Y PAGADO POR LA PLEBE
(*) GUILLERMO ALMEYRA- Argentino-mexicano, nacido en
Buenos Aires. Doctor en Ciencias Políticas (Univ. París VIII),
profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad
Xochimilco, de México. Miembro del Consejo Editor de “Sin Permiso” Columnista
habitual en “La Jornada” de México. Periodista y escritor en especial en temas
históricos; en esa línea ha publicado sobre los principales referentes del
marxismo. Marx, Lenin, Trostky.
En la antigua Roma las clases dominantes distribuían pan
a la plebe para tenerla tranquila y le ofrecían en el circo cruentos
espectáculos de gladiadores y matanzas colectivas o carreras de cuadrigas en
las que los espectadores desahogaban su odio reprimido y apoyaban al carro
adversario del equipo del emperador oponiéndose así a éste, pero de un modo
inofensivo. Quien ofrecía el espectáculo gratuito obtenía en cambio popularidad
y prestigio. El capitalismo actual sabe utilizar la industria del espectáculo
como herramienta para la dominación. Tal es el papel para nada ingenuo de la
industria cinematográfica y de la televisión
estadunidenses, que refuerzan y
promueven los valores de los explotadores, deforman y ocultan los problemas
reales, conquistan las mentes y moldean los gustos y consumos de los explotados
y oprimidos. Ese papel culmina con el futbol como negocio que llegó a ser
motivo de una guerra entre El Salvador y Honduras y, particularmente, en el
Mundial de futbol. ¿Qué es el futbol profesional? Jugadores con sueldos enormes
–muy superiores a los de los científicos más especializados–, dirigentes de
clubes y federaciones mafiosos, dueños de los clubes que invierten en ellos el
dinero que exportan ilegalmente de sus países respectivos, como los oligarcas
rusos, o las sumas obtenidas de la explotación del trabajo semiesclavo, como
los jeques de Qatar, Arabia Saudita o los Emiratos. Ese es el
"deporte" que se presenta a las multitudes humilladas, apaleadas,
desocupadas, que desean éxitos, aunque sean ficticios, y quieren ver lujo,
aunque sea ajeno, y se endeudan para entrar siquiera a una de las "misas
negras" de un deporte que nació popular y se transformó en un negocio
arreglado. Además, mientras la desocupación, la subocupación y la pobreza
alcanzan cifras enormes, los escasos fondos presupuestarios se despilfarran en
la construcción de verdaderos elefantes blancos, absolutamente inútiles en la
mayoría de las ciudades una vez que termine la Copa Mundial de Futbol.
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