SIGUE COMIENDO MIELDA
SISTEMA
ALIMENTARIO MUNDIAL
Colectivo de
“REVISTA “CRISIS”Bs. As.
publica “BIODIVERSIDAD”
11 de noviembre 2013
En Argentina,
la cadena alimenticia tiene un altísimo grado de concentración que, entre otras
infinitas razones, explican el índice de inflación real. somos un país de
gordos con hambre que genera alimentos para 400 millones de personas. Desayunar
mate con pan, comer un pancho o una hamburguesa al mediodía, una coca con
galletitas por ahí para cortar la tarde y cenar una pizza con amigos. La dieta del trabajador
precarizado con el que, de a ratos, todos nos igualamos, es un presente
inapelable. La vida sana, en cambio, es un eslogan verde que casi nunca roza a
las mayorías. Son pequeñas epopeyas personales, o, en todo caso, una eterna
tendencia que nunca termina de consolidarse en el consumo masivo. De todas
formas, y a pesar
de los matices y las mañas de los esteticistas cool, la
comida basura es un fenómeno transclasista. Pensemos si no en lo que se devora
con fruición en el cumpleaños de cualquier niño argentino. Pepsi con snacks de
grasa a precio europeo, Coca con su turbio veneno de azúcar y sal. Ellas son
las que dictan el ritmo. La industria mundial de la alimentación está en manos
de un grupo de multinacionales que llegan a todos lados con su bocadillo
mortal. Las marcas son gigantes omnipresentes que nos invitan a caer mansos en
la tentación. Y zafar es mucho más difícil que ceder. Más que nada cuando las
cadenas minan la ciudad, se renuevan, nos ofrecen experiencias de consumo donde
el alimento berreta y caro viene empaquetado con filosofías orientales,
ecologistas, del buen vivir. Incluso
nacionalistas. El consumidor introyectó
los valores de la alimentación “sana”, el cero calorías que los productos SER
supieron vendernos tan bien. Pero la cantidad de niños obesos aumenta de manera
exponencial. En Argentina, la cadena alimenticia tiene un altísimo grado de
concentración que, entre otras infinitas razones, explican el índice de
inflación real. Somos un país de gordos con hambre que genera alimentos para
400 millones de personas. Lo que en el campo se vive como la imposibilidad de
desarrollar una vocación productiva más integral ante el avance del monocultivo,
en la ciudad se asimila en forma cotidiana como transgénico y chatarra. Los
tomates caros y sin gusto, la carne de feedlot, el pollo rebozado en
antibióticos que cabe en la palma de una mano, las cadenas de comidas rápidas.
La tragedia que nos tragamos cada día.
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