A DILMA LA DERECHA LOCAL E INTERNACIONAL
LE
DECLARÓ LA GUERRA. SI NO LUCHA
SERÁ APLASTADA POR LA REACCIÓN.
SU ÚNICA OPCIÓN
ES DAR PELEA.
Escribe
ATILIO A. BORON (*)
Fuente original “El Pais” Madrid.
Publica “Pagina 12” Buenos Aires -
28 de octubre 2014
(*) ATILIO BORON – (ARGENTINA) Economista y periodista
argentino. Analista y politólogo. Director del Programa Latinoamericano de Educación
a Distancia en Ciencias Sociales (PLED).
Premio Internacional de la UNESCO José Martí. Centro de Estudios
Martianos, La Habana, 2009. Profesor Regular Titular de Teoría Política y
Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires desde 1986.
Autor entre otros de “La Filosofía Política Moderna.” Premio al Pensamiento
Crítico y Columnista en varios medios alternativos. Conferencista
internacional.
Difícil
y angustiosa victoria de Dilma en el ballottage. Pero el alivio ofrecido por el
veredicto de las urnas duró muy poco. El día de ayer los mercados se lanzaron
al ataque con toda su furia: la Bolsa de Valores de San Pablo abrió con una
baja del 6 por ciento, El objetivo de este ejercicio de terrorismo económico es
“marcarle
la cancha” a la presidenta para su segundo mandato, imponer uno de
los suyos en el Ministerio de Economía y el Banco Central y poner fin a la
supuesta “demagogia populista” de su política económica. Por eso a Dilma le
esperan cuatro años durísimos que confirman lo acertado que estaba Maquiavelo
cuando decía que por más que se le hagan concesiones los ricos y poderosos
jamás dejarán de pensar que el gobernante es un intruso que se inmiscuye en sus
negocios y en el disfrute de sus bienes. Son, decía el florentino, insaciables,
eternamente inconformistas y siempre propensos a la conspiración y la sedición
y comete un serio error el gobierno que crea que cediendo a sus demandas
logrará apaciguar su beligerancia. Dilma corre el riesgo de ser asfixiada por
enemigos que no parecen muy dispuestos a esperar otros cuatro años para llegar
al gobierno. La hipótesis de un “golpe blando” no debería ser descartada
apriorísticamente; allí están los
ejemplos de Zelaya y Lugo para convencer a
los escépticos de los extremos a los cuales puede llegar la derecha cuando la
gente “se equivoca” al votar. Para no sucumbir ante los grandes factores de
poder se requiere, en primer lugar, la urgente reconstrucción del movimiento
popular desmovilizado, desorganizado y desmoralizado por el PT, algo que Dilma
no podrá hacer sin una reorientación del rumbo gubernamental que redefina el
modelo económico y recorte los irritantes privilegios del capital. ¿Será éste el curso de acción en que se
embarcará Dilma, a quien la derecha local e internacional le declaró la guerra?
Si no lucha será aplastada por la reacción. Su única opción es dar pelea. No
parece ser su talante, y mucho menos la política del PT. Pero la irrupción de
una renovada dinámica de masas
precipitada por el agravamiento de la crisis general
del capitalismo y como respuesta ante la recargada ofensiva de la derecha
(discreta pero resueltamente apoyada por Washington) podría alterar
profundamente la propensión del estado brasileño (y del PT) a gestionar los
asuntos públicos de espalda a su pueblo. Sin ese vigoroso protagonismo de las
masas en el Estado éste quedará prisionero de los poderes fácticos
tradicionales. Y su consecuencia sería desastrosa, no sólo para Brasil sino
para toda nuestra América, porque el bloque social y político que Aécio
representa
pondría abrupto fin a la Unasur y la Celac, promovería el TLC con
Estados Unidos y Europa, el ingreso a la Alianza del Pacífico y erigiría un
“cerco sanitario” en torno de Cuba, Bolivia, Ecuador y Venezuela para, en
consonancia con las expectativas de la Casa Blanca, regresar América latina y
el Caribe a la condición existente en vísperas de la Revolución Cubana.
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