viernes, 24 de enero de 2014

LA TRAGEDIA NO LE FUE AJENA. Y SIN EMBARGO SE REBELÓ CONTRA LAS CRUELDADES DEL DESTINO


LA PALABRA JUAN

Escribe 
HERMANN BELLINGHAUSEN (*) 
Fuente “Pagina 12” de Buenos Aires 23 de enero 2014

(*) HERMANN BELLINGHAUSEN (Ciudad de México, 1953) Es un médico, narrador, poeta y editor mexicano. Graduado en la Universidad Nacional Autónoma de México. Autor, entre otros trabajos, de "La Memoria Herida" a propósito del tema de las violaciones a los Derechos Humanos. Como periodista participa en diversos medios de prensa alternativa.

Buscando algunos versos de Juan Gelman de donde asurme ante la llegada de su muerte, me di cuenta de que su obra es como el mar, comienza en cualquier parte y no termina. Hacía un día hermoso, no sólo por ser martes y 14 de un año 14. Los pájaros en la neblina retaban los contornos y el color de las montañas frías en donde vivo, las mismas donde nos conocimos hace veinte años. Esa noche soñé que Juan estaba vivo. El iba por la ciudad andando, como todos los poetas cuando no viajan en carro o vagón que otro maneja. Su problema no fue trasladarse. Así
alcanzó lo mismo al Che Guevara que al subcomandante Marcos, siendo el único que visitó a los dos en sus respectivas montañas (bueno, y Régis Debray). No, el problema consistía en que no podía dejar de ser quien era ni cuando dormía y soñaba que escribía un poema, siempre distinto de los que escribía despierto. Profesó un respeto tremendo por los sueños. Supo barbaridades. Sabía enormidades acerca de nuestros enemigos. Lo documentó a su modo en cientos, quizá miles de “artículos” que alguien coleccionará, ojalá. Frecuentó varias lenguas, inventó algunas, pero en el fondo sólo habitó con una y le fue fiel, la consideró su don, hizo de ella lo que quiso y no le dio tregua: la que llamamos castellano. El exilio en sus años de oscuridad, de amorosa y geográfica turbulencia, propició su poesía más difícil y dolida, al cabo abierta hacia la luz. Llegado a México al concluir los mil novecientos ochenta, acá encontró la serenidad posible, dadas las circunstancias. Siguió ejerciéndose como periodista y de pronto, junto con Mara, su compañera, se volvió detective   

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