LO PEOR DE FUKUSHIMA – Parte UNO
Escribe HARVEY WASSERMAN(*)
Fuente “Rebelión” http://www.rebelion.org/
Tradujo Sinfo Fernández 8 de febrero 2014
(*) HARVEY
WASSERMAN(EE.UU Ohio 1945) Periodista, autor, activista de la democracia y
energías renovables . Estratega y organizador en el movimiento anti-nuclear en
EE UU por 30 años. Integra el programa Nightline , National Public Radio , CNN
Lou Dobbs Tonight y otros. Asesor principal de Greenpeace EE.UU. y de la
Información Nuclear y Recursos de Servicios. Editor en jefe de The Columbus
Free Press
En Fukushima han desaparecido los núcleos derretidos pero
las emisiones radioactivas siguen secretamente supurando. La dura censura
dictatorial de Japón ha ido acompañada de un apagón –exitoso- en los medios
corporativos globales a fin de que Fukushima permanezca lejos de la mirada
pública. Pero todo eso no mantiene la radiación real alejada de nuestro
ecosistema, nuestros mercados… o nuestros cuerpos. Las especulaciones acerca
del impacto
final van desde lo totalmente inofensivo a lo intensamente
apocalíptico. Pero la realidad básica es muy simple: a lo largo de siete décadas,
las fábricas de bombas del gobierno [EEUU] y los reactores de propiedad privada
han estado arrojando a la biosfera cantidades masivas de radiación. Se
desconocen fundamentalmente los impactos de estas emisiones en la salud
ecológica y humana porque la industria nuclear se ha negado rotundamente a
estudiarlos. En efecto, la presunción oficial ha sido siempre mostrar que las
pruebas de los daños causados por las bombas nucleares y los reactores
comerciales es un asunto de las víctimas y no de quienes los perpetran. Y que,
en cualquier caso, la industria saldrá prácticamente sin perjuicio alguno. Aquí
van 50 razones preliminares de por qué ese legado
radioactivo exige que nos
preparemos para lo peor respecto a nuestros océanos, nuestro planeta, nuestra
economía y… nosotros mismos. En Hiroshima y Nagasaki (1945), el ejército
estadounidense negó inicialmente que se hubiera producido lluvia radioactiva u
otro tipo de daño. A pesar de carecer de datos significativos, las víctimas
(incluyendo un grupo estadounidense de prisioneros de guerra) y quienes las
apoyaban fueron oficialmente “desacreditadas” y despreciadas. Fue a partir los
incorrectos estudios de la Bomba-A , iniciados cinco años después de Hiroshima,
cuando se conjuraron los niveles de “dosis aceptables” para los
reactores
comerciales, y en Fukushima, y en más lugares, se ha sido todo lo laxo que se
ha podido a fin de salvaguardar el dinero de la industria. Al negarse a evaluar
las consecuencias a largo plazo de las emisiones, la industria está ocultando
sistemáticamente los impactos sobre la salud de los accidentes de Three Mile
Island, Chernobil, Fukushima, etc., obligando a las víctimas a depender de
aislados estudios independientes que automáticamente se consideran
“desacreditados”. A nivel amplio, se han sufrido daños en la salud a causa del
radio presente en la pintura que hace brillar el dial de los despertadores, por
la producción de bombas, por el enriquecimiento/fresado/minería del uranio, por
la gestión de los deshechos radioactivos y por otros trabajos radioactivos, a
pesar de las décadas de implacable negativa de la industria.
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