EN
MÉXICO NO SON LOS NEGROS, SON LOS JÓVENES.
LAS MUJERES JÓVENES, LAS MATAN EN LA
FRONTERA NORTE;
VARONES JÓVENES QUE NO SE PLIEGAN AL NARCO, EN EL SUR
Escribe
SANDRA RUSSO (*)
Columnista en “Página 12”
Buenos Aires, Argentina.
http://www.pagina12.com.ar/
3 de Diciembre 2014
Columnista en “Página 12”
Buenos Aires, Argentina.
http://www.pagina12.com.ar/
3 de Diciembre 2014
(*)
SANDRA RUSSO (Argentina) Periodista en la prensa escrita, radial y TV.
Columnista en “Pagina 12” en temas económicos y políticos, entre otros medios.
Escritora. En su libros figura una biografía a la presidente “La presidenta,
historia de una vida ”. (Ed Sudamericana) originada en cuatro entrevistas con
la Presidente (las únicas que concedió desde su llegada al Gobierno). El libro
lideró ranking de ventas varios meses.
No en
todas las épocas, al menos no con tanta intensidad, se puede todos los días
leer entrelíneas un diario global –uno de sus aspectos, sobre todo: el opaco–
uniendo algo que pasa en México con otra cosa que pasa en España con otra cosa
que alguien dice en China con otra cosa que estalla en Estados Unidos, u otra
cosa que es “noticia” en la Argentina. En un mundo global la explicación es
global y la escena también. A propósito del tema de los antagonismos, el jefe
de campaña de Podemos, Iñigo Errejón, hizo una aclaración que bien viene a cuento de lo que iba a pasar
unos días después en Ferguson, Estados Unidos. “Quiero aclarar esto porque
alguien puede estar preguntándose bueno, ¿y por qué dicotomizar? ¿Por qué no
podemos seguir viviendo reconciliados? ¿Por qué tienen ustedes la voluntad de
dividir a la sociedad? Hay que explicarlo, porque si no parece una pura
voluntad guerrerista, y no, no, no se trata de una voluntad de romper. Se trata
de que igual que todo régimen se constituye invisibilizando algunos dolores,
Michael Brown |
sólo la emergencia de esos dolores en un plano nuevo, en una dicotomización
nueva –que la hay en toda política transformadora–, permite a alguien poner
sobre la mesa su dolor, y hablar de aquello que le dolía pero que no podía
expresar políticamente.” Pocos días más
tarde ardió Ferguson, donde un fiscal, después de escuchar a un jurado
compuesto por nueve blancos y tres negros, les dio más verosimilitud a los
testigos blancos y decidió no levantar cargos contra el policía Darren Wilson,
quien en mayo acribilló de seis balazos al adolescente Michael Brown. Ardió
Ferguson y siguieron ardiendo cada vez más ciudades, en protestas que a todas
luces no reflejaban solamente la injusticia contra Michael
Brown, sino que
dejaban emerger la sensación colectiva de impotencia frente a un statu quo que
una vez y otra vez y siempre y cada vez victimiza a los negros y naturaliza esa
victimización. Un párrafo entre paréntesis para mencionar a Ayotzinapa. No hay
que dejar de hablar de Ayotzinapa. Podría decirse lo mismo, pescar la misma
estructura de hartazgo intolerable y emergente frente a la situación de
victimización imparable de sectores destinados al sacrificio. En México no son
los negros, son los jóvenes. Las mujeres jóvenes, a las que matan en la
frontera norte, y los varones jóvenes que no se pliegan al reclutamiento narco,
en
el sur. Los 43 de Ayotzinapa son apenas 43 entre miles y miles por los que
vergonzosamente nadie habló. Preguntar por los 43 equivale a preguntar por los
otros 20.000.) Una crónica magnífica sobre Ferguson, que la periodista
norteamericana Amy Goodman, junto a Denis Moynihan, publicó en Democracy Now
esta semana, abría con una cita de Martin Luther King, pronunciada en marzo de
1968, tres semanas antes de ser asesinado: “Mientras se siga postergando la
justicia, siempre estaremos al borde de estas noches oscuras de disturbios
sociales”.
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