CON AFGANISTÁN E IRAK SURGIERON MODALIDADES
DE INVASIÓN Y
DESTRUCCIÓN DE PAÍSES…
LUEGO LIBIA, SIRIA, YEMEN. ¿PRÓXIMO?
EMIR SADER (*)
Fuente BLOG del autor
en “Público.es”
de España
domingo 18 de enero 2015
(*) EMIR SADER (BRASIL 1943): Sociólogo y científico. Es
profesor Y Doctor de Ciencia Política de la Universidad de São Paulo (USP) y de
la Universidad do Estado do Río de
Janeiro (Uerj), miembro de CLACSO
(Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). Reseña las consecuencias del
modelo neoliberal que dejó a América Latina sumida en la precarización laboral
en su Blog que es “Carta Maior”
Si ellos mismos confiesan que no hay Estado en Libia, pues
hay dos gobiernos y dos parlamentos; un pulso para ver quién dirige el Banco
Central y la compañía de petróleo; no hay Policía ni Ejército; varios grupos de
milicias luchan por el control del territorio nacional; la infraestructura del
país está en ruinas; los pozos petrolíferos, que se disputan distintos grupos
armados, están siempre en riesgo
inminente de explotar; las torturas y
ejecuciones proliferan… Turquía, Qatar y Sudán apoyan a un bando, mientras los
Emiratos Árabes Unidos y Egipto apoyan al otro. Si esto no es un Estado
fallido, ¿qué más es necesario para que sea? ¿Quién es responsable de la
destrucción de un país más en la región? ¿Ya no basta lo que pasa en
Afganistán, en Irak, en Siria, en Yemen?. Hay que recordar que los bombardeos
que tuvieron como resultado la destrucción de Libia fueron autorizados por el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para “proteger a la población civil”,
cuando ya se habían desatado combates generalizados por el poder en el país.
Valiéndose de esa decisión e interpretándola a su manera, la OTAN bombardeó
sistemáticamente al país, no con la intención de proteger a la población civil
—quién puede estar protegido de los bombardeos de la OTAN—, sino para derrocar
el gobierno de Gadafi. Tal es así, que en cuanto cayó el
régimen y fue
asesinado de forma vergonzosa el hasta entonces jefe del Estado, masacrado públicamente
en manos de las milicias, la OTAN dio por cumplida su misión de “protección de
la población civil” de Libia y procedió a suspender los bombardeos —Naciones
Unidas debió pensar lo mismo—, Libia fue entregada a una brutal guerra civil
entre milicias armadas. A la vez que otros bandos se valían de los armamentos
en manos de esas milicias para perpetrar atentados en otros países —como los
realizados en Argelia y en Yemen— y organizar nuevos grupos fundamentalistas en
toda la región. No solo Libia no se ha estabilizado, sino que se ha vuelo un
foco activo de desestabilización de varios países de la región. Terminada la Guerra Fría, con la victoria del
campo occidental bajo el liderazgo de los Estados Unidos, se dieron las
condiciones para que se impusiera la Pax Americana, ya sin límites. Pasábamos
de un mundo bipolar a un mundo unipolar, bajo la hegemonía imperial
norteamericana. Desde entonces pasaron a existir
modalidades de invasión y
destrucción de países, con Afganistán e Irak como casos iniciales, pero cuyo
efecto destructor se ha diseminado por países como Libia, Siria, Yemen. Nunca
el panorama fue tan desalentador y sin control en toda la región, con
perspectivas de empeoramiento conforme la acción militar y política de EEUU se
intensifica, arrastrando a sus aliados –europeos, de América del Norte, de
Oceanía– hacia nuevas aventuras militares. Como consecuencia de las desastrosas
y belicistas intervenciones lideradas por EEUU, los talibanes se han
fortalecido como nunca en Afganistán, Al Qaeda retorna con fuerza y el Estado
Islámico avanza en Irak y Siria. Como respuesta, EEUU lleva a sus aliados a
comprometerse con una nueva ofensiva militar, que tiene como uno de sus efectos
atentados terroristas en Canadá, Australia y ahora en Francia, haciendo que se
extienda como un reguero de pólvora los riesgos por todo el mundo. Esa es la
Pax Americana, el mundo prometido por unos EEUU victoriosos en la Guerra Fría,
a su imagen y semejanza.
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