AGONÍA DE LA ARTESANÍA MEXICANA ES TAMBIÉN
SÍNTOMA DE UNA
TRANSFORMACIÓN DEL SUJETO NACIONAL.
MENOS SABEMOS CÓMO CONTAR
SU HISTORIA.
Escribe
CLAUDIO LOMNITZ (*)
Columnista habitual en
“La Jornada” de
México -
Miércoles 18 de febrero 2015
(*) CLAUDIO LOMNITZ, (Santiago
de Chile, 1957) Antropólogo e
historiador, es profesor titular de Antropología e Historia en la Universidad
de Columbia, Nueva York. Periodista. Columnista en “La Jornada” de México,
entre otros muchos medios del continente. Escritor. Autor de varios libros: “Evolución
de una sociedad rural· “Las salidas del laberinto”. En “Idea de la
muerte en México” es la primera historia social, cultural y política de la
muerte en una nación que hizo de ella su símbolo tutelar.
El
pasado lunes apareció en este periódico una nota de Matilde Pérez anunciando
que la producción artesanal mexicano ha sido desplazada por imitaciones chinas
–juguetes, sombreros, cerámicas, guitarras– que invaden los corredores
tradicionales de mercados artesanales en todo el país, y que se venden a una
fracción del precio de la artesanía tradicional. El texto menciona que la
mayoría de los artesanos que quedan son mujeres mayores de 45 años. Cuando un
idioma sólo tiene hablantes mayores de 45 años, decimos que se está muriendo.
Lo mismo sucede con cualquier saber que se transmite de padres a hijos. La
artesanía mexicana, que durante siglos fue un manantial inagotable de
creatividad, está agonizando. Hay en este hecho muchas cuestiones que ameritan
una reflexión colectiva y que merecen quizá alguna reacción de política
pública.creando situaciones de desindustrialización en América Latina, al
tiempo que favorece que la región se transforme en exportadora de materias
primas –la soja, la minería, la pesca, etcétera. La política industrial china
tiene un efecto desindustrializador en América Latina y está matando la
artesanía mexicana. Pero me interesa discutir otro aspecto de la cuestión, que
no tiene que ver con China en sí, sino con la globalización en
general. La
agonía de la artesanía mexicana es también síntoma de una transformación
profunda del sujeto nacional. Hoy no sabemos ni siquiera imaginar al sujeto
nacional –imaginar al mexicano– ni mucho menos sabemos cómo contar su historia.
La historia nacional –todas las historias nacionales– están haciendo agua. En
el caso de México, la artesanía viene a cuento porque la Revolución Mexicana
forjó una idea robusta de nacionalidad, fincada en la vitalidad de la cultura
popular. ¿Por qué importó tanto la artesanía? A inicios del siglo XX, el
nacionalismo era un proyecto que buscaba emancipar a México a partir de la
acción redentora de la revolución, que se entendía como una segunda conquista y
una segunda evangelización, orientada a
desencadenar el potencial creativo del
país. Ese potencial no estaba de manifiesto en la actividad industrial, porque
casi no la había. En vez, se constataba en dos terrenos privilegiados por los
ideólogos de la revolución: primero, en la grandeza del México precolombino, y
segundo en la alucinante creatividad popular, manifiesta justamente en la
artesanía, y en la explosividad colorida de la fiesta.Hoy, esa artesanía está
moribunda. ¿Significa eso que también el alma popular está por extinguirse? En
parte, la respuesta tiene que ser afirmativa. El alma popular, tal como se
entendía en la generación de un Diego
Rivera, está muriendo, junto con la
artesanía. No quiero decir que se esté extinguiendo la creatividad de los
mexicanos –habrá hoy día diseñadores muy creativos, ingenieros, inventores,
científicos o artistas, tanto como antes hubo artesanos… Pero la creación
industrial es producto de una división del trabajo compleja, que implica
colaboraciones con colegas en lugares como Chicago, Dusseldorf, Seúl o
Singapur. La creación industrial no está nunca en el control total del creador,
como sí puede estar la producción artesanal. Por eso la creatividad en México
hoy no es ya manifestación de un alma nacional, sino de un alma trasnacional.
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