viernes, 19 de septiembre de 2014

POR QUÉ MARCHAMOS

BASTA VER  MI NIETO Y SABER QUÉ SE JUEGA: 
ESTE MUNDO EN EL QUE  VIVIMOS  
NO ES EL MUNDO QUE ELLOS SE MERECEN

Escriben EDDIE BAUTISTA, 
LATONYA CRISP-SAURAY 
y BILL MCKIBBEN (*) 
Fuente “TomDispatch com.”
Publica “Rebelión” 
Tradujo Carlos Riba García-
16 de Septiembre 2014

(*) EDDIE BAUTISTA es director ejecutivo del New York City Environmental Justice Alliance . LATONYA CRISP-SAURAY es secretaria de grabaciones de la Transport Workers Union Local 100 . BILL MCKIBBEN es fundador de 350.org y miembro regular de TomDispatch.


El domingo 21 de septiembre una enorme multitud marchará en el centro de Manhattan. Por cierto, será la mayor manifestación contra el cambio climático de la historia de la humanidad, y una de las más grandes protestas políticas en muchos años en Nueva York. Más de 1.000 grupos –por la justicia
Eddie Bautista
medioambiental, de tipo confesionales o sindicales– están coordinando la marcha de modo que no haya necesidad de llamar a un solo policía. La marcha está diseñada para que sea un fuerte y claro recordatorio para nuestros gobernantes –que ese día estarán reunidos en Naciones Unidas para discutir sobre el calentamiento global– y decirles que el movimiento de los ciudadanos del planeta ha puesto el foco en nuestra supervivencia y en su patética inacción. Los pocos organizadores de la marcha, podemos transmitir algo de por qué marcharemos; unas palabras que pensamos que pueden ser compartidas por muchos de quienes se reunirán en la rotonda de Colón (NY) para dirigirnos al centro de Manhattan. Marchamos porque el mundo ha dejado atrás el Holoceno: los científicos nos dicen que ya hemos elevado la temperatura del planeta en alrededor de 1 ºC y estamos en camino de alcanzar los 4 ó 5 ºC hacia el final del siglo XXI. Marchamos porque el huracán Sandy inundó el metro de Nueva York con agua de mar para recordarnos que hasta una de las ciudades más poderosas del mundo ya es vulnerable al paulatino aumento del nivel del mar.  Marchamos porque aunque
La Tonya Sauray
sabemos que el cambio climático nos afecta a todos, también sabemos que ese impacto no es sentido del mismo modo por todos: aquellos que más han contribuido a esta crisis son lo menos afectados, en Estados Unidos y en todo el mundo. Las comunidades que están en la primera línea del calentamiento global ya están pagando un alto precio, en algunos casos perdiendo su propia tierra, la tierra donde viven. Para el oso polar, esto no es justo. Pero como los osos polares no se pueden manifestar, nosotros lo hacemos también por ellos, y por el resto de la creación, que vive envenenada y al borde de lo que los biólogos llaman “la sexta extinción de alcance planetario”, algo sin parangón desde que un enorme asteroide se precipitó sobre la Tierra hace 66 millones de años.  Y marchamos por las generaciones futuras, por nuestros hijos, por nuestros nietos y por los hijos de
nuestros nietos, cuya vida está siendo sistemáticamente empobrecida y degradada. Es la primera vez que un siglo está destruyendo las expectativas de vida de los próximos mil años, y esto nos desquicia tanto que decidimos marchar.  No marchamos porque haya alguna garantía de que eso funcionará. Si fuéramos jugadores, es posible que dijerais que solo tenemos una modesta esperanza de darles una paliza al poderío financiero de los barones del petróleo y el gas, y al gobierno a ellos subordinado. Obviamente, es demasiado tarde para detener el calentamiento global pero no es demasiado tarde para ralentizarlo, y tampoco es demasiado tarde para simplemente echar una mirada sobre lo que estamos perdiendo: un mundo de enorme belleza, complejidad y equilibrio que ha cobijado y alimentado a la humanidad durante muchos miles de años.  

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