EL PROBLEMA NO ES
NUEVO. HA SIDO IGNORADO,
HASTA QUE LA REALIDAD
ESTALLA, AL HALLAR
UN CAMPO DE
TRÁFICO HUMANO, EN LA JUNGLA
CON TREINTA FOSAS COMUNES.
YA HAN SIDO UBICADOS 78 CAMPOS.!!!!
CON TREINTA FOSAS COMUNES.
YA HAN SIDO UBICADOS 78 CAMPOS.!!!!
Escribe
MONICA GARCIA PRIETO (*)
Fuente “Periodismo Humano”
15 de mayo
2015
(*) MÓNICA GARCÍA PRIETO, Nació en España en 1974 y se
graduó en periodismo. Periodista freelance de 41 años galardonada este año con
la novena edición del premio José Couso de Libertad de Prensa. Ha cubiertos
guerras como Irak, Afganistan entre
otras. Ha sido corresponsal de” El Mundo” en Beirut y trabaja para varios medios de comunicación.
Fue una de las primeras en atravesar la frontera siria para narrar desde dentro
la guerra. corresponsal en Oriente Próximo.
Entre 6.000 y 10.000 inmigrantes y refugiados rohingya y
bangladeshíes, a la deriva en el sureste asiático tras la campaña contra el
tráfico humano lanzada por las autoridades tailandesas,
Indonesia, Tailandia y
Malasia han decidido expulsar a los barcos de sus costas, abandonando a su
suerte barcos cargados de personas sin agua ni alimentos. Muchos traficantes
están abandonando sus barcos, con sus ocupantes a bordo, para evitar ser
detenidos. En las imágenes se ven familias enteras a bordo de barcazas de
madera, anegadas por el oleaje y la lluvia. Padres llorosos e impotentes con
niños aterrados y demacrados que parecen amontonados, sin apenas espacio para
moverse, que viajan hacinados en endebles
embarcaciones donde se agotan las
reservas de alimentos y agua potable, soportando las altas temperaturas sin
destino fijo. Partieron hace dos meses con destino a Malasia pero hace varios
días la tripulación abandonó el barco a nado, para evitar ser detenidos. De las
costas malasias fueron rechazados, como les ocurrió en las aguas territoriales
tailandesas. Hoy, los pasajeros beben su propia orina y lanzan por la borda los
cadáveres de aquellos que no superan la travesía. Hablamos sólo de un barco con
350 pasajeros pero son miles los refugiados e inmigrantes que, en estos
momentos, pasan por la espeluznante experiencia de haber sido abandonados en
alta mar y que se enfrentan a una muerte segura si nadie les rescata. No se
trata del Mediterráneo sino de la Bahía de Bengali y el estrecho de Malacca,
entre el Pacífico y el Indico. Es allí donde unas 6.000 personas, según las
estimaciones más conservadoras, y 10.000 según las más
alarmistas corren el
riesgo de morir de hambre y sed o, simplemente, de ahogarse después de que las
autoridades de Malasia, Tailandia e Indonesia hayan anunciado que rechazarán
toda embarcación que se acerque a sus costas. “No dejaremos que se acerque
ningún barco extranjero salvo que se esté hundiendo”, ha anunciado el
responsable de la agencia marítima malasia, Tan Kok Kwee. “En caso contrario,
les entregaremos provisiones y les obligaremos a marcharse”. Se trata de un
negocio que mueve 250 millones de
dólares al año, valoran en Tailandia, y una
oportunidad de oro para las mafias sin escrúpulos que han desarrollado una
industria intermedia, la del secuestro: tras pagar sumas astronómicas por un
pasaje en una barcaza ilegal, sin apenas agua ni alimentos, que a veces tarda
meses en consumarse –dependiendo de si se llena o no la barcaza y de los
controles marítimos- muchos traficantes les obligan a parar en la costa
tailandesa. Allí les hacen andar a pie por la jungla con la promesa de hacerles
cruzar la frontera con Malasia a pie, pero antes deben parar en campamentos
provisionales erigidos por la jungla donde son confinados, a veces encadenados,
por guardianes armados. Allí el agua escasea, los alimentos son casi
inexistentes y los abusos están a la orden del día. Pueden hacer una llamada
telefónica a sus familiares
, durante la cual serán golpeados para añadir
dramatismo: en ella, pedirán a sus seres queridos que paguen un rescate a sus
secuestradores. Otros 2.000 dólares que no todos pueden recaudar. En el caso de
no pagar –mediante un intermediario en su país de origen- a las mafias, hay
variantes: pueden ser golpeados hasta la muerte o vendidos como esclavos a
barcos pesqueros, en el caso de los varones, o como esclavas sexuales en el
caso de las mujeres. El negocio del secuestro de refugiados e inmigrantes era
un
secreto a voces en Tailandia, como ya contamos en Periodismo Humano, pero
las autoridades negaban su existencia hasta que las imágenes de las fosas y de
los famélicos supervivientes hallados al borde de la muerte fueron publicadas
en la prensa. la pesca ilegal y de la esclavitud en los barcos pesqueros. La
maquinaria tailandesa de las relaciones públicas se inició con una campaña por
todo lo alto, con batidas en la jungla e investigaciones en las localidades
próximas a los campos hallados. A fuerza de buscar ya han sido hallados 78
campos de traficantes, tres de ellos masivos –con capacidad para mantener
secuestradas a un millar de personas- y han sido ‘rescatados’ 213 inmigrantes y
63 víctimas de tráfico humano.
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