jueves, 16 de abril de 2015

¡ CUBA SÍ, YANQUIS SÍ..!

EN CUBA HABRÁ UN RELEVO GENERACIONAL, 
SIN  NADA QUE VER CON LA FAMILIA CASTRO. 
SI SE ATENDRÁN A LA ORTODOXIA POLÍTICA, 
AFERRADOS A LA IDEA DEL PARTIDO ÚNICO, 
ES ALGO QUE ESTÁ POR VERSE...

Escribe
SERGIO RAMÍREZ (*)
 Columnista habitual de 
“La Jornada” de México” 
15 de abril 2015

(*) SERGIO RAMIREZ – (Nicaragua, Masatape, 1942), Escritor, abogado, periodista y político nicaragüense. Fue vicepresidente de su país entre 1986 y 1990 durante el mandato de Daniel Ortega. En el gobierno de Violeta Chamorro, fue legislador. Se graduó en Leyes por la Universidad Nacional Autónoma de León. En Costa Rica fundo revista “Repertorio” Integro la lucha contra el dictador Somoza, desde el FSLN.  Ha sido analista político internacional. Autor de varios libros de éxito. Se consagró internacionalmente en 1998 cuando ganó el Premio Alfaguara. Referente ineludible en la joven historia del continente latinoamericano.


A estas alturas es ya un lugar común repetir que el encuentro entre Barack Obama y Raúl Castro durante la Cumbre de las Américas en Panamá representa un hito histórico. Por supuesto que lo es, y tiene consecuencias para todo el continente, porque cambia la naturaleza de las relaciones entre América Latina y Estados Unidos, dándoles un
nuevo tono. Y echa la última palada de tierra a la guerra fría y a su retórica altisonante. Si el entendimiento entre los dos países sigue progresando, hay dos fantasmas que parecen destinados a regresar a sus tumbas, y son el antimperialismo y el anticomunismo, aunque por supuesto seguiremos escuchando sus aullidos. La extrema derecha del Tea Party en Estados Unidos y los adalides del socialismo del siglo XXI entre nosotros van a agitar esos fantasmas mientras su vocinglería pueda darles réditos políticos. La frase bien meditada de Raúl Castro exculpando a Obama de las agresiones imperialistas del pasado, y dándole la calificación de hombre honesto, encuentra un complemento adecuado en otra del propio Obama, cuando dijo:

Nuestras naciones deben liberarse de los viejos argumentos, debemos compartir la responsabilidad del futuro. Este cambio es un punto de inflexión para toda la región. Es un acercamiento que promete; pero para que pueda volverse irreversible será necesario que algunos de los pasos previstos se den a lo inmediato, como son el que Estados Unidos ponga a Cuba fuera de la lista de países terroristas, y que se establezcan las plenas relaciones diplomáticas. Esto abriría el camino para que las restricciones del bloqueo económico puedan seguir siendo aligeradas, y el sucesor de Obama en la Casa Blanca se encuentre con una situación de no retorno, si es que ese sucesor viene de las filas republicanas más radicales. El argumento de quienes adversan este entendimiento en marcha es que el gobierno


de Cuba pone muy poco de su parte, en cuanto a derechos humanos y libertades democráticas, mientras todas las concesiones vienen a ser hechas por Estados Unidos. Pero, a su vez, la concesión fundamental que Cuba espera, el levantamiento del bloqueo, es bien sabido que no está en manos de Obama, y de aquí a que en el Congreso en Washington haya una mayoría favorable a esa medida falta aún mucho camino que recorrer. Ya Raúl Castro lo sabe, y por eso ha insistido en repetir que hay que tener mucha paciencia. Mucha


paciencia. Cuando se habla de derechos humanos y libertades civiles en Cuba, no se trata de meras concesiones, sino de asuntos que conciernen a la naturaleza del sistema político: el poder de un solo partido, el control de la sociedad civil y el monopolio de los medios de comunicación. Aquí es donde Raúl Castro se ha mostrado intransigente al afirmar que Cuba no cambiará su sistema, y entonces todo parece quedar en un punto muerto. Pero no hay puntos muertos de aquí en adelante. Obama, que se acerca al fin de su último mandato, y quiere que su apertura con


Cuba sea parte visible de su legado presidencial, tiene al otro lado de la mesa de negociaciones a un líder histórico de la Revolución cubana que pasa ya de los 80 años, y que ha anunciado él mismo que no buscará un nuevo periodo a la cabeza del régimen. Raúl Castro representa una generación que se despide. Por tanto, en Cuba habrá necesariamente un relevo generacional, con dirigentes que ya nada tendrán que ver con la familia Castro. Si estos nuevos dirigentes se atendrán a la ortodoxia política y se aferrarán a la idea del partido único, es algo que está por verse. Seguramente todo está siendo minuciosamente planeado para que los actores del relevo no se aparten de la línea tradicional, y sigan tolerando la apertura económica, pero no la apertura política. 

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