LA CRISIS EN EUROZONA NO BUSCA UN REQUILIBRIO.
NI A UNA SITUACIÓN MÁS ARMÓNICA.
EN BRUSELAS
SE ENCUENTRAN EN UN DILEMA
FRENTE AL AUGE EXPORTADOR DE ALEMANIA.
Escribe
ALEJANDRO NADAL
(*)
Columnista de
“La Jornada” de México
25 de Marzo
2015
(*)ALEJANDRO NADAL es Doctor en Economía por la Universidad de París y
Profesor de Teoría Económica del Colegio de México. Miembro del Consejo Editor de Sin Permiso y
columnista permanente en “La Jornada” de México. Conferencista y Periodista que
publica en importantes medios de Europa y América. Trabaja en un libro sobre macroeconomía.
Sustenta que esta no es crisis económica, sino que es estructural del sistema.
La economía mundial envía mensajes todos los días. ¿Qué está
tratando de decirnos? Qué tal una pregunta provocadora: ¿nos estará diciendo
que debemos imponer sanciones a Alemania por su desempeño económico? La crisis
global está por iniciar su séptimo año de vida. Los problemas en Europa no se
resuelven. De hecho, ahora se combinan de manera peligrosa con los síntomas de
una recesión prolongada en China para indicar que
quizás ya entramos en un
largo periodo de estancamiento a nivel mundial. La recuperación en Estados
Unidos, de la que tanto se habla, está marcada por nubarrones y por un
desorbitado incremento en las utilidades de los bancos sin que aumente la
actividad crediticia hacia el resto de la economía. Decididamente los motores
de la economía mundial no atraviesan su mejor momento. La economía europea
persiste como uno de los focos rojos más importantes. Las tribulaciones por las
que atraviesan varios países europeos todavía se acompañan de rumores inquietantes
sobre el futuro de la unión monetaria. Las negociaciones entre Bruselas y el
eurogrupo, por un lado, y el gobierno de Syriza, por el otro, han exacerbado la
tensión sobre la moneda
europea. Al mismo tiempo han distraído la atención
sobre uno de los problemas más serios en Europa. Los desequilibrios económicos
entre países con fuerte superávit y los que mantienen un déficit crónico en sus
cuentas externas son en este momento una de las más poderosas amenazas pare el
proyecto de la unión europea. En los últimos 20 años se habló mucho sobre las
vertiginosas tasas de crecimiento de China y su prodigioso desempeño
exportador. De todos conocido es el hecho de que el superávit en la cuenta
corriente para el gigante asiático pasó de 2 a más de 8 por ciento de PIB entre
2001 y 2007, el año en que se dejan sentir los primeros efectos de la crisis en
el mercado hipotecario estadunidense. En 2008 ese superávit rebasó 10 por
ciento del PIB y subsecuentemente comenzó a reducirse a medida que comenzó la
contracción del mercado mundial (los datos son del FMI). En 2014 el superávit
chino apenas rebasó 2 % del PIB. Ahora el motor exportador chino se ha visto
rebasado por la economía de Alemania. En este país el superávit externo ya
representaba 5 % del PIB en 2006. Para 2008 ese indicador superaba 7.4 % del
PIB y se redujo los dos años siguientes
debido a la crisis. Sin embargo, las exportaciones pasaron a recuperarse
rápidamente y el superávit alcanza hoy 7.5 % del PIB. Se anticipa que este año
el superávit de la eurozona rebasará el pico histórico que alcanzó el saldo de
la cuenta corriente de la economía china en 2008 (más de 400 mmdd). Una parte
dominante de ese superávit en la cuenta corriente de la eurozona (cerca de 68
por ciento) corresponde a la economía alemana. Lo que eso significa no es
solamente que los desequilibrios internacionales se mantienen, sino
que al
interior de Europa se han agravado. El mejor indicador de lo anterior es que el
superávit de Alemania se ha incrementado, pasando de 225 a 285 mmdd en los
últimos seis años. Es evidente que la crisis en la eurozona no ha conducido a
un requilibrio de sus economías, ni a una situación más armónica. Hasta las
autoridades en Bruselas, de las que tanto hablamos en el contexto de las
negociaciones con el gobierno de Syriza, se encuentran en un dilema frente a
este auge exportador de Alemania. El procedimiento de desequilibrios
macroeconómicos de la Unión Europea establece un límite de 6 por ciento para el
superávit de cuenta corriente y Alemania lo viene rebasando desde hace tres
años. El Departamento del Tesoro estadunidense ha señalado el comportamiento
alemán como un factor desestabilizador para la economía mundial. Y las autoridades
en Bruselas, comenzando con Jean-Claude Juncker, sufren un dolor de cabeza. En
voz baja para evitar el escándalo político en Alemania, han tenido que advertir
que de no reducirse el superávit externo tendrían que imponer ¡sanciones
económicas a Berlín!
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