TPP
EXCLUYE A CHINA. EL TTIP A RUSIA.
OBJETIVO PARA AMBOS CASOS ES CLARO:
DEBILITAR
RELACION ECONÓMICA CHINA
CON VECINOS Y POR TANTO DEBILITAR
CRECIENTE INTERCAMBIO HACIA LA U.E.
Escriben
UMBERTO MAZZEI
ISABEL MORALES (*)
Fuente
“PIA-
Periodismo Internacional Interactivo"
13 de Junio 2015
(*) HUMBERTO MAZZEI. Periodista. Analista. Doctor en
Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia, Italia; Director del
Instituto de Relaciones Económicas . Escribe sobre Medio Ambiente y temas relacionados con negociaciones comerciales. Autor de “El petróleo es un
producto estratégico que modela la política internacional” “La guerra es sólo
la continuación de las politicas” entre otros.
La
visión anglosajona del orden mundial, con Washington y Londres como árbitros
auto designados para hacer una guerra permanente y universal, es contrastada
desde Moscú y Beijing. Como no es plausible
la inmunidad para destruir esa
discrepancia con la sólita violencia militar, el contraste implica el regreso al mundo multipolar, que
siempre funciona con una perspectiva geopolítica. Es evidente la presión
norteamericana para que la Unión Europea -UE- deje de vender bienes y servicios
a Rusia, sexta economía mundial por poder de compra (PPP) y tercer socio
comercial de la UE, con un comercio de € 326 millardos (miles de millones –
2013). En Alemania, el servilismo de la Sra. Merkel perjudica un
comercio de
€75 millardos. A Francia el servilismo del Sr. Hollande ya le cuesta unos €3
millardos. Un segundo síntoma es el cambio de prioridades en política
comercial. Hasta ahora Washington buscaba modelar la economía mundial con
normas que dieran libertad de acción a las empresas que dictan políticas a los
gobiernos anglosajones. Es notorio que esas políticas elevan los valores
en las
bolsas, pero deterioran el nivel social y económico del 99 % de la población y
arruinan las pequeñas y medianas empresas, que son la fuente más grande del
empleo. La reducción del poder adquisitivo popular reduce el mercado interno y
su importancia comercial externa. La
conciencia de los defectos del modelo anglosajón ha convertido el intento de
imponerlo en las negociaciones de la OMC en un diálogo de desgaste. La respuesta
anglosajona es un enroque: crear bloques económicos con países gobernados por
los
mismos intereses apátridas. Hasta los años sesenta hubo áreas definidas por
el uso de monedas imperiales. Hubo áreas de la Libra Esterlina, el Franco
francés, del Rublo, del Guilder, del Cruzeiro y del Dólar. Poco a poco fueron
invadidas por el Dólar, gracias al acuerdo de Bretton Woods y al disimulado
apoyo en Washington a toda insurrección independentista. Mientras se
erosionaban sus mercados coloniales, los europeos, para mantener la economía de
escala de sus fábricas reconstruidas, fusionaron los mercados y recursos
propios. El proceso pasó por la Comunidad del Carbón y del Acero, al Mercado
Común
Europeo y finalmente a la Unión Europea, que ahora es la mayor economía mundial
por PIB con €14.303 billones y la segunda, después de China, con un PPP de
€12.712 billones. (……..)El concepto, originario del grupo anglosajón, gira
ahora en sentido opuesto. Ante la
pérdida de competitividad comercial de los Estados Unidos e Inglaterra y su
pérdida del control sobre la elaboración de normas para el comercio
internacional, la repuesta es
proponer mega acuerdos económicos preferenciales
que tengan como centro y lazo común a los Estados Unidos y que excluyan a los
nuevos rivales: El Trans-Pacific Partnership – TPP y el TransatlanticTrade and
Investment Partnership -TTIP-. El
primero excluye a China y el segundo a Rusia. El objetivo geopolítico de ambos
acuerdos es claro: debilitar la interdependencia económica de China con sus
vecinos y debilitar la creciente interdependencia
económica de la U.E. con el
Mercado Común Euroasiático acaudillado por Rusia. Los acuerdos llamados de
libre comercio o de asociación (partnership) son lo contrario del trato sin
discriminación, que es la base del multilateralismo y la OMC. Su nombre es
orwelliano, porque esconde lo contrario del libre comercio. Su promesa es
discriminar en el comercio con un trato preferencial a los bienes y servicios
de los países del pacto. Como Estados Unidos hace firmar tales acuerdos a
cuanto país pueda imponerlo y casi todos son países en desarrollo, el trato
preferencial carece de beneficios. Todos compiten entre sí exportando productos
similares al mercado americano. La apertura beneficia sólo a las grandes
empresas norteamericanas, que cuentan con dinero inventado por la Federal
Reserve, para arrasar a las empresas nacionales de los países socios. En
propiedad intelectual implican prolongar los monopolios sobre el uso de
conocimientos patentados y expandir los conocimientos patentables, con grave
daño para la salud pública, la diversificación agrícola y el desarrollo
científico y tecnológico. En inversión extranjera directa
implican la garantía
estatal a las ganancias del inversionista extranjero. En agricultura se excluye
el uso de salvaguardias ante situaciones de crisis. En política industrial se
corrompe el uso racional y eficiente de los insumos en la cadena productiva con
normas de origen excluyentes. Otra
característica de estos acuerdos Made in USA es el secreto y la falta de
transparencia con que se negocian.
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