viernes, 25 de octubre de 2013

SEIS EMPRESAS OPERAN 60% DE SEMILLAS, 76% DE PESTICIDAS Y 100% DE TRANSGÉNICOS.

   ESE VENENO...   
...NUESTRO DE CADA DÍA, 
UNA EPIDEMIA MUNDIAL

Escribe 
PACO PUCHE (*) 
Fuente “EcoPortal” 
24 de octubre 2013

(*) PACO PUCHE (Francisco Puche Vergara -Antequera, 1940) estudió Ciencias Económicas y ejerció de librero. Fundador de las librerías Prometeo. Ecologista, escritor, periodista, conferenciante. Miembro de Ecologistas en Acción y de la Red de Economía Ecológica, activista en los movimientos del agua, escribe en. Director de "Las Provincias" entre 1999 y 2002. Desde 2011, miembro de la comisión de Gobierno del Consell Valencia. Activo redactor en medios de la prensa alternativa, sobre temas de Biodiversidad.

Desde hace medio siglo se han lanzado al medio ambiente unas 100.000 moléculas de síntesis  tóxicas, que invaden nuestros platos. “¿Existe relación entre la exposición a estas sustancias químicas y la progresión espectacular de los cánceres, las enfermedades neurodegenerativas, los problemas de fertilidad, la
diabetes o la obesidad? A partir de esta pregunta (que se puede desde ahora mismo contestar positivamente: sí, existe relación estrecha) cuando invoquemos “el pan nuestro de cada día” habrá que añadir “ecológico”, sin venenos. PESTICIDAS: Con este nombre designamos venenos químicos que sirven para matar. Su propia etimología lo expresa con toda claridad: “pesti” procede del latín pestis que designa plagas o enfermedades contagiosas, y “cida”, procedente igualmente del latín caedere, significa matar. Por tener esta denominación tan expresiva los fabricantes nos lo han hecho denominar como productos fitosanitarios, y su aplicación en el terreno, comúnmente, se designa con los términos médicos de
“curar” y “tratar”. Aunque en forma de compuestos minerales o plantas, los pesticidas se han utilizado desde la Antigüedad, pero es en la Primera Guerra Mundial cuando se ponen las bases de su producción masiva, que está ligada en muchos casos a la guerra química cuya paternidad corresponde al alemán Fritz Haber (1868-1934). Este investigador descubrió la fijación de nitrógeno atmosférico, base para la fabricación de abonos nitrogenados pero también para la obtención de explosivos. A la vez desarrolló el gas de cloro, usado como arma en la Gran Guerra, y a partir de ahí el fosgeno que sigue siendo muy usado en la industria de los pesticidas (es uno de los componentes del sevín, el insecticida que fue el origen de la catástrofe de Bhopal en 1984, en la que murieron 20.000 personas y quedaron heridas medio millón). Estos trabajos de Haber sobre los gases clorados abrieron el camino hacia la producción industrial de insecticidas de síntesis, la familia de los organoclorados, de los cuales el más célebre es el DDT -diclodifeniltricloroetano.
Fue utilizado por primera vez en 1943 como insecticida y fue casi prohibido en 2001. En esos 60 años se arrojaron cerca de dos millones de toneladas por todas partes: en campos, ciudades y hogares. La primera gran denuncia sobre sus efectos fue la realizada por Rachel Carson en 1962 que muestra que “el mito de su inocuidad se basa el hecho de que en tiempo de guerra se usó en miles de combatientes para luchar contra los piojos”, y en que tiene muy poca toxicidad aguda en mamíferos. Pero sus efectos a largo plazo son terribles: “actúa como perturbador endocrino, induce cánceres, malformaciones congénitas y problemas de fertilidad.

(Nota de Paco Puche en “EcoPortal”)

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