ANÁLISIS
SOBRE LA RELACIÓN ENTRE FUERZAS ARMADAS
Y LUCHAS ANTICAPITALISTAS NO SON FRECUENTES.
COMO VIOLENCIA DE ARRIBA PARA "ACOMDAR" EL MUNDO.
Escribe
RAÚL ZIBECHI(*)
Columnista habitual
en “La Jornada” de México
Viernes 17 de abril 2015
(*) RAÚL ZIBECHI- (Uruguay
1952) Periodista, docente, investigador y
escritor uruguayo. Analista internacional en Red Voltaire. Logró en 2003 Premio
José Martí por sus crónicas sobre Argentina. En diversos medios del continente
y del exterior, incursiona en una visión panorámica sobre las luchas sociales
en nuestra América. Escribe la sección internacional de “Brecha” (Uruguay). Profesor
en “Multiversidad Franciscana” de América Latina
En los momentos difíciles, durante los grandes traumas
sociales, cuando la confusión y la opacidad se vuelven norma, acudir a los
clásicos puede ayudar a despejar el panorama. Como sabemos, vivimos un periodo
especialmente complejo, oscuros nubarrones asoman en el horizonte. A modo de
ejemplo: no son pocos los
analistas que consideran que una guerra nuclear es
una de las posibilidades para resolver las múltiples crisis en curso. Una
conocida carta de Marx a Engels (del 25 de septiembre de 1857) revela la
importancia que el primero concedía al papel del ejército en la historia.
Recordaba que el primer sistema de salarios nació en los ejércitos antiguos,
así como la primera forma legal del derecho a la propiedad, el primer uso de la
maquinaria en gran escala y hasta la primera forma de división del trabajo
dentro de una rama productiva. Su conclusión, a la luz de lo que nos está
sucediendo, parece tanto premonitoria como agobiante: Toda la historia de las
formas de la sociedad burguesa se resume notablemente en la militar
(Correspondencia Marx-Engels, Ediciones
William McNeill |
de Cultura Popular, México, 1972, tomo
I, p. 135). En la actualidad los debates y análisis sobre la relación entre las
fuerzas armadas estatales y las luchas anticapitalistas son poco frecuentes.
Tanto como la comprensión del papel de la violencia de arriba en la
remodelación del mundo. Probablemente la centralidad que han adquirido las
democracias electorales en las sociedades occidentales y la difusión de una
cultura consumista (ambos fenómenos estrechamente ligados) parecen haber
evaporado la hipótesis de Marx sobre el paralelismo entre la economía y la
guerra. Para el siglo XX, William McNeill establece la relación entre el
crecimiento demográfico y las dos guerras mundiales, como causa del conflicto y
como forma de mitigar la superpoblación europea; pero también nos recuerda que
el control biopolítico de las poblaciones arranca con la movilización en masa
para hacer la guerra y, finalmente, destaca que la
Anne Louise Strong |
industrialización y el
nacimiento del estado de bienestar estuvieron estrechamente ligados al
estallido del conflicto armado, en particular en la Segunda Guerra Mundial (La
búsqueda del poder, Siglo XXI, México, 1988, capítulo 9). Se trata de pistas
generales, de indicaciones que nos fuerzan a colocar la cuestión militar en un
lugar destacado de nuestros análisis. Un esfuerzo, por cierto, en el que las
personas y los movimientos anticapitalistas estamos muy retrasados. Una de las
limitaciones es que conocemos sólo parcialmente los planes y objetivos de los
poderosos. Otra consiste en focalizar la cuestión militar en el armamento, en
particular en el desarrollo tecnológico de nuevas y sofisticadas armas. Por eso
es bueno recordar que no son las armas las que ganan las guerras. En 1946, tres
años antes de tomar el poder, Mao Tse Tung concedió una entrevista a la
periodista Anne Louise Strong. Ésta le preguntó qué
sucedería si Estados Unidos
usara la bomba atómica contra la Unión Soviética o contra China, países que aún
no poseían el arma nuclear. La bomba atómica es un tigre de papel que los
reaccionarios norteamericanos utilizan para asustar a la gente. Parece
terrible, pero de hecho no lo es. Por supuesto, la bomba atómica es un arma de
matanza en vasta escala, pero el resultado de una guerra lo decide el pueblo y
no uno o dos tipos nuevos de armas, dijo Mao (Obras Escogidas de Mao Tse-tung,
Fundamentos, Madrid, 1974, tomo 4, pp. 98-99). Mao sostenía que China podía
derrotar a los ejércitos reaccionarios sólo con mijo y fusiles, algo que poco
después confirmaron los campesinos vietnamitas. Estamos ante principios éticos
y políticos básicos, sin los cuales no vale la pena siquiera pensar en
combatir, porque colocar la tecnología militar en el centro es tanto como
rendirse a la lógica del enemigo. Las guerras populares siempre se ganaron con
pueblos decididos, no con armas. Sin embargo, lo anterior no resuelve el
problema de cómo enfrentar a enemigos que están dispuestos a exterminar a los
sectores populares del mundo para salir del atolladero en que se encuentran.
Sobre todo, no sirve para tomar decisiones ante lo que se adivina como un largo
periodo de acoso (campañas de cerco y aniquilamiento, las definían los
comunistas chinos).Sin la intención de agotar un debate que apenas comenzamos,
puedo observar cuatro necesidades de los movimientos para enfrentar esta nueva
etapa. La primera, comprender la lógica de los de arriba. Lo que supone
estudiar, analizar y deducir qué planes tienen contra nosotros, qué objetivos
se trazan. No en general, sino en cada región, en cada país y en cada área.
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