LAS EMPRESAS QUE COMERCIALIZAN ARMAMENTO
NO
PODRÍAN MANTENER EL NIVEL DE NEGOCIO
A NO SER POR AYUDA DE GRANDES
BANCOS PRIVADOS
Escribe
JORDI CALVO RUFANGES(*)
Fuente BLOG del autor en
“Público.es”
29
de Noviembre 2014
(*) JORDI CALVO RUFANGES – economista, periodista e
investigador. . Trabaja en el Centro Delàs de Estudios por la Paz - Justícia i
Pau de Barcelona y es profesor de conflictos armados, economía de defensa,
cooperación y movimientos sociales (UJI, URL, UOC, UB). Es vocal de la
Federació Catalana d'ONG, miembro de la Junta del Internacional Peace Bureau
(IPB).
En el
mundo hay de manera permanente más de 20 conflictos armados. Cuando uno camina
hacia la resolución y baja la intensidad de la violencia armada, aparece otro
para mantener el nivel de actividad militar. Las guerras suceden por múltiples
factores, y no es objeto de este artículo analizarlos, pero, hay varias
cuestiones que el sentido común hace
que nos planteemos recurrentemente. ¿Acaso
no es posible acabar con la violencia armada cuando sabemos cuáles son los
conflictos existentes, aquellos que pueden llevar a niveles de violencia en que
las armas juegan un papel determinante, si sabemos también las mil y una
maneras de prevenirlos, de atajarlos o de reducir su impacto, y teniendo en
cuenta que también sabemos construir la paz, ya que afortunadamente hay más
lugares en el planeta sin guerra que con ella?. Entonces, ¿dónde está el problema?
¿Acaso nuestros gobernantes ignoran cómo funciona el mundo, no tienen acceso a
la información de decenas e incluso centenares centros de estudios por la paz
que proponen y promueven maneras diferentes de gestionar los conflictos sin el
uso de la violencia, o puede ser que aun sabiéndolo, no lo hagan porque haya
otras consideraciones que les impiden tomar las decisiones
correctas? He aquí
donde tiene cabida el enfoque del ciclo armamentista que sirve para entender la
facilidad con que nos embarcamos en guerras y apostamos frecuentemente por la
vía militar para resolver los conflictos. El ciclo armamentista explica el
proceso de militarización y armamentismo de las sociedades desde la
identificación de la necesidad de las armas hasta su utilización final. La
necesidad surge de las amenazas a la seguridad, reales o ficticias. Estas a su
vez sirven para justificar el gasto público militar, la producción de la
industria armamentística, el comercio de armamento y la financiación de todos
ellos. En primer lugar, es importante destacar que el gasto militar es
financiado por los presupuestos estatales, con los que se financia una
estructura militar humana y material capaz de utilizar la fuerza armada cuando
se precise. Es decir, somos los contribuyentes quienes dedicamos un porcentaje
de nuestros ingresos a su mantenimiento. En el caso
español dedicamos más de
16.500 millones de euros solo en 2014, el 4% de los Presupuestos Generales del
Estado, lo que supone 45 millones de euros diarios. Una parte del presupuesto
militar va dedicado a ayudar a las empresas de armas, con créditos públicos
blandos se financia la I+D que sirve para fabricar las armas que acaba
comprando el ejército. Quienes ofrecen
tales servicios son los bancos privados. Cabe decir que las empresas que
fabrican y comercializan armamento no podrían mantener el mismo nivel de
negocio de nos ser por la ayuda de los bancos. Solo teniendo en cuenta las
empresas de armas españolas, tras analizar más de doscientas industrias
militares, el ratio de endeudamiento medio e las mismas llegaba en 2010 al 73%.
Es decir, sin financiación las empresas de armas a lo sumo alcanzarían una
cuarta parte de su producción.
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