SUMATORIA QUE RESTA
Escribe
JUAN ALBERTO
SÁNCHEZ MARÍN (*)
Fuente “Hispan TV”
publica “Rebelión”
25 de febrero 2014
(*) JUAN ALBERTO
SÁNCHEZ MARÍN- (Colombia)Es analista internacional, periodista, escritor,
guionista y director de cine y televisión. Dirige el programa “Entre Líneas”,
sobre temas políticos, económicos y sociales, que se emite a través del canal
internacional iraní Hispan TV. Ha trabajado en RT (Russia
Today), Telesur, YVKE Mundial (Venezuela),
La Alianza del Pacífico recuerda la novela y la película
homónima del español Fernando Fernán Gómez, “El viaje a ninguna parte”, donde
los cuatro países que la han conformado simulan el grupo de cómicos que va sin
rumbo haciendo representaciones teatrales por Castilla. Pero el símil se acaba
pronto, porque, si bien la Alianza es un grupo de países bufos en
representación
histriónica, el despiste es sólo en apariencia. Saben bien
adónde van y muy bien de la encomienda entre manos. México, Colombia, Perú y
Chile no confluyen a este pacto por conjunción astral. Tampoco por la hermandad
de sangre que fingen los mandatarios o por la herencia bolivariana, cuyos
restos ellos más bien se han dedicado a deshacer. México llegó a creer que
Estados Unidos y Canadá eran sus socios. De Colombia, Perú está más lejos que
las repúblicas del Congo, y no precisamente por la barrera natural amazónica.
Colombia, que se ha ufanado de aliarse con ingleses y gringos contra países
hermanos. Los Estados Unidos han propiciado la división de los pueblos de
Nuestra América. Y las élites de los países se han encargado de ejecutar la
directriz mediante las guerras, el desconocimiento o la
rabia contra el vecino.
Un odio falso entre pueblos, sembrado
mediante la manipulación. Asunto sencillo, cuando se cuenta con la estructura
mediática a la orden y se maneja eso que llaman opinión pública con el meñique.
Mientras, de élite a élite, las desavenencias son acomodaticias. Casi lo mismo
es la mexicana que la peruana, o la colombiana que la chilena. Puede que unas
usen Louis Vuitton y otras Fendi, o que no todas se aromaticen con Chanel o
Gucci. La verdad es que unas élites con elementos de identidad tan costosos
difícilmente pueden ser enemigas. Pero el dinero, mucho dinero, supone
riesgos
grandes. Y un comportamiento gregario de la decadente manada es, digamos, unir
fuerzas. Para eso se crean engañosos y elaborados mecanismos de sumisión.
Propuestas que se anuncian como oportunidades y son oportunismo. Se echa mano de las rencillas entre las élites de una patria
u otra sólo si se requiere con urgencia algún nacionalismo, para afianzarse a
sí mismas. La Alianza del Pacífico, a través de Chile, a través de las sucesión
de TLC, los demás países caen de bruces al Acuerdo Transpacífico. Con las pocas
bondades que tiene ser parte de una trituradora como esa, en la que lo peor de
los sueños estadounidenses del pasado (ALCA) se une con las peores mentiras del
futuro: la prosperidad, el empleo, el crecimiento económico. En otras palabras,
esta es una integración para dividir. O una unión que resta. Y no es una
paradoja. Ni una vía con doble sentido. Es la carretera de vuelta que los
Estados Unidos y los países que gravitan en su órbita le construyen a pasos
acelerados a la integración en marcha de la región.
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