PIKETTY EN RELACIÓN CON LA HISTORIA HUMANA
ENTIENDE QUE SOCIEDAD Y ECONOMÍA
SON EXPRESIONES DE LAS VIDAS DE
LAS PERSONAS.
Escribe
SERGIO RAMÍREZ (*)
Columnista habitual en
“La
Jornada” de México
Viernes 6 de febrero 2015
(*) SERGIO RAMIREZ – (Nicaragua, Masatape, 1942), Escritor,
abogado, periodista y político nicaragüense. Fue vicepresidente de su país
entre 1986 y 1990 durante el mandato de Daniel Ortega. En el gobierno de
Violeta Chamorro, fue legislador. Se graduó en Leyes por la Universidad
Nacional Autónoma de León. En Costa Rica fundo revista “Repertorio” Integro la
lucha contra el dictador Somoza, desde el FSLN.
Ha sido analista político internacional, autor de varios libros- se
consagró internacionalmente en 1998 cuando ganó el Premio Alfaguara. Referente
en la joven historia del continente
He cumplido la hazaña de leerme las casi 600 páginas de El
capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, a quien un día de tantos veremos en
la lista de los premios Nobel de Economía. Y lo he hecho como si se tratara de
una carrera a campo traviesa, cogiendo a veces el segundo aire cuando las
cuestas me parecían más empinadas, y disfrutando de las travesías a campo
llano. Emprendida la tarea,
uno se da
cuenta de que Piketty cuenta los fenómenos de la economía en su relación con la
historia de la humanidad como si de verdad se tratara de una novela donde, como
en Guerra y paz, de Tolstoi, uno entiende que los fenómenos sociales y
económicos no son más que las expresiones colectivas de las vidas de los seres
humanos. De todos modos, siento la felicidad de haber cumplido con una hazaña
de cuya consecución desconfiaba, igual que cuando me metí hace años a leer
Historia del tiempo, de Stephen Hawking. Empecé creyendo que no iba a entender
nada, y terminé fascinado al sentir que no había encontrado ninguna respuesta
acerca del hacia dónde vamos y de dónde venimos, que ya se planteaba Darío,
pero que mi cabeza se había llenado de más preguntas, que es lo que logra todo
buen libro, y que me quedaba metido dentro de los hoyos negros
Stephen Hawking |
del universo,
quizás lo que Hawking se proponía con sus lectores profanos: multiplicar las
angustias acerca de la existencia. Pero vuelvo a Piketty, con quien coincidí en
la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y que más que un
profesor de la Escuela de Ciencias Económicas de París parece un estudiante de
sus aulas, más cómodo en sus jeans desteñidos que vestido de saco y corbata:
entre las cosas que me atraen de él es que a menudo acude a los novelistas
clásicos y, contaminado por la literatura, la convierte en parte esencial de
sus explicaciones económicas. A comienzos del siglo XIX, antes de que la
Revolución Industrial trastocara todo el panorama, para vivir como rico en la
ciudad, o al menos holgadamente, era necesario poseer rentas suficientes, que
dependían de la cantidad de tierras
cultivables de que se fuera dueño, o de
tener títulos bancarios. De modo que si queremos entender cómo funcionaba la
economía entonces, una lectura de Papá Goriot, de Honoré de Balzac, o de
Mansfield Park, de Jane Austen, nos darán claves suficientes. No es que en sus
diálogos Eugenio de Rastignac y la baronesa de Nuncigen, personajes de Papá
Goriot, en lugar de temas amorosos discutan acerca de las teorías de la
relación entre beneficios y salarios de David Ricardo, o de las tesis del
crecimiento de la población de Malthus. Pero en el relato percibimos cómo los
mecanismos económicos mueven las vidas de los personajes y determinan su
riqueza o su ruina. No sólo en esta novela, sino en todas las que forman el
gran lienzo de La comedia humana. Lo que fascina a Piketty es que Balzac da por
supuesto que el lector de su tiempo entiende de qué le está hablando cuando
dice que un personaje dispone de tantos miles de francos como renta anual. De
allí se puede deducir si se trata de un pobre diablo con disposición de
arribista o de una muchacha soltera que es un buen partido, o se quedará para
vestir santos porque no tiene dote.
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