jueves, 17 de octubre de 2013

LO PRIMERO EXPLOTAR MANO DE OBRA O EXPOLIAR RECURSOS NATURALES

LA ESCLAVITUD NO SE REGULA

Escribe  
GUSTAVO DUCH GUILLOT (*) 
Activista ambiental. Periodista. 
Fuente “La Jornada” de México. 
15 de octubre 2013.

 (*) GUSTAVO DUCH GUILLOT (1965, Barcelona) licenciado en Veterinaria y Postgrado en Dirección de Empresas. Coordinador de la revista "Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Cultura". Ha sido director de Veterinarios Sin Fronteras. Escribe en importantes medios alternativos del continente. Columnista en”La Jornada” de Mexico.Explica que Vivimos rodeados de soja. Cuando entramos a un supermercado salimos con las bolsas llenas de soja. Leche de soja, aceite de soja, yogurt ... Que la agricultura industrial está detrás del uso intensivo del agua es una realidad.

Que pocas corporaciones globales y fondos capitalistas estén sistemáticamente pertrechando crímenes ecológicos y sociales en todo el mundo –en forma de explotación de minas a cielo abierto, expulsando pueblos de sus moradas,
privatizando zonas marítimas o acaparando las semillas– sólo se explica por una perfecta arquitectura de impunidad construida con la complicidad de gobiernos neoliberales, que, como un sastre particular, tallan a su medida legislaciones que les protege y favorece. Por si tales mecanismos no fueran suficientes, las propias empresas se acicalan con maquillajes color verde solidario en tiernos espots publicitarios donde explican su compromiso con el planeta y la humanidad.. Bajo esta farsa –insitucionalizada con el apelativo de Responsabilidad Social Corporativa (RSC)– encontramos al BBVA, Unión Fenosa, Repsol o Iberdrola, qué más da, presumiendo de lo que no son: empresas comprometidas con la calidad de vida de las personas, con el cuidado del medio ambiente, o una empresa que escucha a la gente. El mecanismo siempre es parecido. Primero se comete el delito, explotar mano de obra o expoliar recursos naturales. A continuación, como es lógico, llegan las denuncias, los reclamos, la lucha y se deja en evidencia a tales corporaciones, y entonces, éstas contratacan con directores de marketing en la
s cocinas que le dan la vuelta a la tortilla. Nuestros negocios –dicen entre fogones– favorecerán el desarrollo de la zona. Y finalmente llegamos a la fase más perversa, cuando instituciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales "avalan y promocionan" el elegante vestido de la prestigiosa marca RSC. En este punto nos encontramos ahora, cuando el ya bien conocido y denunciado fenómeno de acaparamiento de tierras está encontrando en el Banco Mundial, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y en algunas ONG una inverosímil legitimidad bajo el eufemismo de inversión agrícola responsable. Fíjense en la trampa semántica, es la clave. Cuando el hacerse con tierras campesinas –se calcula que al menos 80 millones de hectáreas en todo el mundo han pasado al control de grandes corporaciones, fondos de inversión e incluso gobiernos extranjeros, generando enormes desplazamientos de personas que pierden sus raíces y su sustento– cambia de nombre, y ya no es acaparamiento, sino inversión, rápidamente se justifica tremenda injusticia.
( Nota de Gustavo Duch en “La Jornada” )


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