LA
HISTORIA NO OFICIAL
Escribe
OLGA RODRÍGUEZ (*)
Escritora y periodista
Fuente “El diario.es”
17 de octubre
2013
(*) OLGA RODRÍGUEZ
FRANCISCO (León, 1975) es una periodista internacional y especializada en Oriente Medio. También
escritora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de
Madrid. (Debate 2012) Luego de cubrir la
invasion de Estados Unidos en Bagdad publico “El hombre mojado
no teme la lluvia” (Debate, 2009) Y
después de las revoluciones árabes en el año 2011, tuvo lugar la publicación del libro “Yo muero
hoy”. Ha trabajado en Afganistán y otros escenarios bélicos. A la vez se ocupa
en tematicas sociales como en el caso de la nota publicada hoy.
Permítanme
que comparta con ustedes algo personal. Ocurrió el pasado sábado, 12 de
octubre, Día de las Fuerzas Armadas. Mientras el presidente del Gobierno y los
príncipes de Asturias asistían al desfile del ejército, mientras se realizaban
los preparativos para beatificar a 500 curas ‘mártires’ de la persecución
religiosa en la
Guerra Civil, un grupo de personas nos reunimos en el
cementerio de León para celebrar la inauguración de un monumento a más de 1.500
víctimas del franquismo. Entre ellas, mi bisabuelo, “el abuelo Santos” Santos
Francisco Díaz, herrador de Mansilla de las Mulas, padre de 7 hijos, fue
fusilado y enterrado en una fosa común en octubre de 1936. Es uno de los más de
100.000 desaparecidos por el franquismo. Nunca tuvimos una tumba donde
llorarle, nunca un lugar en el que colocar unas flores. A pesar de que la
historia oficial, mutilada y falseada, presenta lo ocurrido en 1936 con
insultante equidistancia, lo cierto es que en este país se produjo una
persecución sistemática contra todos aquellos que pensaban de forma diferente a
los golpistas. Mi tío abuelo Chencho era aún un
adolescente pero recuerda bien
cómo tan solo días después del asesinato de su padre Santos, el cura del pueblo
llamó desde su púlpito a la "guerra sin cuartel contra los rojos".
Allí, como en tantas otras localidades españolas, la Iglesia apoyó y participó
en el golpe de Estado y amparó el fascismo que vino después. Mi familia
recuerda cómo aún en los años cincuenta los fascistas del pueblo lamentaban a
voces, al paso de algunos jóvenes, no haber acabado también con los hijos de
los rojos. Fueron años de terror y humillaciones en los que nadie pudo
reivindicar ni el cuerpo ni la memoria de sus desaparecidos. Entre esta y otras
historias transcurrió también mi infancia y la de muchos otros nietos y bisnietos de este país. Santos no existe en la historia oficial de España, y por tanto el relato de mi abuelo tampoco, ni el de mi madre, ni el mío. Pertenecemos, como tantos más, a una historia subterránea, oculta, presente en algunos libros y artículos pero ausente de las escuelas e instituciones porque la Transición optó por enterrar –otra vez– a las víctimas, en nombre de la democracia.
( Nota
de Olga Rodriguez )
historias transcurrió también mi infancia y la de muchos otros nietos y bisnietos de este país. Santos no existe en la historia oficial de España, y por tanto el relato de mi abuelo tampoco, ni el de mi madre, ni el mío. Pertenecemos, como tantos más, a una historia subterránea, oculta, presente en algunos libros y artículos pero ausente de las escuelas e instituciones porque la Transición optó por enterrar –otra vez– a las víctimas, en nombre de la democracia.
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