Escribe NICOLÁS MARRERO
Fuente REBELIÓN
28 de junio 2014
La sanción de Suárez no sólo resultó indignante para los
uruguayos, quienes nos preguntamos porqué no se aplica la misma vara para otras
jugadores que han realizado acciones extremadamente violentas. Con la
suspensión -la más dura en toda la historia de los mundiales-, Brasil, Alemania
u Holanda, se aseguran de sacar al temido goleador uruguayo del mundial. El
hecho pone en evidencia las poderosas estructuras de poder políticas y
económicas que maneja la FIFA. Hace unos días Galeano calificó a este organismo
como una dictadura invisible, que maneja el fútbol como una monarquía. “Nadie
sabe los secretos de la FIFA, cerrados a siete llaves”. Como cualquier empresa
lucrativa, las decisiones no pueden ser democráticas. Y como empresa lucrativa
e internacional, su política debe beneficiar las mayores ganancias de las
grandes transnacionales. De modo que para la FIFA y quienes patrocinan la copa,
resulta económicamente inconveniente que una selección como Uruguay elimine a
grandes potencias como Inglaterra, Italia o potencialmente, Brasil. Para la
organización de este Mundial, el poder de la FIFA se expresó en hechos
realmente dramáticos que hacen a su verdadera naturaleza, que no es el fútbol.
Desde 2007, cuando Brasil fue elegido como anfitrión de la Copa del Mundo, la
policía de Río de Janeiro mató a 885 personas por año; 200 mil personas fueron
desalojadas a la
fuerza por distintas construcciones relacionadas con el
Mundial (Prensa Obrera, 26/06). El gobierno de Dilma Rousseff montó un verdadero
Estado de excepción. Un reciente documental “The price of the World Cup”
muestra en imágenes y datos esta realidad. Al igual que el FMI la FIFA señaló
que “ayudará a modernizar la sociedad brasilera” y que trabajarán por el
“interés común”. Sin embargo, los países que organizan las Copas del Mundo
deben someterse a la autoridad de la FIFA, lo que incluye -en muchos casos-
transformar la legislación nacional, transfiriendo a este organismo los
derechos de publicidad y control del perímetro de los estadios. Un suerte de
Estado soberano cuya tarea es la apertura de un mercado millonarios para
Adidas, MasterCard, Coca-Cola y otros grandes capitales, en donde como advertía
Havelange “el fútbol es un producto nacional que debe venderse lo más
sabiamente posible”. El fútbol que debería ser la expresión deportiva de
relaciones sociales libres de toda atadura mercantil, de un hermoso y bello
deporte -que es también para muchos una pasión
- es convertido en una
mmercancía, con las consecuencias vistas. La “modernización” es, por supuesto,
un cuento. De un modo similar a lo sucedido en Sudáfrica, el Mundial de la FIFA
habrá puesto de manifiesto las enormes desigualdades existentes y despertado la
deliberación y movilización entre los trabajadores brasileños. De esta manera,
la suspensión de Luis Suárez manifiestamente injusta, debe poner sobre la mesa
el conjunto de las injusticias más atroces que son parte de este Mundial, y
cuestionar a los “dueños de la pelota”, quienes con la complacencia de los
gobiernos 'progresistas', oprimen a los pueblos para garantizar un fenomenal
negocio.
(esta completa la nota aquí)
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