PATRONOS RENUEVAN EL
CONTRATO,
HASTA QUE LO HACEN FIJO
SI ES UN TRABAJADOR
QUE SE DEJA EXPLOTAR A
FONDO.
Escribe ANGELO D´ORSI
(*)
Fuente “Sin Permiso”
10 de agosto 2014
(*) ANGELO D’ORSI (Italia 1947), Profesor de Historia de las
Doctrinas Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de
Turín, especializado en temas como militarismo, pacifismo, nacionalismo y
fascismo. Además de ser uno de los máximos expertos en Gramsci, director de la
Bibliografía gramsciana ragionata, fue fundador en 2009 de la revista Historia
Magistra y es colaborador de la revista MicroMega Entre sus libros se cuentan
“Guernica” 1937. “Le bombe, la barbarie, la menzogna (Donzelli” ( traducción
castellana en RBA)), “Il. futurismo tra cultura e política.¿ Reazione o rivoluzione?”
(Salerno Editrice, 2009), 1989. “Del come la storia è cambiata, ma in peggio”
(Ponte alle Grazie, 2009) y “L’Italia delle idee. Il. pensiero politico in un
secolo e mezzo di storia” (Bruno Mondadori, 2011).
Hablemos un poco de la clase obrera, contemos cómo vive, día
a día, apañándose a duras penas. Hablemos, no de jóvenes sin empleo, la gran
tragedia nacional, sino de gente que trabajo tiene — en qué condiciones… — y se esfuerza por
mantenerlo, sujeta a chantajes, obligada a condiciones vejatorias, con salarios
al mínimo; y que cuando lo pierde, por
el incesante cierre de talleres, empresas,
sociedades, se esfuerza aún más por
conseguir otro. No quiero ofrecer estadísticas o visiones de conjunto sino
contar una historia, un caso, como tantos, ejemplar, creo. Familia proletaria,
en la antigua capital [Turín]: del Ducado de Saboya, del Reino de Italia, del
automóvil, de la FIAT. El padre, obrero especializado en el departamento de
proyectos de automóviles, aristocracia obrera en suma, que siempre se ha tomado
el trabajo con respeto y hasta con amor; alguna que otra huelga, pero cada vez
menos conforme pasan las décadas; una mujer con un trabajo no cualificado, dos
hijos que estudian formación profesional. El varón
asiste al Instituto de
Aparejadores, pero empieza a acudir a obras en su tiempo libre y en vacaciones,
se ejercita en el trabajo y al terminar encuentra enseguida empleo. Trabaja
duro en los años siguientes, llega a jefe de obra en la empresa que le ha
contratado, forma una familia: compra una casita en las afueras, donde está la
sede de su empresa: casa y trabajo. Como su padre, vive para el trabajo, le
encanta, se esfuerza y no escatima horas extras. El papá está orgulloso, ha
hecho estudiar al primogénito, que ha subido en la escala social: pero hay más.
Nuestro obrero especializado tiene una segunda hija, que hizo Contabilidad, se
sacó su
certificado, y quiere ir a toda costa a la universidad. El papá le dice
que de acuerdo, pero no nos lo podemos permitir. Y ella se mantiene trabajando
a lo largo de todo el periodo de estudios. Y después de la licenciatura — que
se saca en cuatro años, y bien — continúa, tendría aspiraciones intelectuales,
pero sabe que no puede permitírselo; conserva la pasión
por los libros, por el
estudio, y rechaza la propuesta de seguir con una vida de estudios que le hace
su director de tesis. Le resulta imposible conciliar esa dimensión, por más que
quisiera seguirla, con la vida real.
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