FELIPE DE LA CRUZ NO UTILIZA A FAMILIARES DE LOS 43.
LES PRESTA SU VOZ. COMO PADRE
DE UN AGREDIDO.
RELATA LO QUE TODOS SIENTEN Y PIENSAN.
Escribe
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO (*)
Fuente “La Jornada” de Mexico
Martes 3 de febrero 2015
(*) LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO (Ciudad de Mexico 1958)
Periodista de Investigación. Escritor.
Desde 1997 es Coordinador de Opinión y articulista del diario "La Jornada". Fundador de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Militante. Luchador social. Participa en otros medios importantes de la prensa
alternativa del continente.
Angel de la Cruz tiene 19 años. Es uno de los sobrevivientes
del ataque del pasado 26 de septiembre. Conservó la vida porque, cuando
comenzaron a acribillar a los jóvenes, corrió a protegerse entre los camiones y
llamó por teléfono a su padre. Aldo Gutiérrez Solano, quien estaba a su lado, fue
herido por
una bala en la cabeza que le hizo perder 65 por ciento
del cerebro. Tiene infarto cerebral y está en coma. Ángel lo vio caer y gritó
junto con otros de sus compañeros: “¡somos estudiantes, no estamos armados!”
Por teléfono, su padre le recomendó: “tirarse al suelo para que no te vayan a
pegar”. Al finalizar los disparos pudo esconderse. El padre de Ángel es
maestro. Trabaja frente a grupo en la colonia Renacimiento, de Acapulco. Enclave
popular construido por Rubén Figueroa para echar a los pobres atrás de los
cerros, lejos de los turistas, asolado por la inseguridad, la fetidez del
ambiente y la carencia de servicios. Allí estaba cuando recibió la llamada de
su hijo. A más de cuatro meses del
atentado en el que
Felipe de la Cruz |
fueron asesinados tres de sus compañeros, uno más tiene
muerte cerebral y 43 fueron desaparecidos, Ángel de la Cruz lucha por salir
adelante. Él también es una víctima. Su padre asegura que su hijo está en
ocasiones muerto en vida, con pocos ánimos e ilusiones. El papá de Ángel se llama Felipe de la Cruz
Sandoval. Nació en la comunidad de Monte Alegre, municipio de Malinaltepec, uno
de los municipios más pobres del país. Además de Ángel tiene una niña de 14
años y otros dos hijos varones. Durante la primavera magisterial de 1989
participó en la fundación de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la
Educación de Guerrero (Ceteg). Fue escogido por los familiares de los
desaparecidos y asesinados como uno de sus voceros. Tiene facilidad de palabra
y compromiso con las causas de su pueblo. Convencido de
que todos los seres
humanos son iguales, la tarde-noche del pasado 29 de octubre le dijo al
presidente Enrique Peña Nieto en Los Pinos que desconfiaba de él y que exigía
una respuesta inmediata a la demanda de presentación con vida de los 43 jóvenes
desaparecidos. De pie, con firmeza, advirtió al mandatario: “Si usted no tiene
la capacidad para darnos la respuesta ya, también debe estar pensando lo mismo
que el gobernador de Guerrero, porque también tiene responsabilidad.” Desde entonces,
una y otra vez ha nombrado lo intolerable con valor y franqueza. Sin miedo, con
sencillez, ha
prestado su voz al dolor, la indignación de los padres de los desaparecidos. Sininjuriar, ha señalado a los funcionarios públicos responsables por acción o por
omisión de los crímenes de Iguala. En respuesta a su verticalidad y gallardía
se ha desatado una sistemática y ruin campaña de difamación en su contra. A
pesar de los riesgos y la incomodidad en la que vive cada día, de los riesgos
que asume al decir las cosas como son, se le quiere presentar como manipulador
de los padres, envenenador de conciencias, que cobra su salario de maestro sin
trabajar. Felipe de la Cruz no utiliza a los familiares de los desaparecidos de
Ayotzinapa. Les presta su voz. Relata lo que ellos viven, sienten y piensan. Lo
hace, incluso, con una moderación y un respeto que algunos no comparten. Lo
hace desde su propio dolor de padre de un muchacho salvajemente agredido y
desde su pertenencia a la comunidad escolar que le dio una profesión y un
empleo. Aunque Felipe no esté impartiendo clases en este momento, da lecciones
de civismo y dignidad a todo el país.
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