« SE MOSTRÓ LA NECESIDAD DE UN CAMBIO DE RUMBO…
DEBEMOS SALIR DE LA ESPIRAL
DE AUTODESTRUCCIÓN
CON LA QUE ESTAMOS HUNDIENDO NUESTRA TIERRA»
Escribe
LEONARDO BOFF (*)
Fuente:Web del autor
Viernes 19 de junio 2015
(*)LEONARDO BOFF (BRASIL) Teólogo, filósofo y escritor Uno
de los fundadores de la Teología de la Liberación. en 1985, la Congregación
para la Doctrina de la Fe, dirigida por el Cardenal Ratzinger (ex Papa) le
silenció por un año por su libro “La Iglesia, Carisma y Poder” . Profesor de
ética y filosofía en Brasil. Conferencista en muchas universidades, como
Heidelberg, Harvard, Salamanca, Barcelona, Lund, Lovaina, París, Oslo, Turín
entre otras. Escribió más de 100 libros, traducidos a diversas lenguas. En
1997, el Parlamento Sueco le otorgó el premio Right Livelihood, considerado el
Nobel Alternativo.
Antes
de hacer cualquier comentario vale la pena resaltar algunas singularidades de
la encíclica “Laudato sí' del Papa Francisco. Es la
primera vez que un Papa
aborda el tema de la ecología en el sentido de una ecología integral (por lo
tanto que va más allá de la ambiental) de forma tan completa. Gran sorpresa:
elabora el tema dentro del nuevo paradigma ecológico, cosa que ningún documento
oficial de la ONU ha hecho hasta hoy. Fundamenta su discurso con los datos más
seguros de las ciencias de la vida y de la Tierra. Lee los datos afectivamente
(con inteligencia sensible o cordial), pues discierne que detrás de ellos se
esconden dramas humanos y mucho sufrimiento también por parte de la madre
Tierra. La situación actual es grave, pero el Papa Francisco siempre encuentra
razones para la esperanza y para confiar en que el ser humano puede encontrar
soluciones viables. Enlaza con los Papas que le precedieron, Juan Pablo II y Benedicto
XVI, citándolos con
frecuencia. Y algo absolutamente nuevo: su texto se
inscribe dentro de la colegialidad, pues valora las contribuciones de decenas
de conferencias episcopales del mundo entero, desde la de Estados Unidos a la
de Alemania, la de Brasil, la de la Patagonia-Comahue, la del Paraguay. Acoge
las contribuciones de otros pensadores, como los católicos Pierre Teilhard de
Chardin, Romano Guardini, Dante Alighieri, su maestro argentino Juan Carlos
Scannone, el protestante
Paul Ricoeur y el musulmán sufí Ali Al-Khawwas. Los
destinatarios somos todos los seres humanos, pues todos somos habitantes de la
misma casa común (palabra muy usada por el Papa) y sufrimos las mismas
amenazas. El Papa Francisco no escribe en calidad de Maestro y Doctor de la fe
sino como un Pastor celoso que cuida de la casa común y de todos los seres, no
sólo de los humanos, que habitan en ella. Un elemento merece ser destacado,
pues revela la forma mentis (la
manera de organizar su pensamiento) del Papa
Francisco. Este es tributario de la experiencia pastoral y teológica de las
iglesias latinoamericanas que a la luz de los documentos del episcopado
latinoamericano (CELAM) de Medellín (1968), de Puebla (1979) y de Aparecida
(2007) hicieron una opción por los pobres contra la pobreza y a favor de la
liberación. El texto y el tono de la encíclica son típicos del Papa Francisco y
de la
cultura ecológica que ha acumulado, pero me doy cuenta de que también
muchas expresiones y modos de hablar remiten a lo que viene siendo pensado y
escrito principalmente en América Latina. Los temas de la «casa común», de la
«madre Tierra», del «grito de la Tierra y del grito de los pobres», del
«cuidado», de la «interdependencia entre todos los seres», de los «pobres y
vulnerables», del «cambio de paradigma», del «ser humano como Tierra» que
siente, piensa, ama y venera, de la «ecología integral» entre otros, son
recurrentes entre nosotros. La estructura
de la encíclica obedece al ritual
metodológico usado por nuestras iglesias y por la reflexión teológica ligada a
la práctica de liberación, ahora asumida y consagrada por el Papa: ver, juzgar,
actuar y celebrar. Empieza con el ver: «Lo que le está pasando a nuestra casa».
Afirma el Papa: «basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un
gran deterioro de nuestra casa común». En esta parte incorpora los datos más
consistentes referentes a los cambios climáticos. La cuestión del agua. La erosión
de la biodiversidad. El deterioro de la calidad de la
vida humana y la
degradación de la vida social. Denuncia la alta tasa de iniquidad planetaria,
que afecta a todos los ámbitos de la vida siendo los pobres las principales
víctimas. En esta parte hay una frase que nos remite a la reflexión hecha en
América Latina: «Pero hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero
planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar
la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el grito
de la Tierra como el grito de los
pobres». Después añade: «el gemido de la
hermana Tierra se une al gemido de los abandonados del mundo». Esto es
absolutamente coherente, pues al principio ha dicho que «nosotros somos Tierra».
Muy en la línea del gran cantor y poeta indígena argentino Atahualpa Yupanqui:
«el ser humano es Tierra que camina, que siente, que piensa y que ama».
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