VENIMOS DEL ÚTERO COMÚN,
DE LA ENERGÍA DE FONDO O ABISMO
ALIMENTADOR DE TODOS LOS SERES
Escribe
LEONARDO BOFF (*)
Viernes 22 de agosto 2014
(*)LEONARDO
BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno de los fundadores de la Teología
de la Liberación. en 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida
por el Cardenal Ratzinger (ex Papa) le silenció por un año por su libro “La
Iglesia, Carisma y Poder” . Profesor de, ética y filosofía en Brasil.
Conferencista en muchas universidades, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Escribió más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
El ser humano es el último ser de gran porte que ha entrado
en el proceso de la evolución por nosotros conocido. Como no existe solamente
materia y energía sino también información, ésta viene almacenada en forma de
memoria en todos los seres y en nosotros a lo largo de todas las fases del
proceso cosmogénico. En nuestra memoria resuenan las últimas reminiscencias de
la gran explosión que
dio origen a nuestro cosmos. En los archivos de nuestra
memoria se guardan las vibraciones energéticas oriundas de las inimaginables
explosiones de las grandes estrellas rojas, de las cuales vinieron las
supernovas y los conglomerados de galaxias, cada cual con sus miles de millones
de estrellas y de planetas y asteroides. En ella se encuentran también
resonancias del calor generado por la destrucción de galaxias devorándose unas
a otras, del fuego originario de las estrellas y de los planetas a su
alrededor, de la incandescencia de la Tierra, del fragor de los líquidos que
cayeron durante 100 millones de años sobre nuestro
planeta hasta enfriarlo (era
hadeana), de la exuberancia de las selvas ancestrales, reminiscencias de la
voracidad de los dinosaurios que reinaron, soberanos, durante 135 millones de
años, de la agresividad de nuestros antepasados en su afán por sobrevivir, del
entusiasmo por el fuego que ilumina y cocina, de la alegría por el primer
símbolo creado y por la primera palabra pronunciada, reminiscencias de la
suavidad de las brisas leves, de las mañanas diáfanas, del precipicio de las
montañas cubiertas de nieve, y por fin, recuerdos de las interdependencias
entre todos los seres, creando la comunidad de los vivientes, del encuentro con
el otro, capaz de ternura, entrega y amor y, finalmente, del éxtasis del
descubrimiento del misterio del mundo que todos llaman por mil nombres y
nosotros llamamos Dios. Todo eso está sepultado en algún rincón de nuestra
psique y en el código genético de cada célula de
nuestro cuerpo, porque somos
tan antiguos como el universo. No vivimos en este universo ni sobre nuestra
Tierra como seres erráticos. Venimos del útero común de donde vienen todas las
cosas, de la Energía de Fondo o Abismo Alimentador de todos los seres, del
hadrón primordial, del top-quark, uno de los ladrillitos más ancestrales del
edificio cósmico, hasta el computador actual. Y somos hijos e hijas de la
Tierra. Más aún, somos aquella parte de la Tierra que anda y danza, que tiembla
de emoción y piensa, que quiere y ama, que se extasía y venera el Misterio.
Todas estas cosas estuvieron virtualmente en el universo, se condensaron en
nuestro sistema solar y sólo después irrumpieron concretas en nuestra Tierra.
Porque todo eso estaba virtualmente allí, ahora puede estar aquí en nuestras
vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario