sábado, 19 de octubre de 2013

ESTAS Y OTRAS HISTORIAS TUVO MI INFANCIA Y LA DE MUCHOS OTROS

  ESPAÑA  
LA HISTORIA NO OFICIAL


Escribe  
OLGA RODRÍGUEZ (*) 
Escritora y periodista 
Fuente “El diario.es” 
17 de octubre 2013

 (*) OLGA RODRÍGUEZ FRANCISCO (León, 1975) es una periodista internacional y   especializada en Oriente Medio. También escritora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. (Debate 2012)  Luego de cubrir la invasion de Estados Unidos en Bagdad publico “El hombre mojado no teme la lluvia” (Debate, 2009)  Y después de las revoluciones árabes en el año 2011, tuvo  lugar la publicación del libro “Yo muero hoy”. Ha trabajado en Afganistán y otros escenarios bélicos. A la vez se ocupa en tematicas sociales como en el caso de la nota publicada hoy.

Permítanme que comparta con ustedes algo personal. Ocurrió el pasado sábado, 12 de octubre, Día de las Fuerzas Armadas. Mientras el presidente del Gobierno y los príncipes de Asturias asistían al desfile del ejército, mientras se realizaban los preparativos para beatificar a 500 curas ‘mártires’ de la persecución religiosa en la
Guerra Civil, un grupo de personas nos reunimos en el cementerio de León para celebrar la inauguración de un monumento a más de 1.500 víctimas del franquismo. Entre ellas, mi bisabuelo, “el abuelo Santos” Santos Francisco Díaz, herrador de Mansilla de las Mulas, padre de 7 hijos, fue fusilado y enterrado en una fosa común en octubre de 1936. Es uno de los más de 100.000 desaparecidos por el franquismo. Nunca tuvimos una tumba donde llorarle, nunca un lugar en el que colocar unas flores. A pesar de que la historia oficial, mutilada y falseada, presenta lo ocurrido en 1936 con insultante equidistancia, lo cierto es que en este país se produjo una persecución sistemática contra todos aquellos que pensaban de forma diferente a los golpistas. Mi tío abuelo Chencho era aún un
adolescente pero recuerda bien cómo tan solo días después del asesinato de su padre Santos, el cura del pueblo llamó desde su púlpito a la "guerra sin cuartel contra los rojos". Allí, como en tantas otras localidades españolas, la Iglesia apoyó y participó en el golpe de Estado y amparó el fascismo que vino después. Mi familia recuerda cómo aún en los años cincuenta los fascistas del pueblo lamentaban a voces, al paso de algunos jóvenes, no haber acabado también con los hijos de los rojos. Fueron años de terror y humillaciones en los que nadie pudo reivindicar ni el cuerpo ni la memoria de sus desaparecidos. Entre esta y otras
historias transcurrió también mi infancia y la de muchos otros nietos y bisnietos de este país. Santos no existe en la historia oficial de España, y por tanto el relato de mi abuelo tampoco, ni el de mi madre, ni el mío. Pertenecemos, como tantos más, a una historia subterránea, oculta, presente en algunos libros y artículos pero ausente de las escuelas e instituciones porque la Transición optó por enterrar –otra vez– a las víctimas, en nombre de la democracia.
( Nota de Olga Rodriguez )

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