AUSTRALIA BUSCA PARAR "POR LAS BUENAS O POR LAS
MALAS"
A INMIGRANTES, PAGANDO A TRAFICANTES PARA LLEVARSE LOS
A INMIGRANTES, PAGANDO A TRAFICANTES PARA LLEVARSE LOS
BARCOS Y
A VARIAS ISLAS PARA ARMAR CAMPOS
DE REFUGIADOS
Escribe
MÓNICA G. PRIETO (*)
Fuente
“PERIODISMO HUMANO”
18 de Julio 20151
(*) MÓNICA GARCÍA PRIETO, Nació
en España en 1974 y se graduó en periodismo. periodista freelance de 41 años
galardonada este año con la novena edición del premio José Couso de Libertad de
Prens. Ha cubiertos guerras como Irak,
Afganistan entre otras. Ha sido corresponsal de El Mundo en Beirut y trabaja
para varios medios de comunicación. Fue una de las primeras en atravesar la
frontera siria para narrar desde dentro la guerra. corresponsal en Oriente
Próximo
El Gobierno de Australia,
decidido a parar la llegada de
inmigrantes y refugiados, ha sido acusado de pagar a los traficantes de
personas para llevarse de vuelta a los barcos que ingresan en sus aguas
territoriales.
Paga a varias islas para albergar campos de refugiados y al Gobierno de Camboya
para que acoja a sus inmigrantes en una “externalización” del problema. La
política de Inmigración de del Premier John Abbott alimenta un
sustancioso negocio rodeado de acusaciones de abusos contra quienes buscan
asilo. “Por favor, se lo suplico al pueblo australiano, ayúdenme a mí, a mi
marido y a mi hijo. No quiero criar a mi bebé en Nauru. Por favor, ayúdenme a
quedarme en Australia y a criar a mi hijo con seguridad, en un entorno sano
física y mentalmente”. La voz de Maryam, la refugiada iraní que formula la
anterior súplica, suena agotada y profundamente triste en la grabación
difundida por “Guardian” Australia. En ella explica cómo abandonó su
Premier John Abbott |
país para
embarcarse con su marido en una delirante travesía marítima donde las
posibilidades de desaparecer en el mar son mucho más abundantes que arribar,
sano y salvo, a tierra firme. Sobrevivieron sólo para enfrentarse a la política
de “tolerancia cero” de Australia, decidida a no dejar pasar ni un solo
demandante de asilo a sus costas, y fueron detenidos y trasladados al centro de
detención de Nauru, donde su marido desarrolló “una seria enfermedad mental”.
Ante la ausencia de recursos para tratarlo en la isla, la pareja fue
enviada a
un centro de Melbourne, donde ella quedó embarazada. Y ahora, Inmigración les
“obliga a volver por la fuerza. Estoy embarazada y no quiero volver allí. No
hay seguridad, ni condiciones higiénicas en la isla. Por favor, se lo suplico”.
Las denuncias habían sido adelantadas por las ONG que trabajan en el campo, en
especial Save The Children –a cargo de los servicios de asistencia social- y
por la Comisión Australiana de Derechos Humanos, que ya en febrero de 2014
había denunciado los abusos contra menores en las infames instalaciones.
Pero
las denuncias, críticas y llamamientos de Naciones Unidas han sido
sistemáticamente ignoradas por las autoridades australianas, cuyo primer
ministro, Tony Abbott, se ha declarado “cansado de los sermones de la ONU”.
Abbott y los suyos defienden su política de rechazar, en la medida de lo posible,
y en última instancia externalizar a sus inmigrantes y refugiados en terceros
países contratados para servir de cárcel a aquéllos detenidos por las
autoridades australianas hasta encontrarles un nuevo destino, lejos
Campo en Papua Nueva Guinea |
de
Australia. Así alimentan un sustancioso negocio en forma de pago de alquiler de
instalaciones para inmigrantes disfrazados de ayudas para la cooperación, algo
que desde la oposición y las ONG se califica de “gulags multimillonarios” y que
mueve unos 800 millones de euros al año, según el director del Refugee Council
of Australia, Paul Power. “Lo llaman acuerdo, pero es una política
extremadamente perversa”, asegura el responsable de la institución. Es el caso
de Nauru, isla país situada en la Micronesia que recibe 20 millones de dólares
australianos (13 millones de euros) en concepto de ayudas
económicas a cambio
de albergar a unos 720 desesperados demandantes de asilo, entre ellos 95 niños:
las condiciones son tan infames que los intentos de suicidio, las huelgas de
hambre y las protestas en sus formas más crudas (como cosiéndose los labios)
son comunes en las instalaciones. O de la isla Manus, en Papua Nueva Guinea,
donde 989 personas se hacinan sin ninguna esperanza de futuro. La política de
“tolerancia cero” de Australia restringe al máximo las peticiones de asilo y
ofrece como única solución, reservada sólo a los refugiados “legítimos”, un
reasentamiento en Papua Nueva Guinea, en la isla nación de Nauru o en Camboya,
en una sorpresiva iniciativa que ha
roto esquemas fuera y dentro del país por
la novedosa forma de vender la idea a refugiados e inmigrantes. (….)De ahí que,
pese a las críticas internacionales, Abbott se exprese abierta y crudamente
contra la llegada de demandantes de asilo: ocurrió hace un mes, cuando la
campaña contra el tráfico humano en Tailandia dejó a miles de personas
abandonadas por las mafias en alta mar. “No, no y no”, respondió el primer
ministro al periodista que le preguntó si ayudaría Australia a rescatar a
quienes estaban pereciendo a bordo de barcos decrépitos perdidos en medio del
mar.
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