EL CENTRO ESTÁ EN
AECIO NEVES, SENADOR,
DOS PERIODOS GOBERNADOR DE MINAS GERAIS,
QUE DISPUTÓ Y PERDIÓ, CON DILMA ROUSSEFF
Escribe
ERIC NEPOMUCENO (*)
Columnista de Internacionales
en
“La Jornada” de Mexico
Domngo 26 de abril 2015
(*) ERIC NEPOMUCENO (Sao Paulo, 1948) es escritor, traductor
y periodista. . Ha publicado libros de cuentos y de no-ficción (ensayos
periodísticos y biografías).De la generación de Craciliano Ramos, Adonais
Filho, Nélida Piñón, Autran Dourado, Rubem Fonseca y sobre todo Clárice
Lispector y el gran Guimaraes Rosa, entre otros. Hasta 1965 estuvo relacionado
con importantes medios. Se dedico a escribir y era columnista en medios
prestigiosos del continente, como free lance.
Sobrio y elegante como de costumbre, el sociólogo Fernando
Henrique Cardoso, que presidió Brasil de
1995 a 2002, principal referencia del oposicionista Partido de la
Socialdemocracia Brasileña (PSDB), es claro y objetivo: no hay ninguna
justificativa para que se presente en el Congreso un pedido de impeachment, o
sea, que se abra un juicio
político, contra la presidenta Dilma Rousseff, con
el objetivo de destituirla. Dejando a un lado la incontenible agresividad y las
posiciones duramente derechistas –algo un tanto sorprendente, cuando se
recuerda su pasado de izquierda–, el actual senador José Serra, del mismo PSDB,
se hace súbitamente moderado. Dice, con toneladas de razón e inesperada
sobriedad, que un pedido de impeachment no es un mero juego: tiene
consecuencias
tremendas, y no se justifica. Ya el actual gobernador de São Paulo, el
derechista Geraldo Alckmin, hombre cercano al Opus Dei y también figura
poderosa del partido, prefirió optar por un silencio monacal. Y sin embargo, el
PSDB defiende de manera clara y cada vez más agresiva que se busque, por todas
las formas y maneras, una brecha para presentar en la Cámara de Diputados un
pedido de apertura de juicio político para liquidar de una vez el segundo
mandato presidencial de Dilma, a menos de cuatro meses de estrenado. Lo
acompañan otros partidos de oposición, cuya consistencia, en todo caso, es más
bien escuálida. El centro de la cuestión está en Aecio Neves, actual senador,
que ejerció dos mandatos seguidos como
gobernador de Minas Gerais, tercer principal
estado brasileño, quien disputó –y perdió– la presidencia con Dilma Rousseff el
pasado octubre. Neves preside el PSDB. Claramente inconforme con el resultado
de las urnas –que le dieron a Dilma una ventaja estrecha, pero incontestable,
de cuatro puntos–, él se dedica, un día sí y el otro también, a construir un
ambiente capaz de revertir la decisión del electorado. Lo acompañan los
integrantes de la ruidosa tropa de élite en el Congreso,
con destaque para
diputados que, con aspecto más cercano a la hidrofobia que al trato
parlamentario, amenazan con presentar en cualquier momento, el pedido de
apertura del juicio político. Juristas de sólidas trayectorias conservadoras y
discurso ampuloso son contratados para preparar informes y pareceres legales para
esa acción. Cualquier argumento sirve, de los escándalos de corrupción a
iniciativas gubernamentales que contrarían las promesas de campaña presentadas
por Dilma el año pasado. Con apoyo clarísimo de los grandes medios hegemónicos
de comunicación, esas
maniobras ganan espacio. Ahora, por ejemplo, el esfuerzo
más contundente de diarios, revistas y emisoras de televisión está concentrado
en mostrar que, en la campaña que llevó a Dilma a su primer mandato
presidencial, en 2010, grandes empresas fueron forzadas a forjar donaciones
aparentemente legales pero que, en realidad, eran realizadas con fondos
desviados por el esquema de corrupción instalado en Petrobras. De nada sirve
comprobar que las donaciones fueron registradas cumpliendo todos los requisitos
legales, y que las cuentas de la campaña fueron aprobadas por el Tribunal
Superior Electoral. Es,
claramente, una acción facciosa: todos –todos– los
partidos recibieron donaciones millonarias de las mismas empresas, el PSDB
inclusive. Pero las del PT fueron resultado de corrupción y chantaje. Poco
importa si el argumento carece de base mínimamente sólida. Lo que interesa es
crear un ambiente cada vez más negativo para el gobierno. La amenaza pende como
una espada de Damocles sobre el gobierno. Al fin y al cabo, en la presidencia
de la Cámara de Diputados está una figura política nefasta, Eduardo Cunha, que
actúa a su libre albedrío ejerciendo su más alta especialidad: el chantaje. Con
frecuencia rutinaria dice que, de momento, no hay ninguna razón para llevar a votación
un eventual pedido de impeachment. Más que tranquilizadoras, son palabras
amenazadoras: dejan claro de toda claridad que el tema dependerá exclusivamente
de él.
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