AMERICAN
CURIOS
BUSCANDO
UN ECO
Escribe
DAVID BROOKS (*)
Corresponsal de “La Jornada”
de México en Estados Unidos.
4 de
agosto 2014
(*)
DAVID BROOKS (Toronto, 1961), periodista y escritor canadiense-estadounidense
especializado en política. Escribe en el New York Times y en PBS. Corresponsal de
“La Jornada” de México en EE UU. Responsable de la página editorial del Wall
Street Journal, y del Weekly Standard . Autor entre otros de:”En el Paraíso Drive: ¿Cómo
vivimos ahora” (2004), “Bobos in
Paradise: La nueva clase superior y cómo llegaron allí” (2000) y “El Animal
Social” (2011), grandes éxitos editoriales.
¡Qué
horror!, se repite entre compañeros de este periódico y entre colegas del
gremio en otros medios del mundo. Las imágenes y notas redactadas, editadas y
publicadas de niños en infiernos desolados y ensangrentados tanto en Gaza como
en el trayecto desde Centroamérica hasta los centros de albergue/detención en
la frontera estadunidense se trasmiten como si fueran balazos de ametralladora
atinados al corazón de la humanidad. Las cosas han llegado a tal extremo que
ponen en duda la misma labor periodística: si las imágenes y las palabras que
enviamos ya no provocan un respuesta suficiente para frenar todo esto, un basta
ya, entonces algo ya no funciona. Se supone que como periodistas intentamos
cumplir con la obligación de contar, documentar, dar a entender hasta lo
posible lo que sucede para que todo ciudadano pueda decidir cómo responder, y
para
someter el poder al juicio popular, o sea, hacer que el gobierno rinda
cuentas por lo que hace en nombre de todos. Pero por ahora pareciera que
estamos condenados a contar la misma historia una y otra vez. Como si Sísifo
fuera periodista. Para los que están en el terreno, tomando una foto más o
escribiendo lo que ven de otro niño muerto, o muerto de miedo en brazos de otra
madre –incluso, como han tenido que hacer varios periodistas, dejar la pluma o
la cámara para tratar de salvar o asistir a un niño–, se está volviendo casi
imposible cualquier cosa que se parezca a la objetividad. Informar desde aquí
la respuesta de este país a todo eso es algo que también se vuelve cada vez más
difícil, no por falta de información, sino por tener que reportar, una vez más,
cómo los políticos culpan a las víctimas y justifican lo imperdonable. Que los
políticos dicen que se tienen que enviar más municiones y bombas para que
Israel se defienda; que los niños muertos por ataques de ese país en los que se
usan armas estadunidenses contra escuelas con banderas azules de la ONU o
heridos en hospitales son daños colaterales, y que son consecuencias desafortunadas
provocadas por las
acciones irresponsables y terroristas de los líderes de su
propio pueblo; que hay que enviar tropas armadas de la Guardia Nacional y
agilizar las expulsiones para enfrentar el éxodo de niños que huyen de balas,
amenazas, tortura y miseria. Todo forma parte de la historia, se tiene que
reportar. Peor aún, tiene que imperar la objetividad: dar el contexto y
reportar las opiniones de todos las partes en estos conflictos. Pero ¿no será
que esa objetividad es una ficción, una falta de responsabilidad ética y
periodística cuando se emplea para explicar, si no justificar, el sufrimiento y
muerte de niños? El título de la columna de Giles Fraser en The Guardian
pregunta: ¿Cómo pueden ser objetivos los periodistas al escribir sobre niños muertos?
y empieza así: “Bien, lo confieso: he estado perdiendo mi ecuanimidad. Durante
la semana decidí que ya no tenía sentido escribir más sobre Gaza. Ya no estaba
interesado en sentarme tranquilamente ante mi escritorio generando más frases
aparentemente ordenadas…. A veces me siento clausurado ante el pleno horror de
todo esto, encasillado en un desánimo amargo, incapaz de procesar de manera
adecuada la frustración”. (…ir a la nota completa)
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