O SUBSIDIAR EL DESENCANTO
Escribe SILVANA MELO (*)
Fuente “ARGENPRESS Info”·
miércoles,
29 de enero de 2014
(*) SILVANA MELO nació en Olavarría el 30 de
agosto de 1961. Es periodista gráfica y radial, escritora y militante social. Tiene a su cargo la Agencia de
Noticias “Pelota de Trapo” (APE).
agenciapelota@pelotadetrapo.org.ar
. que tiene su campo de acción en areas carenciadas y marginadas recibiendo el Primer Premio Infancia en la categoría Medio de
Comunicación, instituido por la Comunidad de Madrid, España.
Pocas
verdades tan incontrastables: la vulnerabilidad de centenares de miles de
chicos y chicas, su horizonte demasiado a mano de su nariz, su planeta del
desencanto, su fatalidad ante un mundo que creen intransformable, son hijos y
nietos de las últimas décadas de infamia. Hijos y nietos de la Argentina
estragada por el colapso del trabajo como herramienta organizadora y proveedora
de dignidad, por el clientelismo elaborado en red, disciplinador y aplanadora
de las pequeñas insurrecciones diarias que son las que, finalmente, encienden
los sueños colectivos. “Más de la mitad
de los jóvenes tiene problemas serios de inserción social”, dicen los títulos
que dicen los informes. El problema es cómo conciliar la inserción en una
sociedad que ha sido formulada, durante todas las décadas de la infamia, para
eyectarlos, para fronterizarlos con gendarmería y prefectura si es necesario. Son
cerca de dos millones y medio entre los que dejaron la escuela (o bien la
escuela los abandonó a mitad del camino, justo en medio del río, cuando la
soledad es inmensa y la nada aterriza con las peores valijas), los que no
encuentran trabajo y los que ni siquiera salen a buscarlo. Porque el trabajo
implic
a una organización interna que la mayoría desconoce. Porque hay que
llegar todos los días a una hora determinada y quedarse ocho o diez más. Y
demasiadas veces no se logra. Porque la paga es ínfima (generalmente los
trabajos son en negro o de una informalidad devastadora) y siempre es menor de
lo que ofrecen los transas. El desempleo entre ellos triplica la tasa nacional
y la precariedad de las ocupaciones eventuales los arroja al mundo sin defensa
sindical, sin cobertura de salud, a merced de la marea de explotación, de
dientes que se caen (o se quitan) porque un tratamiento de conducto es una
pretensión de clase y de porvenir que se marchita, quemado bajo las olas de
enero en las calles como hornos de las barriadas.
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