CAMBIOS ESTRUCTURALES
Y LUCHA EN CONTRA DE
LA OPRESIÓN, ABRE LA PUERTA
A NUEVAS FORMAS DE OPRESIÓN…
Escribe
ALBERTO
ACOSTA (*)
Fuente “Rebelión”
29 DE AGOSTO 2014
(*) ALBERTO ACOSTA ESPINOSA. (Ecuador Quito 1948) Economista
.Escritor. Periodista. Profesor e investigador de la FLACSO. Autor de “Historia económica del Ecuador”
éxito editorial con varias ediciones. Docente en Economía
de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Político. Exministro de Energía y
Minas. Expresidente de la Asamblea Constituyente y Ex andidato a la Presidencia de la
República
Se
cierra el círculo. El Gobierno de Rafael Correa empezó con fuertes impulsos
revolucionarios. La necesidad de recuperar la soberanía nacional era una de sus
grandes motivaciones. Enfrentar la deuda externa, sacar la base norteamericana
de Manta, alejarse del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial
(BM) y oponerse a los Tratados de Libre Comercio (TLC) fueron algunos de los
puntos básicos de la naciente gestión de la “revolución ciudadana”. El Gobierno
de Correa, recogiendo la lucha y el mandato de varios grupos sociales se
comprometió, en sus inicios, a no dar paso a un TLC con los Estados Unidos. En
el Plan de Gobierno 2007-2011 de Alianza País, escrito en el 2006, se
estableció como indispensable luchar en contra de los procesos impulsados por
los intereses mezquinos de las mafias corporativas en detrimento de la mayoría
de ecuatorianos, como el mal llamado Tratado de Libre Comercio (TLC) con los
Estados Unidos, que es una propuesta depredadora de la vida misma en tanto
anuncia la profundización del modelo neoliberal y una creciente sumisión
antiética del ser humano al poder monopólico del capital. Inclusive se
planteaba en aquella época que “a través de la democracia activa –con tantas
consultas populares como sean necesarias– se abordarán cuestiones cruciales
como el TLC”. Soplaban vientos de cambios. La democracia se perfilaba en el
horizonte. Pero, como sucede con frecuencia, angustiados por su incapacidad de
cumplir sus compromisos, muchas veces con amenazas ficticias o simplemente
autoconstruidas, los autodefinidos como revolucionarios terminan por
concentrarse en mantenerse en el poder. El pragmatismo entierra lo
revolucionario del proceso. En algún momento, la búsqueda de cambios estructurales
deviene en una creciente concentración de poderes. Emerge y se consolida un
caudillo. Y la misma lucha en contra de la opresión abre la puerta a nuevas
formas de opresión… Esta es la suerte inexorable de la ahora mal llamada
“revolución ciudadana”, que hace rato perdió lo de ciudadano y dejó de ser
revolucionaria. Las agujas del reloj, que empezaron a la izquierda, marchan
irremediablemente hacia la derecha. La promesa de cambios estructurales, con la
que se inició en el año 2007, llegó a su cúspide con la Constitución de
Montecristi. Y desde allí se camina hacia el otro lado… La conclusión de las
negociaciones del acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) consagra esta
tendencia, tanto como el retorno al FMI y al Banco Mundial. El Gobierno del
presidente Rafael Correa, quien se había opuesto a los TLC como profesor
universitario y que luego mantuvo esta posición al inicio de su administración,
consecuente con esa posición, frenó pronto las negociaciones iniciadas en
septiembre de 2007 entre los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y
la Unión Europea (UE).
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