LAS
DECISIONES ECONÓMICAS Y POLÍTICAS IMPORTANTES,
PASARON A TOMARSE EN ÁMBITOS FUERA DE LOS
ESTADOS.
MARGEN EN EL ESTADO-NACIÓN ES MÍNIMO, SI ES QUE EXISTE.
Escribe
RAÚL ZIBECHI (*)
Fuente
“La Jornada” de México
24 de
Julio 2015
(*)
RAÚL ZIBECHI- (Uruguay 1952) Periodista, docente, investigador y escritor
uruguayo. Analista internacional en Red Voltaire. Logró en 2003 Premio José
Martí por sus crónicas sobre Argentina. Publica en “La Jornada” de Mexico y
diversos medios alternativos en el continente y del exterior, incursiona en una
visión panorámica sobre las luchas sociales en nuestra América. Tiene a su
cargo la sección internacional de “Brecha” (Uruguay). Profesor en
“Multiversidad Franciscana” de América Latina
Una de
las pocas ventajas de las grandes crisis es que nos ayudan a descorrer el velo
con el cual el sistema encubre y disimula sus modos
de oprimir.En este sentido
la crisis que vive Grecia puede ser fuente de aprendizajes. (…….) El
capitalismo de libre mercado, los mercados no regulados, desarticuló las
relaciones sociales y destruyó comunidades sometiendo a los individuos,
desgajados de sus pueblos, al hambre y la humillación. (…….) La transformación
que estamos viviendo en las últimas décadas ha sido analizada como la hegemonía
de la acumulación por desposesión (o despojo), como señala David Harvey en “El
nuevo imperialismo” (Akal, 2004). Las raíces de este proceso, siguiendo los
pasos de
Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, hay que buscarlas en las
luchas obreras de la década de 1960 (y de 1970 en América Latina), que
desarticularon la disciplina fabril neutralizando el fordismo-taylorismo, una
de las bases de los estados de bienestar. La clase dominante decidió pasar de
la hegemonía de la acumulación por reproducción ampliada a la dominación
mediante acumulación por saqueo. (………) sin embargo, el concepto de acumulación
por desposesión no se
detiene en el tipo de Estado adecuado para esta etapa. El
régimen político para imponer el robo/despojo no puede ser el mismo que en el
periodo en el que se apostó a la integración de los trabajadores como
ciudadanos. Este es, a mi modo ver, el núcleo de las enseñanzas de las crisis
griega (y de las crisis en varios procesos latinoamericanos). Estamos ante el
fin de un periodo. Una nueva gran transformación sistémica, que incluye por lo
menos tres cambios trascendentes, que deberían tener su
correlato en el ajuste
de las tácticas y estrategias de los movimientos antisistémicos. EL PRIMERO ya fue mencionado: el fin
del estado de bienestar. Incluso en América Latina en la segunda posguerra
asistimos a un relativo desarrollo industrial, la adjudicación de derechos a
las clases trabajadoras y a su progresiva e incompleta inserción como ciudadanos.
La desindustrialización y la financiarización de las economías, a caballo del
Consenso de Washington, enterraron aquel desarrollismo. LA SEGUNDA transformación es el fin de la soberanía
nacional. Las
decisiones importantes, tanto las económicas como las políticas, pasaron a
tomarse en ámbitos fuera del control de los estados nacionales. La reciente
negociación entre el gobierno griego y el eurogrupo muestra claramente el fin
de la soberanía. Es cierto que muchos gobernantes, de derecha e izquierda, naufragan
entre la falta de escrúpulos y la falta de proyecto. Pero no es menos cierto
que el margen de acción del
Estado-nación es mínimo, si es que existe. EL TERCERO es el fin de las
democracias, estrechamente ligado al fin de la soberanía nacional. De esto no
se quiere hablar. Quizá porque son muchos los que viven de las migajas de los
cargos públicos. Pero es uno de los núcleos de nuestros problemas. Cuando el
uno por ciento tiene secuestrada la voluntad popular y el 62 por ciento es
sometido al 1 por ciento; cuando esto sucede una y otra vez en uno y otro país,
es porque algo no funciona. Y eso que no funciona se llama democracia. Creer en
la
democracia, que no es sinónimo de ir a las elecciones, es un grave error
estratégico. Porque creer en la democracia es desarmar nuestros poderes de
clase (léase de trabajadores, mujeres pobres, indios, negros y mestizos,
sectores populares y campesinos sin tierra, pobladores de periferias, en fin,
todos los abajos). Porque sin esos poderes, los llamados derechos democráticos
son papel mojado.(…..) Desde que la burguesía aprendió a manejar el deseo y la
voluntad de la población por medio
del marketing, imponiendo el consumo de
mercancías absurdas e innecesarias, la democracia está sometida a las técnicas
de mercadeo. La voluntad popular nunca alcanza a expresarse en las instituciones
estatales, en los términos y códigos que las clases populares emplean en sus
espacios-tiempos, sino mediada y tamizada hasta ser neutralizada. (…..)Ahora el
problema es nuestro. Podemos seguir, como hasta ahora, poniendo todo en las
elecciones, en las marchas y los actos, en las huelgas reguladas, y así. Nada
de lo anterior es descartable por alguna razón de principios. El problema está
en construir una estrategia centrada en esas herramientas, reguladas por los de
arriba. Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo, escribió la
feminista negra Audre Lorde.
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