Y DESPUÉS ENTRA EN SILENCIO
Escribe LEONARDO BOFF (*)
Fuente: http://servicioskoinonia.org/
Viernes 13 de junio 2014
(*)LEONARDO BOFF (BRASIL)
Teólogo, filósofo y escritor Uno de los fundadores de la Teología de la
Liberación. En 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida por el
Ratzinger (ex Papa) le silenció por un año por su libro “La Iglesia, Carisma y
Poder”. Profesor de, ética y filosofía en Brasil. Conferencista en muchas
universidades, como Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina,
París, Oslo, Turín. Escribió más de 100 libros, traducidos a muchas lenguas. En
1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood
Hay muchas formas de tiempo. Tenemos que liberarnos del
tipo de tiempo dominante de los relojes. Todos somos rehenes de este tipo de
tiempo mecánico. Se conocen distintos relojes. El primero fue el reloj de sol,
hace ya 16 siglos. Se supone que fueron los asiáticos quienes inventaron por
primera vez el reloj. En el año 725 de nuestra era, un monje budista inventó un
reloj mecánico que a base de baldes de agua hacía una rotación completa en 24
horas. En Occidente se atribuye a otro
monje, un benedictino, después Papa
Silvestre II (950-1003), la invención del reloj mecánico actual. Hoy nadie anda
sin algún tipo de reloj mecánico que mide el tiempo a partir de las rotaciones
de la Tierra alrededor del Sol. Así, por ejemplo, inmediatamente después de la
primera singularidad, el big bang, la explosión inmensa aunque silenciosa pues
todavía no había espacio para acoger el estruendo, ocurrió la primera expresión
del tiempo. Si la fuerza gravitacional, la que hace expandir y al mismo tiempo
sujeta las energías y las partículas originarias (la más importante de las
cuatro existentes) hubiese sido durante millonésimas de segundo más fuerte de
lo fue, habría retraído todo hacia sí causando explosiones sobre explosiones y
el universo habría sido imposible. Si hubiese sido, durante millonésimas de
segundo, un poco más débil, los gases se habrían expandido de tal forma que no
se habría producido su condensación y no habrían surgido las estrellas, ni
todos los elementos que forman el universo, no existiría el Sol, ni la Tierra
ni nuestra existencia humana. Pero existió el tiempo necesario para el
equilibrio entre la expansión y la contención que acabó abriendo un tiempo para
todo lo que vino posteriormente. Hubo un tiempo exacto en el que se formaron
las grandes estrellas rojas, dentro de las cuales se forjaron los ladrillitos
que componen a todos los seres. Si ese tiempo exacto hubiera sido
desperdiciado, nada más habría sucedido.
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