Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Fuente “La Jornada” de México
Viernes 24 de enero 2014
(*)
RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador y escritor Analista internacional en Red Voltaire. Logró
en 2003 Premio José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios
del continente y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las
luchas sociales en nuestra América.
Escribe la sección internacional de “Brecha” (Uruguay).
Profesor en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
Grupos
de jóvenes de 15 a 20 años se autoconvocan en los shoppings de Brasil, sobre
todo en São Paulo, aunque la práctica se está extendiendo a todo el país, para
pasear, divertirse y cantar bailando funk ostentación, un género derivado del
funk carioca que exalta el consumo, las marcas de lujo, el dinero y el placer.
Son jóvenes que provienen de las periferias paulistas, pobres y, por lo tanto,
negros. El 7 de diciembre unos 6 mil confluyeron en el Shopping Metro Itaquera,
habitualmente frecuentado por familias de la periferia. El día 14 varios
cientos ingresaron bailando y gritando al Shopping Internacional de Guarulhos,
y aunque no hubo destrozos ni robos, ni consumieron drogas, la policía volvió a
reprimirlos y se llevó 23 detenidos sin motivo. Cuando se trata de jóvenes de
las periferias, los propietarios de los centros comerciales los filtran
amparados en decisiones de la justicia, los
vendedores cierran los comercios y
los clientes los insultan y los tratan como delincuentes. Crean el clima
propicio para la represión de la Policía Militar, una de las más letales del
mundo. La periodista Eliane Brum pregunta "¿Por qué la juventud negra de
las periferias del Gran São Paulo está siendo criminalizada?" ( El
País-Brasil, 23 de diciembre de 2013). En el imaginario nacional, sostiene,
para los jóvenes pobres divertirse fuera de los límites del gueto y desear
objetos de consumo es algo transgresor, porque “los shoppings fueron
construidos para mantenerlos del lado de afuera”. No sólo los shoppings: la
sociedad toda los deja fuera. Siempre que los de abajo se mueven, se muestran,
así sea sólo para salir de la periferia usando los mismos códigos de la
sociedad capitalista, son discriminados y golpeados, porque están ocupando
espacios que no les corresponden. En este caso cometieron un delito mayor: no
sólo desafían al ostentar sobre sus cuerpos morenos los mismos objetos que los
ricos, sino que empezaron a ocupar espacios-templos sagrados para las clases
medias y altas.
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