jueves, 27 de febrero de 2014

PELEAN EN UNA MISMA PATRIA PARA TENER PODER POR TURNOS Y SACAR DEL JUEGO OTRA MIRADA

LA ALIANZA DEL PACÍFICO,
SUMATORIA QUE RESTA

Escribe
JUAN ALBERTO 
SÁNCHEZ MARÍN (*) 
Fuente “Hispan TV” publica “Rebelión” 
25 de febrero 2014

 (*) JUAN ALBERTO SÁNCHEZ MARÍN- (Colombia)Es analista internacional, periodista, escritor, guionista y director de cine y televisión. Dirige el programa “Entre Líneas”, sobre temas políticos, económicos y sociales, que se emite a través del canal internacional iraní Hispan TV. Ha trabajado en RT (Russia Today), Telesur, YVKE Mundial (Venezuela), 


La Alianza del Pacífico recuerda la novela y la película homónima del español Fernando Fernán Gómez, “El viaje a ninguna parte”, donde los cuatro países que la han conformado simulan el grupo de cómicos que va sin rumbo haciendo representaciones teatrales por Castilla. Pero el símil se acaba pronto, porque, si bien la Alianza es un grupo de países bufos en representación
histriónica, el despiste es sólo en apariencia. Saben bien adónde van y muy bien de la encomienda entre manos. México, Colombia, Perú y Chile no confluyen a este pacto por conjunción astral. Tampoco por la hermandad de sangre que fingen los mandatarios o por la herencia bolivariana, cuyos restos ellos más bien se han dedicado a deshacer. México llegó a creer que Estados Unidos y Canadá eran sus socios. De Colombia, Perú está más lejos que las repúblicas del Congo, y no precisamente por la barrera natural amazónica. Colombia, que se ha ufanado de aliarse con ingleses y gringos contra países hermanos. Los Estados Unidos han propiciado la división de los pueblos de Nuestra América. Y las élites de los países se han encargado de ejecutar la directriz mediante las guerras, el desconocimiento o la
rabia contra el vecino.  Un odio falso entre pueblos, sembrado mediante la manipulación. Asunto sencillo, cuando se cuenta con la estructura mediática a la orden y se maneja eso que llaman opinión pública con el meñique. Mientras, de élite a élite, las desavenencias son acomodaticias. Casi lo mismo es la mexicana que la peruana, o la colombiana que la chilena. Puede que unas usen Louis Vuitton y otras Fendi, o que no todas se aromaticen con Chanel o Gucci. La verdad es que unas élites con elementos de identidad tan costosos difícilmente pueden ser enemigas. Pero el dinero, mucho dinero, supone
riesgos grandes. Y un comportamiento gregario de la decadente manada es, digamos, unir fuerzas. Para eso se crean engañosos y elaborados mecanismos de sumisión. Propuestas que se anuncian como oportunidades y son oportunismo. Se echa mano de las rencillas entre las élites de una patria u otra sólo si se requiere con urgencia algún nacionalismo, para afianzarse a sí mismas. La Alianza del Pacífico, a través de Chile, a través de las sucesión de TLC, los demás países caen de bruces al Acuerdo Transpacífico. Con las pocas bondades que tiene ser parte de una trituradora como esa, en la que lo peor de los sueños estadounidenses del pasado (ALCA) se une con las peores mentiras del futuro: la prosperidad, el empleo, el crecimiento económico. En otras palabras, esta es una integración para dividir. O una unión que resta. Y no es una paradoja. Ni una vía con doble sentido. Es la carretera de vuelta que los Estados Unidos y los países que gravitan en su órbita le construyen a pasos acelerados a la integración en marcha de la región.

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