Escribe
GUSTAVO DUCH GUILLOT (*)
Activista ambiental. Periodista.
Fuente “La Jornada” de México.
15 de octubre 2013.
(*) GUSTAVO DUCH
GUILLOT (1965, Barcelona) licenciado en Veterinaria y Postgrado en Dirección de
Empresas. Coordinador de la revista "Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y
Cultura". Ha sido director de Veterinarios Sin Fronteras. Escribe en
importantes medios alternativos del continente. Columnista en”La Jornada” de
Mexico.Explica que Vivimos rodeados de soja. Cuando entramos a
un supermercado salimos con las bolsas llenas de soja. Leche de soja, aceite de
soja, yogurt ... Que la agricultura industrial está detrás del uso
intensivo del agua es una realidad.
Que pocas corporaciones globales y fondos capitalistas estén
sistemáticamente pertrechando crímenes ecológicos y sociales en todo el mundo
–en forma de explotación de minas a cielo abierto, expulsando pueblos de sus
moradas,
privatizando zonas marítimas o acaparando las semillas– sólo se
explica por una perfecta arquitectura de impunidad construida con la
complicidad de gobiernos neoliberales, que, como un sastre particular, tallan a
su medida legislaciones que les protege y favorece. Por si tales mecanismos no
fueran suficientes, las propias empresas se acicalan con maquillajes color
verde solidario en tiernos espots publicitarios donde explican su compromiso
con el planeta y la humanidad.. Bajo esta farsa –insitucionalizada con el
apelativo de Responsabilidad Social Corporativa (RSC)– encontramos al BBVA,
Unión Fenosa, Repsol o Iberdrola, qué más da, presumiendo de lo que no son:
empresas comprometidas con la calidad de vida de las personas, con el cuidado
del medio ambiente, o una empresa que escucha a la gente. El mecanismo siempre
es parecido. Primero se comete el delito, explotar mano de obra o expoliar
recursos naturales. A continuación, como es lógico, llegan las denuncias, los
reclamos, la lucha y se deja en evidencia a tales corporaciones, y entonces,
éstas contratacan con directores de marketing en la
s cocinas que le dan la
vuelta a la tortilla. Nuestros negocios –dicen entre fogones– favorecerán el
desarrollo de la zona. Y finalmente llegamos a la fase más perversa, cuando
instituciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales "avalan
y promocionan" el elegante vestido de la prestigiosa marca RSC. En este
punto nos encontramos ahora, cuando el ya bien conocido y denunciado fenómeno
de acaparamiento de tierras está encontrando en el Banco Mundial, la
Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y
en algunas ONG una inverosímil legitimidad bajo el eufemismo de inversión
agrícola responsable. Fíjense en la trampa semántica, es la clave. Cuando el
hacerse con tierras campesinas –se calcula que al menos 80 millones de
hectáreas en todo el mundo han pasado al control de grandes corporaciones,
fondos de inversión e incluso gobiernos extranjeros, generando enormes
desplazamientos de personas que pierden sus raíces y su sustento– cambia de
nombre, y ya no es acaparamiento, sino inversión, rápidamente se justifica
tremenda injusticia.
(
Nota de Gustavo Duch en “La Jornada” )
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