AUNQUE LA CATÁSTROFE
ESTÉ DOBLANDO LA ESQUINA
DEBEMOS SEGUIR LUCHANDO EXISTA O NO DIOS,
SÉ QUE EN
ESO ESTAREMOS DE ACUERDO.
Escribe
JOSÉ PABLO FEINMANN (*)
Fuente
“Pagina 12” de Buenos Aires
5 de octubre
2014
(*) JOSÉ PABLO FEINMANN (Buenos Aires, 1943) es un filósofo,
docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión
argentino. Licenciado en Filosofía en la Universidad de Buenos
Aires, trabajó en ella como profesor de
esa materia. Fue declarado hoy
como Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Autor entre otros de "Jorge Luis Borges y La Revolución Libertadora": Su
último libro es "Filosofía política del poder mediático", en el que se sirve de la filosofía, la historia,
la literatura, el cine y la televisión para su análisis.
Estimado: Como decía Voltaire –me permitirá citar a un
personaje tan poco querido en las filas de la Iglesia–, el mal se ha
enseñoreado de la Tierra. Lo acaba de reconocer usted con su valiente mención a
las once guerras, apenas once tragedias que hoy laceran el mundo. Digo que es
valiente porque muchos viven
de la negación de las atrocidades que el
liberalismo de mercado ha arrojado sobre el mundo luego de la caída del Muro de
Berlín y la caída, también, de las Torres Gemelas. Estados Unidos se encuentra
en una carrera armamentística liderada por el Complejo Militar Industrial y el
apoyo del poder informático. Funciona así: el Complejo Militar necesita guerras
para fabricar armas. Para fabricar guerras, el poder informático debe crear una
situación de aguda paranoia entre la población que acabará en el pedido de ésta
a sus halcones para desatar la guerra. Lo piden cuando no aguantan más del
miedo o de escuchar el mensaje cotidiano amenazador. Lo mismo sucede en nuestro
país con el problema de la seguridad. Hace poco escribí un cuento con un
título
provocativo: “Dios es ateo”. Era simple: Dios, vestido sobriamente, con
humildad, viene a la Tierra para detener las guerras. Se encuentra con alguien,
toman unos vinos y le confiesa sus grandes fracasos: “No puedo hacer nada.
Seguirán las guerras. El Mal me derrotó. Los hombres eligieron a Satanás.
Fracasé en todo. No pude impedir que la serpiente sedujera a Eva. Que Caín
matara a Abel. Salvé a los judíos de la esclavitud en Egipto. Pero, ¿a cuántos
egipcios maté? ¿O no eran hombres? No respondí las acusaciones de Job. Me limité a hablarle de mi poder. De mi
infinita Creación. El necesitaba otra cosa. No se la di. No pude salvar a mi
hijo. Ignoré su desesperación. Lo abandoné. La Iglesia se transformó en un
Estado autoritario. No pude impedir la Inquisición. Torquemada se rió en mi
cara. Menos aún pude impedir las matanzas del Nuevo Mundo. La Espada y la Cruz
fueron lo mismo. Las
Cruzadas, empresas de conquistas y saqueos en mi nombre.
No pude impedir que quemaran a Giordano Bruno y acallaran a Galileo. ¿Para qué
seguir? No pude impedir Auschwitz. Ni las bombas atómicas. Hoy, ya no puedo
impedir nada. Ni ese asunto de las Torres Gemelas. Ni Afganistán, ni Irak. Ni
el terrorismo islámico. Ni que el Estado de Israel sea vengativo hasta la
crueldad, que haya metido la tortura en la Constitución. Ni que el mundo sea
tan desigual. Tanto, como para que algunos vivan en la abundancia y otros huyan
de sus países, porque son pobres de toda pobreza o porque las dictaduras los persiguen
para torturarlos y matarlos, y mueran ahogados en el mar Mediterráneo. Tratan
de llegar a Europa. Pero los europeos están bien. No quieren problemas. No
quieren delincuentes. Les dan la espalda. Sólo en 2014 encontraron su tumba en
el Mediterráneo más de 2500 personas”. Este Dios, con esa desdichada conciencia
de sí, terminaba por afirmar que ya no creía en El. Que era ateo.
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