COSTAS DE ITALIA Y ESPAÑA,
ENTRE OTRAS VARIAS FRONTRAS
SON UN CALADERO DE MUERTE.
ENTRE OTRAS VARIAS FRONTRAS
SON UN CALADERO DE MUERTE.
LA SINRAZÓN SE APODERA DEL DRAMA
HUMANO... CONVERTIDO EN PESADILLA.
Escribe
MARCOS ROITMAN (*)
Fuente
“La Jornada” de México
29 de Abril 2015
(*) MARCOS ROITMAN ROSENMANN, Nacido en Santiago Chile en
1955, nacionalizado español. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la
Universidad Complutense de Madrid, donde es Profesor Titular de Estructura
social de América latina. Periodista. Sociólogo, analista político y ensayista.
Columnista en “La Jornada” de México entre varios otros medios progresistas del
continente.
Las noticias no pueden ser más desalentadoras. Un día sí y
otro también, los medios de comunicación proyectan imágenes de inmigrantes
subsaharianos rescatados de las aguas del Mediterráneo por patrulleras de la
Unión Europea. Mujeres embarazadas, madres
con bebés en brazos, jóvenes en
estado de hipotermia y shock, todos desorientados y con la mirada perdida, son
atendidos por personal militar y Cruz Roja. Los militares apuntan sus armas,
los médicos y personal auxiliar visten monos blancos, guantes y mascarillas,
los inmigrantes ilegales son considerados una epidemia contagiosa. Los
sobrevivientes que han sorteado la muerte son sometidos a interrogatorios,
fichados,
fotografiados y trasladados a centros de acogida de extranjeros, que
más parecen campos de afinamiento donde lo más probable es que sean
repatriados. La petición de asilo o refugio político es una lotería. En Ceuta y
Melilla, muros de la vergüenza y la ignominia, no menos que los levantados en
Gaza, con alambres espinosos, son el mecanismo disuasorio para los inmigrantes.
Estéril decisión: cada semana saltan la valla decenas de personas; pocas logran
el éxito. En la memoria reciente, podemos fijar las
imágenes captadas por periodistas y videoaficionados, de guardias civiles
disparando a inmigrantes que intentaban llegar a la playa. Muchos se ahogaron y
otros desaparecieron sin recibir ayuda. Los responsables directos y quienes
autorizaron abrir fuego con balas de goma son trasformados en héroes de la
patria por el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y su homólogo de
Defensa, Pedro Morenes. Ambos los elogian y los condecoran. Esconden pruebas,
ocultan grabaciones y culpan a los inmigrantes de ser los agresores. La versión
oficial es un insulto a la inteligencia; la guardia civil se defendía
disparando de los agresores que los increpaban y amenazaban. ¿Les estarían
haciendo aguadillas y mojando sus uniformes? En las pateras y barcos piratas,
apuntan, se encuentran
camuflados miembros del Estado Islámico, cuyo objetivo
es realizar atentados terroristas. Preocupados por el cariz del problema, jefes
de Estado, presidentes de gobierno, ministros de Exteriores, Defensa e
Interior, es decir, la inteligencia en pleno, se reúnen juntos o por separado
para tomar medidas. Y se les ocurre una gran idea para enfrentar el problema de
la inmigración, aumentar el presupuesto militar destinado a las tareas de
control, inteligencia y patrullaje en las aguas del mar Mediterráneo. En esta
febril decisión, el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron, ofrece
fragatas para abordar los barco
s pateras con la condición de desembarcarlos en
cualquier país, menos en las costas británicas. El enemigo al cual se
enfrentan, apuntan concienzudamente, es un conglomerado de traficantes de
personas, mafias pertenecientes al crimen organizado y miembros del Estado
Islámico. Para las autoridades europeas la buena voluntad debe dar paso a una
férrea decisión de atacar el problema de la inmigración ilegal como parte de
una política de defensa estratégica. No se les puede dejar entrar a Europa, son
unos muertos de hambre. Explotarlos hasta la muerte, primero como esclavos y
hoy como países dependientes, extrayendo sus riquezas naturales a cambio de celebrar
un Mundial de futbol y quedarse en su sitio sin moverse. Deben entender que no
son bien recibidos en la cuna de la democracia occidental. Si no lo hacen por
las buenas, lo harán por las malas. Palo, azote, cárcel, tortura y muerte.
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