lunes, 30 de junio de 2014

“HEMOS SIDO ENCADENADOS A UNA ROCA Y LOS BUITRES DEVORAN NUESTRO HÍGADO…”

PROMETEO Y LOS BUITRES

Escribe PABLO FEINMANN (*)
 Columnista de “Ultimas Noticias”
 Buenos Aires – Argentina – 29 de junio 2014

(*) JOSÉ PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) Es un filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino. Es licenciado en Filosofía y fue profesor universitario en la Universidad de Buenos Aires. Su programa recibió 5 estrellas de 5. En él despliega las propuestas de los grandes pensadores de todos los tiempos. Con Horacio González es autor del libro “Historia y pasión”, que reúne un fructífero diálogo entre ambos

Prometeo es el dios amigo de los hombres. Todo indica que entre éstos y los dioses su elección es clara: opta por los hombres. Toda esta cuestión (que surge de las entrañas de la mitología griega) generó una literatura altisonante en beneficio de este dios inexplicable. ¿Por qué habría de querer tanto a los hombres cuando debiera saber (y lo sabe) que el lado de los dioses es el más ventajoso, porque tienen más poder, porque siempre ganan, aun cuando se les robe el fuego, heroica actitud que siempre será temporaria? Este dios titán fue alabado por todo el humanismo occidental. Les robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres. Percy Shelley escribió Prometeo encadenado y su admirable mujer, Mary Shelley, escribió Frankenstein, el moderno Prometeo, profundizando definitivamente en la cuestión. El doctor Victor Frankenstein crea el hombre, suplanta la tarea divina y asume la rebeldía de Prometeo. El doctor Frankenstein es el moderno Prometeo porque desafió a Dios en el mismísimo terreno de la creación. Así es la historia y así se sigue escribiendo. Zeus pareciera invencible, y lo ha sido durante largo tiempo. Tiene de su lado a la Justicia. Tiene de su lado al castigo. Condena al sufrimiento a quienes lo ofenden oponiéndose a sus dictámenes, siempre injustos con los hombres. Su ave de rapiña predilecta es el águila de cabeza blanca. Benjamin
Franklin (uno de los Padres Fundadores de EE.UU.) se opuso a que su país adoptara este animal rapaz y carroñero como su símbolo patrio. Teddy Roosevelt habría preferido al oso, al oso de los bosques, temible pero digno. Sin embargo, perseveró el águila de cabeza blanca. Semejante al buitre. Por sus garras, por su vivir de la carne ajena, por su revoleo entre los muertos o los que espera que mueran, por amor a la carroña y a la rapacidad. Qué prometeico. Cuánto sabe del pathos de los hombres, de sus dolores y sus derrotas y sus nuevos ataques, siempre incesantes, contra los Zeus de la historia, aun cuando tantas veces el triunfo de Prometeo haya terminado por ser otro rostro del temible Zeus. No importa. Los buitres siempre atacan. Siempre quieren que Prometeo, el dios del fuego, el amigo de los hombres, siga encadenado. Pero tan eterno y fuerte como este deseo (el de los buitres, el de las aves que se alimentan de muerte, de carne muerta) es el de los hombres por librar a Prometeo de sus cadenas. (…ir a la nota completa)

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