jueves, 19 de febrero de 2015

“DANZAD, DANZAD, MALDITOS…”

CRISIS DEL 2008: UNA NUEVA FASE NEOLIBERAL, 
CONVIRTIENDO EL PARO Y LA PRECARIEDAD LABORAL, 
EN LOS PRINCIPALES INSTRUMENTOS DEL BLOQUE 
DOMINANTE, PARA DIGITAR LA LUCHA DE CLASES.

Escribe 
HÉCTOR ILLUECA BALLESTER (*) 
Fuente: Blog del autor 
en “Público.es” de España 
Martes 17 de febrero 2015

(*) HÉCTOR ILLUECA BALLESTER. Doctor en Derecho e inspector de Trabajo y Seguridad Social, profesión que ejerce desde 2004, y activista incansable por los derechos sociales. La editorial Sequitur, en colaboración con la Fundación CEPS, publica el libro de Adoración Guamán y Héctor Illueca Ballester, “Una reforma laboral contra el trabajo”.   Ante el alcance de la destrucción de las bases del Derecho del Trabajo, en el plano tanto individual como colectivo,  la metáfora de Sidney Pollack  (película “Danzad, danzad, malditos “) constituye un magnífico punto de partida para analizar las causas   


La primera vez que vi “Danzad, danzad, malditos…”  me impresionó vivamente la mirada pesimista y lúcida de Sidney Pollack. la película ambientada en la Gran Depresión de 1929, describe y evoca un inhumano maratón de baile en el que los concursantes tienen que seguir bailando hasta el límite de su resistencia. A cambio de tres

comidas diarias, durante varias semanas un ejército de perdedores sirve de entretenimiento a un público acomodado que se divierte morbosamente con la degradación física y moral de los participantes. Pollack utiliza un brillante lenguaje figurativo para interrogarse por las razones que llevan al ser humano a aceptar las leyes del mercado y a sufrir resignadamente sus consecuencias: precariedad laboral, exclusión social y desempleo generalizado. Curiosamente, la coacción y la violencia han jugado y juegan un papel secundario en el desarrollo del proceso, lo que invita a preguntarse por las circunstancias que posibilitan la aplicación incontestada de un programa favorable a los sectores más privilegiados de la sociedad. O, por expresar la idea desde otro ángulo, uno de los 
Sidney Pollack

rasgos más característicos del huracán neoliberal que se ha desatado en nuestro país es la ausencia de un conflicto político-social acorde con la intensidad de las transformaciones que estamos experimentando. Aunque podría haber turbulencias en el horizonte, hasta ahora la progresiva mercantilización de la existencia social se ha enfrentado a resistencias de muy baja intensidad, neutralizando la acción de los instrumentos colectivos y arrojando a las personas a una lucha solitaria en la que, como le sucedía a Gloria Beatty, no pueden vencer. Tradicionalmente, este fenómeno ha sido explicado apelando a la creciente influencia de los medios de comunicación, que fomentan la lealtad y la obediencia de los individuos a partir de una combinación heterogénea de seducción consumista, manipulación informativa y entretenimiento barato. Desde este punto de vista, la cruzada cultural librada por los medios serviría de apoyo y complemento a la hegemonía ideológica ejercida por la clase dominante, frustrando o mermando cualquier posibilidad de emancipación de los grupos


subalternos. De este modo, la ideología neoliberal impregna nuestra vida cotidiana y determina la conformación de las relaciones sociales, erigiendo un sólido entramado cultural que garantiza el predominio de las élites y les permite neutralizar cualquier rebelión. En definitiva, la manipulación y el adoctrinamiento de los medios alumbrarían un sistema de dominación muchísimo más eficaz que el viejo aparato penal encaminado a perseguir la miseria y criminalizar a los pobres con el fin de someter a los sectores insubordinados. Sin negar lo acertado de estos planteamientos, parece que la crisis económica desatada en 2008 ha inaugurado una nueva fase. En cualquier sistema económico existen relaciones de poder que despliegan estrategias específicas para sojuzgar y dominar a las clases subalternas mediante un proceso que combina eficazmente obediencia y represión. Pues bien, en la sociedad que está emergiendo de la crisis, el desempleo masivo y la precariedad laboral constituyen dispositivos estratégicos para domeñar a los trabajadores y neutralizar los conflictos sociales, fabricando un hombre nuevo y radicalmente limitado en sus posibilidades de actuación individual y colectiva.   

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