EL PASO DECISIVO HASTA AHORA ES EL ACUERDO
PARA ESTABLECER
RELACIONES DIPLOMÁTICAS.
EN PRINCIPIO SIMBOLIZA CAMBIO PROFUNDO EN LA
POLÍTICA de los ESTADOS UNIDOS.
ENTREVISTA al
Prof. WILLIAM LEOGRANDE (*)
Fuente:
Revista “Temas”
Publica “VISIONES ALTERNATIVAS”
12 de febrero 2015
(*) WILLIAM M. LEOGRANDE. es profesor de Gobierno y ex decano
de la Escuela de Asuntos Públicos de la American University. Él es un experto
en América Latina.
Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la
relación Estados Unidos-Cuba, la revista “Temas” sometió a un selecto grupo de
investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los
desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia
la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero,
vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la
intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie
comenzará a editarse también en inglés en los próximos días. En esta ocasión:
William Leogrande. Profesor. American University, Washington DC.
¿CUÁL ES EL
SIGNIFICADO DE LAS NUEVAS POLÍTICAS ENTRE LOS ESTADOS UNIDOS Y CUBA? ¿CUÁLES
SON LAS MEDIDAS DECISIVAS ADOPTADAS DE AMBAS PARTES? ¿QUÉ PRÓXIMOS PASOS SERÍAN
CLAVE? - La nueva relación entre Cuba y los Estados Unidos, anunciada por los
presidentes Obama y Castro, representa una ruptura decisiva con el pasado.
Desde 1959 (con excepción de los breves intentos por normalizar relaciones en
los años 70), la política norteamericana se dirigió a forzar el cambio de
régimen en Cuba mediante la coacción económica y, en ocasiones, incluso
militar. El presidente Obama abandonó esta política y la sustituyó por el
compromiso y la normalidad. Los próximos pasos incluyen establecer una serie de
acuerdos bilaterales sobre cuestiones de interés mutuo (antidrogas, antiterrorismo,
cooperación entre guardacostas, etc.), que estaban suspendidas por el impasse
en torno a Alan Gross y los Cinco cubanos. A partir de aquí enfrentamos la
difícil tarea de terminar el embargo, núcleo de la vieja política de coacción
norteamericana. Este cambio requiere una nueva legislación; y será difícil,
tanto por la resistencia de
un Congreso republicano, como porque ambas partes
deben alcanzar un acuerdo negociado sobre la compensación a las propiedades norteamericana
nacionalizadas y las reclamaciones cubanas por los daños causados por el
embargo y la guerra secreta de la CIA. Finalmente, otras políticas
norteamericanas que representan rezagos del pasado requerirían cambiarse: Radio
y TV Martí, los programas de promoción de la democracia, el Programa de Visas
Bajo Palabra para Profesionales de la Medicina, y la base naval de Guantánamo. El
ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo
condicionado
por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación
de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las
nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con
qué ritmos? Cincuenta años de enfrentamientos han creado una profunda
desconfianza en ambos lados, que tomará tiempo superar. A nivel interno en los
Estados Unidos, la normalización de relaciones reducirá el poder político de
los conservadores cubanoamericanos que han gozado del beneficio de la
confrontación. Reforzará a los sectores moderados y progresistas de la
comunidad cubanoamericana, que favorecen mejores relaciones y cuyas voces se
han hecho sentir más en los años recientes. En Cuba, la amenaza planteada por
los Estados Unidos ha fundamentado la lógica de un sistema
político que, de
arriba abajo, ha sido intolerante con el disentimiento e incluso receloso de la
crítica patriótica. El resultado ha sido un inadecuado “falso consenso”, que
dificulta un debate profundo de los problemas y entorpece sus soluciones. Cuba
ha tenido una mentalidad de fortaleza sitiada porque ha estado bajo asedio.
Quizás la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos conduzca
hacia una normalización del debate político y la discrepancia en Cuba. Resulta
evidente que una causa del cambio en la política norteamericana fue la presión
de América Latina. La tensa relación entre los Estados Unidos y el resto del
hemisferio en torno a la cuestión de Cuba amenazaba con afectar el proceso de
la Cumbre y quizás incluso al sistema interamericano en su conjunto. Al cambiar
la política hacia Cuba, Obama ha restaurado el prestigio norteamericano y su
liderazgo en el hemisferio. La nueva relación entre Cuba y los Estados Unidos
también puede acelerar la reintegración de Cuba a la comunidad interamericana, proceso ya muy
avanzado, como han demostrado su papel en CELAC, ALBA y el CARICOM.
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