LA DECADENCIA ESTADOUNIDENSE
Escribe
IMMANUEL WALLERSTEIN
Fuente “La Jornada” de
México
con Traducción de
Ramón Vera Herrera
9 de noviembre 2013
(*)WALLERSTEIN
IMMANUEL (1930) sociólogo y científico social histórico de EE UU. Principal teórico del análisis de
sistema-mundo. Estudio en Columbia con doctorado en 1959. De 1976 a 1999 Profesor de
Sociología en Binghamton. Director del Centro Braudel de estudios económicos. ocupó
varios puestos al ser profesor visitante en diferentes universidades alrededor
del mundo, fue premiado con múltiples títulos honoríficos. Es presidente de la Comisión Gulbenkian.
Hace tiempo que argumento que la decadencia estadunidense en
tanto potencia hegemónica comenzó circa 1970 y que el lento declive se tornó
precipitado durante la presidencia de George W. Bush. Comencé a escribir del
asunto en 1980 o algo así. En ese entonces la reacción a este argumento, desde
todos los campos políticos
, fue rechazarlo como absurdo. En los 90, muy por el
contrario (de nuevo desde todos los lados del espectro político), fue amplia la
creencia de que Estados Unidos había llegado al clímax de la dominación
unipolar. Sin embargo, después del estallido de la burbuja de 2008 la opinión
de políticos, expertos y público en general comenzó a cambiar. Hoy, un gran
porcentaje de personas (si bien no todo el mundo) acepta la realidad de que al
menos está ocurriendo una relativa decadencia del poderío, el prestigio e
influencia de Estados Unidos. Al interior de ese país eso se va aceptando con
bastante renuencia. Políticos y expertos rivalizan unos contra otros en
recomendar formas de cómo, todavía, podría revertirse esta decadencia. Yo creo
que e
s irreversible. La cuestión real es cuáles son las consecuencias de esta
decadencia. La primera es la reducción manifiesta de la capacidad de control
estadunidense sobre la situación mundial y, en particular, la pérdida de
confianza de los que alguna vez fueran los aliados más cercanos de Estados
Unidos respecto de su comportamiento. Durante el último mes, debido a la
evidencia mostrada por Edward Snowden, se hizo del conocimiento público que la
Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) ha estado
espiando directamente a los líderes más importantes de Alemania, Francia,
México y Brasil, entre otros (por supuesto, a incontables ciudadanos de estos
países). Estoy seguro que Estados Unidos se involucró en actividades similares
en 1950. Pero en ese año ninguno de estos países se habría atrevido a hacer un
escándalo público de su ira ni a exigir que Estados Unidos dejara de hacer
esto. Si lo hacen hoy es porque Estados Unidos los necesita más a ellos que
ellos a éste. Los líderes actuales saben que Washington no
tiene opción, sino
prometer, como el presidente Obama acaba de hacerlo, que cesará estas prácticas
(aunque no lo diga en serio). Y los líderes de esos cuatro países todos saben
que su posición interna se verá fortalecida, no debilitada, por torcerle la
nariz en público a Estados Unidos. Y en tanto los medios discuten la decadencia
estadunidense, la mayor atención se le presta a China como potencial sucesor
hegemónico. Esto tampoco es certero. No hay duda de que China es un país que
crece en fuerza geopolítica. Pero acceder al rol de poder hegemónico es un
proceso arduo y prolongado. Normalmente le tomaría por lo menos otro medio
siglo a algún país para que alcanzara la posición donde pudiera ejercer un
poder hegemónico. Y esto significa un tiempo largo en el que cualquier cosa
puede pasar.
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