NUNCA LOS PUEBLOS SE HAN PASADO EN MASA
A LAS ALTERNATIVAS
SISTÉMICAS.
ESTAMOS TRANSITANDO HACIA UN
MUNDO
NUEVO, EN MEDIO DEL DOLOR Y LA DESTRUCCIÓN
Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Columnista de Internacionales
en
“La Jornada” de Mexico
viernes 23 de enero 2015
(*)
RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador y escritor uruguayo. Analista
internacional en Red Voltaire. Logró en 2003 Premio José Martí por sus crónicas
sobre Argentina. En diversos medios del continente y del exterior, incursiona
en una visión panorámica sobre las luchas sociales en nuestra América. Escribe la sección
internacional de “Brecha” (Uruguay). Profesor en “Multiversidad Franciscana” de
América Latina
La
geopolítica nos ayuda a comprender el mundo en que vivimos, en particular en
periodos turbulentos como los actuales, cuya principal característica es la
inestabilidad global y la sucesión de cambios y oscilaciones permanentes. Pero
la geopolítica tiene sus límites para abordar la actividad de los movimientos
antisistémicos. Nos proporciona una lectura del escenario sobre el que actúan,
lo que no es poco, pero no puede ser la inspiración central de las luchas
emancipatorias. A mi modo de ver, ha sido Immanuel Wallerstein quien ha
conseguido bordar de la manera más precisa la relación entre caos en el
sistema-mundo y su transformación revolucionaria por los movimientos. En su
artículo más reciente, titulado “Es doloroso vivir en medio del caos”, destaca
que el sistema-mundo se está autodestruyendo al coexistir 10 a 12 poderes con
capacidad para actuar de forma autónoma. Estamos en medio del tránsito del
mundo unipolar a otro multipolar, un proceso necesariamente caótico. En
periodos de inestabilidades y crisis es cuando la actividad de los movimientos
puede influir de modo más eficaz en el rediseño del mundo. Es una ventana de
oportunidades necesariamente breve en el tiempo. Es durante estas tormentas y
no en los
I. Wallerstein |
periodos de calma cuando la actividad humana puede modificar el curso
de los acontecimientos. De ahí la importancia del actual periodo. Algunos de
sus trabajos publicados en la colección El Mundo del Siglo XXI, dirigida por
Pablo González Casanova, abordan la relación entre caos sistémico y
transiciones hacia un nuevo sistema-mundo (Después del liberalismo e Impensar
las ciencias sociales, Siglo XXI, 1996 y 1998). En Marx y el subdesarrollo,
publicado en inglés en 1985, hace ya tres décadas, advierte sobre la necesidad
de repensar nuestra metáfora de transición, ya que desde el siglo XIX hemos
estado enredados en el debate entre las vías evolutivas frente a las
revolucionarias para llegar al poder.
Creo que el punto más polémico, y a la
vez el más convincente, es su afirmación de que hemos creído que una transición
es un fenómeno que puede controlarse (Impensar las ciencias sociales, p. 186).
Si la transición sólo puede producirse como consecuencia de una bifurcación en
un sistema en situación de caos, como señalan los científicos de la
complejidad, pretender dirigirla es tanto ilusión como riesgo de relegitimar el
orden en descomposición si se accede al poder estatal. Lo anterior no quiere
decir que no podamos hacer nada. Todo lo contrario. Debemos perder el miedo a
una transición que toma el aspecto de derrumbamiento, de desintegración, la
cual es desordenada, en cierto modo
puede ser anárquica, pero no necesariamente
desastrosa, escribió Wallerstein en el citado texto. Agrega que las
revoluciones pueden hacer su mejor trabajo al promover el derrumbe del sistema.
Esta sería una primera forma de influir en la transición: agudizar el derrumbe,
potenciar el caos. Como el propio autor reconoce, un periodo de caos es
doloroso, pero puede ser también fecundo. Más aún: la transición a un nuevo
orden es siempre dolorosa, porque somos parte de lo que se derrumba. Pensar en
transiciones lineales y sosegadas es un tributo a la ideología del progreso. Después
de 1994 comenzamos a conocer el segundo modo de influir en la transición, que
nos permitió enriquecer las consideraciones anteriores. Se trata de la
creación, aquí y ahora, de un mundo nuevo; no como prefiguración, sino como
realidad concreta. Me refiero a la experiencia zapatista. Creo que ambos modos
de influir (derrumbe y creación) son complementarios.
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