy amenaza gravemente el
bienestar y el planeta, y apostar por una ‘sociedad del vivir bien’ regida por
otros valores y conceptos compatibles con la justicia y la ecología. A partir
del fin de la Segunda Guerra Mundial en los países occidentales, la sociedad
del crecimiento se conforma en torno las características siguientes (que
detallamos en la tabla): crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), aumento
de la productividad, progreso tecnológico, poder adquisitivo, empleo y expertocracia.
El objetivo es el crecimiento del PIB, es decir de la tarta económica y
material (sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, ni
los límites del molde) para su consiguiente
reparto entre capital y trabajo, ya
sea a través del mercado o del Estado. Mientras crezca a buen ritmo la tarta en
el “modo pleno empleo, aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el
capital tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del pastel
para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán garantizados (gracias
a la redistribución de una parte de los aumentos de productividad) un empleo y
el refuerzo de su poder adquisitivo. Sin embargo, este modelo de (relativa) paz
social que en varios aspectos sigue alimentando la visión dominante, incluso de
las corrientes progresistas, hoy ha caducado. En el momento en el que se eche a
perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde
tiene límites, algunos comensales se comen demasiados
trozos, o todo a la vez
como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen
ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado).Para
superar esta contradicción profunda entre crecimiento y naturaleza, entre
capital y vida, es importante por un lado dotarse de una macroeconomía
ecológica consistente que sustituya las bases de la economía del crecimiento. Redefinir de forma colectiva y democrática
lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas
fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos,
consumimos y trabajamos? Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta. Crecimiento del PIB: calcula el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el mercado, y lo asimila al bienestar de un país. No tiene en cuenta los límites biofísicos del Planeta, los impactos negativos de la producción, ni su finalidad, los trabajos no mercantiles (de cuidado o voluntarios) o el reparto de riqueza.
( Nota de Florent Marsellesi )
consumimos y trabajamos? Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta. Crecimiento del PIB: calcula el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el mercado, y lo asimila al bienestar de un país. No tiene en cuenta los límites biofísicos del Planeta, los impactos negativos de la producción, ni su finalidad, los trabajos no mercantiles (de cuidado o voluntarios) o el reparto de riqueza.
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