domingo, 10 de noviembre de 2013

DESPUÉS DEL 2008 LA OPINIÓN EN GENERAL COMENZÓ A CAMBIAR

CONSECUENCIAS DE 
LA DECADENCIA ESTADOUNIDENSE

Escribe 
IMMANUEL WALLERSTEIN
Fuente “La Jornada” de México 
con Traducción de 
Ramón Vera Herrera 
9 de noviembre 2013

 (*)WALLERSTEIN IMMANUEL (1930) sociólogo y científico social histórico de EE UU.   Principal teórico del análisis de sistema-mundo. Estudio en Columbia con doctorado en 1959. De 1976 a 1999 Profesor de Sociología en Binghamton. Director del Centro Braudel de estudios económicos. ocupó varios puestos al ser profesor visitante en diferentes universidades alrededor del mundo, fue premiado con múltiples títulos honoríficos. Es presidente de la Comisión Gulbenkian.

Hace tiempo que argumento que la decadencia estadunidense en tanto potencia hegemónica comenzó circa 1970 y que el lento declive se tornó precipitado durante la presidencia de George W. Bush. Comencé a escribir del asunto en 1980 o algo así. En ese entonces la reacción a este argumento, desde todos los campos políticos
, fue rechazarlo como absurdo. En los 90, muy por el contrario (de nuevo desde todos los lados del espectro político), fue amplia la creencia de que Estados Unidos había llegado al clímax de la dominación unipolar. Sin embargo, después del estallido de la burbuja de 2008 la opinión de políticos, expertos y público en general comenzó a cambiar. Hoy, un gran porcentaje de personas (si bien no todo el mundo) acepta la realidad de que al menos está ocurriendo una relativa decadencia del poderío, el prestigio e influencia de Estados Unidos. Al interior de ese país eso se va aceptando con bastante renuencia. Políticos y expertos rivalizan unos contra otros en recomendar formas de cómo, todavía, podría revertirse esta decadencia. Yo creo que e
s irreversible. La cuestión real es cuáles son las consecuencias de esta decadencia. La primera es la reducción manifiesta de la capacidad de control estadunidense sobre la situación mundial y, en particular, la pérdida de confianza de los que alguna vez fueran los aliados más cercanos de Estados Unidos respecto de su comportamiento. Durante el último mes, debido a la evidencia mostrada por Edward Snowden, se hizo del conocimiento público que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) ha estado espiando directamente a los líderes más importantes de Alemania, Francia, México y Brasil, entre otros (por supuesto, a incontables ciudadanos de estos países). Estoy seguro que Estados Unidos se involucró en actividades similares en 1950. Pero en ese año ninguno de estos países se habría atrevido a hacer un escándalo público de su ira ni a exigir que Estados Unidos dejara de hacer esto. Si lo hacen hoy es porque Estados Unidos los necesita más a ellos que ellos a éste. Los líderes actuales saben que Washington no
tiene opción, sino prometer, como el presidente Obama acaba de hacerlo, que cesará estas prácticas (aunque no lo diga en serio). Y los líderes de esos cuatro países todos saben que su posición interna se verá fortalecida, no debilitada, por torcerle la nariz en público a Estados Unidos. Y en tanto los medios discuten la decadencia estadunidense, la mayor atención se le presta a China como potencial sucesor hegemónico. Esto tampoco es certero. No hay duda de que China es un país que crece en fuerza geopolítica. Pero acceder al rol de poder hegemónico es un proceso arduo y prolongado. Normalmente le tomaría por lo menos otro medio siglo a algún país para que alcanzara la posición donde pudiera ejercer un poder hegemónico. Y esto significa un tiempo largo en el que cualquier cosa puede pasar.

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