...NUESTRO DE CADA DÍA,
UNA EPIDEMIA MUNDIAL
Escribe
PACO PUCHE (*)
Fuente “EcoPortal”
24 de octubre
2013
(*) PACO PUCHE (Francisco Puche Vergara
-Antequera, 1940) estudió Ciencias Económicas y ejerció de librero. Fundador de
las librerías Prometeo. Ecologista, escritor, periodista, conferenciante.
Miembro de Ecologistas en Acción y de la Red de Economía Ecológica, activista
en los movimientos del agua, escribe en. Director de "Las Provincias"
entre 1999 y 2002. Desde 2011, miembro de la comisión de Gobierno del Consell
Valencia. Activo redactor en medios de la prensa alternativa, sobre temas de
Biodiversidad.
Desde hace medio siglo se han lanzado al medio ambiente unas
100.000 moléculas de síntesis tóxicas,
que invaden nuestros platos. “¿Existe relación entre la exposición a estas
sustancias químicas y la progresión espectacular de los cánceres, las
enfermedades neurodegenerativas, los problemas de fertilidad, la
diabetes o la
obesidad? A partir de esta pregunta (que se puede desde ahora mismo contestar
positivamente: sí, existe relación estrecha) cuando invoquemos “el pan nuestro
de cada día” habrá que añadir “ecológico”, sin venenos. PESTICIDAS: Con este
nombre designamos venenos químicos que sirven para matar. Su propia etimología
lo expresa con toda claridad: “pesti” procede del latín pestis que designa
plagas o enfermedades contagiosas, y “cida”, procedente igualmente del latín
caedere, significa matar. Por tener esta denominación tan expresiva los
fabricantes nos lo han hecho denominar como productos fitosanitarios, y su
aplicación en el terreno, comúnmente, se designa con los términos médicos de
“curar” y “tratar”. Aunque en forma de compuestos minerales o plantas, los
pesticidas se han utilizado desde la Antigüedad, pero es en la Primera Guerra
Mundial cuando se ponen las bases de su producción masiva, que está ligada en
muchos casos a la guerra química cuya paternidad corresponde al alemán Fritz
Haber (1868-1934). Este investigador descubrió la fijación de nitrógeno
atmosférico, base para la fabricación de abonos nitrogenados pero también para
la obtención de explosivos. A la vez desarrolló el gas de cloro, usado como
arma en la Gran Guerra, y a partir de ahí el fosgeno que sigue siendo muy usado
en la industria de los pesticidas (es uno de los componentes del sevín, el
insecticida que fue el origen de la catástrofe de Bhopal en 1984, en la que
murieron 20.000 personas y quedaron heridas medio millón). Estos trabajos de
Haber sobre los gases clorados abrieron el camino hacia la producción
industrial de insecticidas de síntesis, la familia de los organoclorados, de
los cuales el más célebre es el DDT -diclodifeniltricloroetano.
Fue utilizado
por primera vez en 1943 como insecticida y fue casi prohibido en 2001. En esos
60 años se arrojaron cerca de dos millones de toneladas por todas partes: en
campos, ciudades y hogares. La primera gran denuncia sobre sus efectos fue la
realizada por Rachel Carson en 1962 que muestra que “el mito de su inocuidad se
basa el hecho de que en tiempo de guerra se usó en miles de combatientes para
luchar contra los piojos”, y en que tiene muy poca toxicidad aguda en
mamíferos. Pero sus efectos a largo plazo son terribles: “actúa como
perturbador endocrino, induce cánceres, malformaciones congénitas y problemas
de fertilidad.
(Nota de Paco Puche en “EcoPortal”)
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