sábado, 7 de febrero de 2015

EL PASADO QUE DEVORA AL FUTURO

PIKETTY EN RELACIÓN CON LA HISTORIA   HUMANA    
ENTIENDE QUE SOCIEDAD Y ECONOMÍA 
SON EXPRESIONES DE LAS VIDAS DE LAS PERSONAS.

Escribe 
SERGIO RAMÍREZ (*) 
Columnista habitual en 
“La Jornada” de México
Viernes 6 de febrero 2015

(*) SERGIO RAMIREZ – (Nicaragua, Masatape, 1942), Escritor, abogado, periodista y político nicaragüense. Fue vicepresidente de su país entre 1986 y 1990 durante el mandato de Daniel Ortega. En el gobierno de Violeta Chamorro, fue legislador. Se graduó en Leyes por la Universidad Nacional Autónoma de León. En Costa Rica fundo revista “Repertorio” Integro la lucha contra el dictador Somoza, desde el FSLN.  Ha sido analista político internacional, autor de varios libros- se consagró internacionalmente en 1998 cuando ganó el Premio Alfaguara. Referente en la joven historia del continente


He cumplido la hazaña de leerme las casi 600 páginas de El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, a quien un día de tantos veremos en la lista de los premios Nobel de Economía. Y lo he hecho como si se tratara de una carrera a campo traviesa, cogiendo a veces el segundo aire cuando las cuestas me parecían más empinadas, y disfrutando de las travesías a campo llano. Emprendida  la tarea,

 uno se da cuenta de que Piketty cuenta los fenómenos de la economía en su relación con la historia de la humanidad como si de verdad se tratara de una novela donde, como en Guerra y paz, de Tolstoi, uno entiende que los fenómenos sociales y económicos no son más que las expresiones colectivas de las vidas de los seres humanos. De todos modos, siento la felicidad de haber cumplido con una hazaña de cuya consecución desconfiaba, igual que cuando me metí hace años a leer Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Empecé creyendo que no iba a entender nada, y terminé fascinado al sentir que no había encontrado ninguna respuesta acerca del hacia dónde vamos y de dónde venimos, que ya se planteaba Darío, pero que mi cabeza se había llenado de más preguntas, que es lo que logra todo buen libro, y que me quedaba metido dentro de los hoyos negros
Stephen Hawking
del universo, quizás lo que Hawking se proponía con sus lectores profanos: multiplicar las angustias acerca de la existencia. Pero vuelvo a Piketty, con quien coincidí en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y que más que un profesor de la Escuela de Ciencias Económicas de París parece un estudiante de sus aulas, más cómodo en sus jeans desteñidos que vestido de saco y corbata: entre las cosas que me atraen de él es que a menudo acude a los novelistas clásicos y, contaminado por la literatura, la convierte en parte esencial de sus explicaciones económicas. A comienzos del siglo XIX, antes de que la Revolución Industrial trastocara todo el panorama, para vivir como rico en la ciudad, o al menos holgadamente, era necesario poseer rentas suficientes, que dependían de la cantidad de tierras

cultivables de que se fuera dueño, o de tener títulos bancarios. De modo que si queremos entender cómo funcionaba la economía entonces, una lectura de Papá Goriot, de Honoré de Balzac, o de Mansfield Park, de Jane Austen, nos darán claves suficientes. No es que en sus diálogos Eugenio de Rastignac y la baronesa de Nuncigen, personajes de Papá Goriot, en lugar de temas amorosos discutan acerca de las teorías de la relación entre beneficios y salarios de David Ricardo, o de las tesis del crecimiento de la población de Malthus. Pero en el relato percibimos cómo los mecanismos económicos mueven las vidas de los personajes y determinan su riqueza o su ruina. No sólo en esta novela, sino en todas las que forman el gran lienzo de La comedia humana. Lo que fascina a Piketty es que Balzac da por supuesto que el lector de su tiempo entiende de qué le está hablando cuando dice que un personaje dispone de tantos miles de francos como renta anual. De allí se puede deducir si se trata de un pobre diablo con disposición de arribista o de una muchacha soltera que es un buen partido, o se quedará para vestir santos porque no tiene dote.   

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