NO
BASTA VER Y PENSAR DIFERENTE.
TENEMOS TAMBIÉN QUE OBRAR DIFERENTE.
SIEMPRE PODEMOS EMPEZAR A CAMBIAR ESTE PEDAZO
DEL MUNDO QUE SOMOS CADA UNO DE NOSOTROS.
SIEMPRE PODEMOS EMPEZAR A CAMBIAR ESTE PEDAZO
DEL MUNDO QUE SOMOS CADA UNO DE NOSOTROS.
Escribe
LEONARDO BOFF (*)
Fuente
16 de diciembre 2014
(*)LEONARDO
BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno de los fundadores de la Teología
de la Liberación. en 1985, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dirigida
por el Cardenal Ratzinger (ex Papa) le silenció por un año por su libro “La
Iglesia, Carisma y Poder” . Profesor de, ética y filosofía en Brasil.
Conferencista en muchas universidades, como Heidelberg, Harvard, Salamanca,
Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín. Escribió más de 100 libros,
traducidos a muchas lenguas. En 1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio
Right Livelihood
En el artículo anterior con el mismo título
abordamos el lado objetivo de la cuestión ecológica, tratando de superar el
mero ambientalismo a partir de una nueva visión del planeta, de la naturaleza y
del ser humano, como la porción pensante de la Tierra. No basta ver y pensar
diferente. Tenemos también que obrar diferente. No podemos cambiar simplemente
el mundo. Pero siempre podemos empezar a cambiar este pedazo del mundo que
somos cada uno de
nosotros. Y si la mayoría incorpora este proceso daremos el
salto cuántico necesario hacia un nuevo paradigma de habitar la única Casa
Común que tenemos. Nos inspira la Carta de la Tierra, en cuya redacción tuve el
honor de participar bajo la coordinación de M. Gorbachov entre otros.
Insatisfechos con los resultados finales de la Rio+20 un grupo, entre ellos
jefes de Estado, decidió hacer una consulta a las bases de la humanidad para
levantar principios y valores con vistas a una nueva relación con la Tierra y a
nuestra convivencia sobre ella. Cito la parte final que resume todo: «Como
nunca antes en la historia, el destino común nos invita a buscar un nuevo
comienzo… Esto requiere un cambio de la mente y del corazón. Requiere un nuevo
sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal. Concluye la
Carta: “debemos desarrollar y aplicar con imaginación la perspectiva de un modo
de vida sostenible a nivel local, regional, nacional y global”» Dos dimensiones son imprescindibles: un cambio
en la mente y en el corazón. Tenemos que
Patrick Viveret |
enriquecer la inteligencia intelectual
e instrumental, de la cual no podemos prescindir si queremos explicar los
problemas humanos. Pero ella sola se transforma en fundamentalismo de la razón,
que es su locura, capaz de crear el Estado Islámico que degüella a todos los
diferentes o la shoah, la solución final para los judíos. Dice el filósofo
Patrick Viveret: «Solo podemos utilizar la cara positiva de la racionalidad
moderna si la utilizamos amalgamada con la sensibilidad del corazón» (Por una
sobriedad feliz, 2012, 41). El cambio en la mente ya ha sido abordado en el
artículo anterior: la nueva visión sistémica, envolviendo Tierra y humanidad
como una única entidad. Se podría incluir también el universo entero en proceso
cosmogénico dentro del cual nos movemos y del cual somos producto. Toda nuestra cultura moderna ha acentuado la
inteligencia racional hasta el punto de volverla irracional con la creación de
instrumentos para nuestra autodestrucción y para la
devastación de nuestro
sistema-Tierra. La inteligencia sensible y cordial, que reside en el cerebro
límbico que posee más de 200 millones de años, cuando surgieron los mamíferos,
es la sede de las emociones, de los sentimientos, del amor, del cuidado, de los
valores y de sus contrarios. Nuestra realidad más profunda (previamente existe
el cerebro reptil con 313 millones de años) es el afecto, el cuidado, el amor o
el odio, los sentimientos básicos de la vida. El neo-cortex, sitio de la razón
intelectual, empezó a formarse hace 5 millones de años, se perfeccionó como
homo sapiens hace 200 mil años y culminó como homo sapiens sapiens dotado de
inteligencia racional completa hace apenas cien mil años. Por lo tanto, somos
fundamentalmente seres de emociones y de afectos, base de todo el discurso
psicoanalítico.
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