Columnista de “Ultimas Noticias”
Buenos Aires – Argentina –
29 de junio 2014
(*) JOSÉ
PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) Es un filósofo,
docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión
argentino. Es licenciado en Filosofía y fue profesor universitario en la
Universidad de Buenos Aires. Su programa recibió 5 estrellas de 5. En él
despliega las propuestas de los grandes pensadores de todos los tiempos. Con
Horacio González es autor del libro “Historia y pasión”, que reúne un
fructífero diálogo entre ambos
Prometeo
es el dios amigo de los hombres. Todo indica que entre éstos y los dioses su
elección es clara: opta por los hombres. Toda esta cuestión (que surge de las
entrañas de la mitología griega) generó una literatura altisonante en beneficio
de este dios inexplicable. ¿Por qué habría de querer tanto a los hombres cuando
debiera saber (y lo sabe) que el lado de los dioses es el más ventajoso, porque
tienen más poder, porque siempre ganan, aun cuando se les robe el fuego,
heroica actitud que siempre será temporaria? Este dios titán fue alabado por
todo el humanismo occidental. Les robó el fuego a los dioses y se lo dio a los
hombres. Percy Shelley escribió Prometeo encadenado y su admirable mujer, Mary
Shelley, escribió Frankenstein, el moderno Prometeo, profundizando
definitivamente en la cuestión. El doctor Victor Frankenstein crea el hombre,
suplanta la tarea divina y asume la rebeldía de Prometeo. El doctor
Frankenstein es el moderno Prometeo porque desafió a Dios en el mismísimo
terreno de la creación. Así es la historia y así se sigue escribiendo. Zeus
pareciera invencible, y lo ha sido durante largo tiempo. Tiene de su lado a la
Justicia. Tiene de su lado al castigo. Condena al sufrimiento a quienes lo
ofenden oponiéndose a sus dictámenes, siempre injustos con los hombres. Su ave
de rapiña predilecta es el águila de cabeza blanca. Benjamin
Franklin (uno de
los Padres Fundadores de EE.UU.) se opuso a que su país adoptara este animal
rapaz y carroñero como su símbolo patrio. Teddy Roosevelt habría preferido al
oso, al oso de los bosques, temible pero digno. Sin embargo, perseveró el
águila de cabeza blanca. Semejante al buitre. Por sus garras, por su vivir de
la carne ajena, por su revoleo entre los muertos o los que espera que mueran,
por amor a la carroña y a la rapacidad. Qué prometeico. Cuánto sabe del pathos
de los hombres, de sus dolores y sus derrotas y sus nuevos ataques, siempre
incesantes, contra los Zeus de la historia, aun cuando tantas veces el triunfo
de Prometeo haya terminado por ser otro rostro del temible Zeus. No importa.
Los buitres siempre atacan. Siempre quieren que Prometeo, el dios del fuego, el
amigo de los hombres, siga encadenado. Pero tan eterno y fuerte como este deseo
(el de los buitres, el de las aves que se alimentan de muerte, de carne muerta)
es el de los hombres por librar a Prometeo de sus cadenas. (…ir
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