miércoles, 9 de octubre de 2013

ECONOMÍA DEL CRECIMIENTO CONTRA EL SER HUMANO Y LA NATURALEZA

  ¿CRECIMIENTO ECONÓMICO? 
NO... ¡NO, GRACIAS!

Escribe 
FLORENT MARCELLESI (*)
 Fuente “Revista El Ecologista”, nº 78 – 
Publica “Revista Pueblos” 
5 de octubre 2013

(*) FLORENT MARCELLESI,- Político francés. Activista y ecologista radicado en España. Fue miembro de la Comisión Promotora, primero, y de la Comisión Gestora de EQUO, después, desde junio de 2011.. Último libro "Adiós al crecimiento. Vivir bien en un mundo solidario y sostenible” uno de los teóricos más influyentes del movimiento ecologista en el norte de España. Opina que “Frente a la aguda crisis ecológica, ¿hasta qué punto estamos presenciando, con la ecología política, el nacimiento de una nueva ideología?”

El crecimiento es más que un dato económico: es un dogma. Sin que pueda ser cuestionado, estructura la sociedad, la producción, el consumo, el trabajo, el Estado
de bienestar y nuestros imaginarios colectivos. Sin embargo, es urgente salir de esta ‘sociedad del crecimiento’ que hoy amenaza gravemente el bienestar y el planeta, y apostar por una ‘sociedad del vivir bien’ regida por otros valores y conceptos compatibles con la justicia y la ecología. A partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en los países occidentales, la sociedad del crecimiento se conforma en torno las características siguientes (que detallamos en la tabla): crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), aumento de la productividad, progreso tecnológico, poder adquisitivo, empleo y expertocracia. El objetivo es el crecimiento del PIB, es decir de la tarta económica y material (sin importar la calidad, ni la disponibilidad de los ingredientes, ni los límites del molde) para su consiguiente
reparto entre capital y trabajo, ya sea a través del mercado o del Estado. Mientras crezca a buen ritmo la tarta en el “modo pleno empleo, aumentos de productividad y progreso tecnológico”, el capital tendrá garantizado una parte constante, o incluso creciente, del pastel para sus beneficios, y las personas trabajadoras tendrán garantizados (gracias a la redistribución de una parte de los aumentos de productividad) un empleo y el refuerzo de su poder adquisitivo. Sin embargo, este modelo de (relativa) paz social que en varios aspectos sigue alimentando la visión dominante, incluso de las corrientes progresistas, hoy ha caducado. En el momento en el que se eche a perder o se agote la tarta (está envenenada, escasea un ingrediente, el molde tiene límites, algunos comensales se comen demasiados
trozos, o todo a la vez como en la crisis actual), la fiesta se acaba (aunque con el hundimiento siguen ganando unos pocos, generalmente los que más tarta habían acumulado).Para superar esta contradicción profunda entre crecimiento y naturaleza, entre capital y vida, es importante por un lado dotarse de una macroeconomía ecológica consistente que sustituya las bases de la economía del crecimiento.    Redefinir de forma colectiva y democrática lo que llamamos riqueza y necesidades, es decir responder a las preguntas fundamentales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos,
consumimos y trabajamos? Reducir nuestra huella ecológica per cápita y en términos absolutos hasta que sea compatible con la capacidad del planeta. Crecimiento del PIB: calcula el aumento de cantidades producidas e intercambiadas en el mercado, y lo asimila al bienestar de un país. No tiene en cuenta los límites biofísicos del Planeta, los impactos negativos de la producción, ni su finalidad, los trabajos no mercantiles (de cuidado o voluntarios) o el reparto de riqueza.
( Nota de Florent Marsellesi )

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