ENFERMANDO A LA GENTE
Y TAMBIEN AL PLANETA
Escribe
SILVIA RIBEIRO (* )
Fuente “La Jornada”
5 de octubre 2013
(*) SILVIA RIBEIRO – Escritora.
Periodista. Militante ambientalista.Directora para América Latina del Grupo
ETC y trabaja en la oficina de México.. Ha sido periodista y coordinadora de campañas
en temas ambientales. Especialista en cambio climático: Detener el
calentamiento con manipulación del clima es un grave contrasentido. Escribe sobre
biotecnología y agronegocios. Impactos de los transgénicos; concentración
corporativa, propiedad intelectual, el papel de la ciencia y las nuevas
tecnologías y los peligros. Es grave e irresponsable el intento de FAO de
legitimar los transgénicos como solución al hambre y la crisis climatica
Las
cinco enfermedades más comunes en México están ligadas a la producción y
consumo de alimentos provenientes de la cadena agroalimentaria industrial:
diabetes, hipertensión, obesidad, cáncer, enfermedades cardiovasculares.
Algunas
totalmente, otras parcialmente, ninguna está desligada. Esto se traduce
en mala calidad de vida y tragedias personales, pero además en altos gastos de
atención médica y del presupuesto de salud pública, un enorme subsidio oculto
para las transnacionales que dominan la cadena agroindustrial, desde las
semillas al procesado de alimentos y venta en supermercados. Más razones para
cuestionar ese modelo de producción y consumo de alimentos. En artículos
anteriores referí cómo el sistema alimentario agroindustrial solamente alimenta
a 30 por ciento de la población mundial, pero sus graves impactos en salud,
cambio climático, uso de energía, combustibles fósiles, agua y contaminación
son globales. En contraste, la diversidad de sistemas alimentarios campesinos y
de pequeña escala son los que alimentan a 70 por ciento de la población
mundial: 60-70 por ciento de
esa cifra lo aportan parcelas agrícolas pequeñas,
las huertas urbanas el 15-20 por ciento, la pesca 5-10 por ciento y la caza y
recolección silvestre 10-15 por ciento. (Ver ¿Quién nos alimentará? La Jornada,
21/9/13 y www.etcgroup.org). Agrego ahora datos complementarios, de la misma
fuente. En términos de producción por hectárea, un cultivo híbrido produce más
que una variedad campesina, pero para ello requiere la siembra en monocultivo,
en extensos terrenos planos e irrigados, con gran cantidad de fertilizantes y
alto uso de agrotóxicos (plaguicidas, herbicidas, funguicidas). Todo ello
disminuye la cantidad de nutrientes que contienen por kilogramo. Los cultivos
campesinos, por el
desplazamiento histórico que han sufrido, ocurren mayoritariamente
en terrenos desiguales, en laderas y tierras pedregosas, sin riego. Si
comparamos aisladamente la producción de un cultivo campesino con el mismo
híbrido industrial, la producción por hectárea es menor. Sin embargo, los
campesinos siembran, por necesidad y conocimiento, una diversidad de cultivos
simultáneamente, varios del mismo cultivo con diferentes características, para
diferentes usos y para soportar distintas condiciones, además de cultivos
diferentes que se apoyan entre sí (se aportan fertilidad, protegen de insectos)
y como usan poco o nada de agrotóxicos, crecen a su alrededor una variedad de
hierbas comestibles y medicinales. Siempre que pueden, los campesinos combinan
también con algún animal doméstico o peces. Todo sumado, el volumen de producción
por hectárea de las parcelas campesinas es mayor que el de los monocultivos
industriales, además de que resisten mucho mejor los cambios del clima y su
calidad y valor nutritivo es mucho mayor.
(Nota de Silvia
Ribeiro en “La Jornada”)
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