sábado, 30 de agosto de 2014

VUELVEN CARABELAS: TRATADO CON LA UNIÓN EUROPEA

  CAMBIOS ESTRUCTURALES 
Y LUCHA EN CONTRA DE 
LA OPRESIÓN, ABRE LA PUERTA 
 A NUEVAS FORMAS DE OPRESIÓN…

Escribe
 ALBERTO ACOSTA (*) 
Fuente “Rebelión” 
29 DE AGOSTO 2014

(*) ALBERTO ACOSTA ESPINOSA. (Ecuador Quito 1948) Economista .Escritor. Periodista. Profesor e investigador de la FLACSO. Autor de “Historia económica del Ecuador” éxito editorial con varias ediciones. Docente en Economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Político. Exministro de Energía y Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente y  Ex andidato a la Presidencia de la República 


Se cierra el círculo. El Gobierno de Rafael Correa empezó con fuertes impulsos revolucionarios. La necesidad de recuperar la soberanía nacional era una de sus grandes motivaciones. Enfrentar la deuda externa, sacar la base norteamericana de Manta, alejarse del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) y oponerse a los Tratados de Libre Comercio (TLC) fueron algunos de los puntos básicos de la naciente gestión de la “revolución ciudadana”. El Gobierno
de Correa, recogiendo la lucha y el mandato de varios grupos sociales se comprometió, en sus inicios, a no dar paso a un TLC con los Estados Unidos. En el Plan de Gobierno 2007-2011 de Alianza País, escrito en el 2006, se estableció como indispensable luchar en contra de los procesos impulsados por los intereses mezquinos de las mafias corporativas en detrimento de la mayoría de ecuatorianos, como el mal llamado Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, que es una propuesta depredadora de la vida misma en tanto anuncia la profundización del modelo neoliberal y una creciente sumisión antiética del ser humano al poder monopólico del capital. Inclusive se planteaba en aquella época que “a través de la democracia activa –con tantas consultas populares como sean necesarias– se abordarán cuestiones cruciales como el TLC”. Soplaban vientos de cambios. La democracia se perfilaba en el horizonte. Pero, como sucede con frecuencia, angustiados por su incapacidad de cumplir sus compromisos, muchas veces con amenazas ficticias o simplemente autoconstruidas, los autodefinidos como revolucionarios terminan por
 concentrarse en mantenerse en el poder. El pragmatismo entierra lo revolucionario del proceso. En algún momento, la búsqueda de cambios estructurales deviene en una creciente concentración de poderes. Emerge y se consolida un caudillo. Y la misma lucha en contra de la opresión abre la puerta a nuevas formas de opresión… Esta es la suerte inexorable de la ahora mal llamada “revolución ciudadana”, que hace rato perdió lo de ciudadano y dejó de ser revolucionaria. Las agujas del reloj, que empezaron a la izquierda, marchan irremediablemente hacia la derecha. La promesa de cambios estructurales, con la que se inició en el año 2007, llegó a su cúspide con la Constitución de Montecristi. Y desde allí se camina hacia el otro lado… La conclusión de las negociaciones del acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) consagra esta tendencia, tanto como el retorno al FMI y al Banco Mundial. El Gobierno del presidente Rafael Correa, quien se había opuesto a los TLC como profesor universitario y que luego mantuvo esta posición al inicio de su administración, consecuente con esa posición, frenó pronto las negociaciones iniciadas en septiembre de 2007 entre los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y la Unión Europea (UE).    

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