domingo, 17 de agosto de 2014

EL ASCENSOR SOCIAL FUNCIONA. HACIA ABAJO

PATRONOS  RENUEVAN EL CONTRATO,
 HASTA QUE LO HACEN FIJO 
SI ES UN TRABAJADOR 
QUE SE DEJA EXPLOTAR A FONDO.

Escribe ANGELO D´ORSI  (*)
 Fuente “Sin Permiso”
10 de agosto 2014

(*) ANGELO D’ORSI (Italia 1947), Profesor de Historia de las Doctrinas Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Turín, especializado en temas como militarismo, pacifismo, nacionalismo y fascismo. Además de ser uno de los máximos expertos en Gramsci, director de la Bibliografía gramsciana ragionata, fue fundador en 2009 de la revista Historia Magistra y es colaborador de la revista MicroMega Entre sus libros se cuentan “Guernica” 1937. “Le bombe, la barbarie, la menzogna (Donzelli” ( traducción castellana en RBA)), “Il. futurismo tra cultura e política.¿ Reazione o rivoluzione?” (Salerno Editrice, 2009), 1989. “Del come la storia è cambiata, ma in peggio” (Ponte alle Grazie, 2009) y “L’Italia delle idee. Il. pensiero politico in un secolo e mezzo di storia” (Bruno Mondadori, 2011).  


Hablemos un poco de la clase obrera, contemos cómo vive, día a día, apañándose a duras penas. Hablemos, no de jóvenes sin empleo, la gran tra­ge­dia nacio­nal, sino de gente que trabajo tiene  — en qué condiciones… — y se esfuerza por mantenerlo, sujeta a chantajes, obligada a condiciones vejatorias, con salarios al mínimo; y que cuando  lo pierde, por el incesante cierre de talleres, empresas,
sociedades, se esfuerza aún más por conseguir otro. No quiero ofrecer estadísticas o visiones de conjunto sino contar una historia, un caso, como tantos, ejemplar, creo. Familia proletaria, en la antigua capi­tal [Turín]: del Ducado de Saboya, del Reino de Italia, del automóvil, de la FIAT. El padre, obrero especializado en el departamento de proyectos de automóviles, aristocracia obrera en suma, que siempre se ha tomado el trabajo con respeto y hasta con amor; alguna que otra huelga, pero cada vez menos conforme pasan las décadas; una mujer con un trabajo no cualificado, dos hijos que estudian formación profesional. El varón

asiste al Instituto de Aparejadores, pero empieza a acudir a obras en su tiempo libre y en vacaciones, se ejercita en el trabajo y al terminar encuentra enseguida empleo. Trabaja duro en los años siguientes, llega a jefe de obra en la empresa que le ha contratado, forma una familia: compra una casita en las afueras, donde está la sede de su empresa: casa y trabajo. Como su padre, vive para el trabajo, le encanta, se esfuerza y no escatima horas extras. El papá está orgulloso, ha hecho estudiar al primogénito, que ha subido en la escala social: pero hay más. Nuestro obrero especializado tiene una segunda hija, que hizo Contabilidad, se sacó su
certificado, y quiere ir a toda costa a la universidad. El papá le dice que de acuerdo, pero no nos lo podemos permitir. Y ella se mantiene trabajando a lo largo de todo el periodo de estudios. Y después de la licenciatura — que se saca en cuatro años, y bien — continúa, tendría aspiraciones intelectuales, pero sabe que no puede permitírselo; conserva la pasión 
por los libros, por el estu­dio, y rechaza la propuesta de seguir con una vida de estudios que le hace su director de tesis. Le resulta imposible conciliar esa dimensión, por más que quisiera seguirla, con la vida real.   

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