miércoles, 11 de junio de 2014

EN BRASIL LA FIEBRE DEL ETANOL DESTRUYE LA TIERRA GUARANÍ POR EMPRESAS COMO SHELL Y OTRAS

MUNDIAL, PATROCINADORES 
Y PUEBLOS ORIGINARIOS

Escribe GUSTAVO DUCH (*)
 Fuente BLOG del autor 
publica “Rebelión” 
10 de junio 2014

(*) GUSTAVO DUCH GUILLOT (1965, Barcelona) licenciado en Veterinaria y Postgrado en Dirección de Empresas. Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. Ha sido director de Veterinarios Sin Fronteras. Integra Consejo Científico de ATTAC. Escribe en importantes medios alternativos del continente. Columnista en “La Jornada” de México.

 “Me ataron a un árbol en el bosque, me vendaron los ojos y me dijeron que iba a morir y que ninguna persona podría encontrarme nunca más. Vertieron un líquido amargo en mi boca y me dijeron que lo tragara. Después detonaron varios disparos cerca de mis oídos y ya no podía escuchar nada, entonces se fueron en su automóvil”. Así explica un muchacho guaraní, Valmir Guarani Kaiowá, como intentaron acabar con su vida el pasado lunes 2 junio, a pocos días de que en su país se inaugure el mundial de fútbol 2014. Un territorio, Brasil, que por el año 1500, cuando llegaron los primeros europeos, era el hogar para más de 10 millones de
indígenas y que ahora -explica la organización Survival- su pueblo más numeroso, precisamente el guaraní, son solo 51.000 personas que ocuparían menos de las dos terceras partes de todo el aforo de Maracaná donde, entre gritos y pasiones, se cerrará el Mundial. Otros pueblos indígenas han quedado tan mermados que ni tan siquiera podrían formar un equipo de fútbol, como los 5 supervivientes del pueblo akuntsu en el estado de Rondônia; los 4 supervivientes del pueblo juma en el estado de Amazonas; o los 3 supervivientes del pueblo piripkura, también en Rondônia.Y sí, puede parecer una metáfora pero es bien cierto que los campos de fútbol donde van a desarrollarse el mundial de Brasil son la imagen del expolio y el robo de los territorios -selvas y bosques- donde desde siempre han vivido los pueblos originarios y que hoy, por intereses madereros, de la agricultura y ganadería industrial, las megarepresas hidroeléctricas, la búsqueda y extracción de hidrocarburos y cientos de carreteras que los atraviesan, siguen siendo destruidos a una velocidad muy superior a cualquier sprint de un delantero centro. La supervivencia o no de estas comunidades -algunas, voluntariamente, siguen sin entrar en contacto con nuestra civilización- no solo depende de la voluntad política de la nación que los gobierna (que dedica 791 millones de dólares para pagar la seguridad durante la Copa del Mundo, una suma diez veces mayor que todo el presupuesto anual de su Departamento de Asuntos Indígenas) si no también de quienes en otros continentes sentados frente al televisor veremos cómo repiten hasta la saciedad las hazañas de riquísimos deportistas.  Como canta León Gieco, “el mundo está amueblado con maderas del Brasil” y es bastante probable que la mesa de madera donde descansa dicho televisor hubiera sido refugio de aves, plantas, pequeños mamíferos e insectos cerca de los estadios de Cuiabá, Brasilia o Belo Horizonte donde correrá la pelota. O por qué no, que provenga de los más de 7,2 millones de hectáreas de plantaciones de eucaliptos o pinos que hoy se levantan donde antes recolectaban, cultivaban y vivían gentes nambiquaras, umutinas o parecis. (…ir a la nota completa)


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